El rincón oscuro. Gente que arregla problemas

Jesús Lens

¿Se acuerdan del señor Lobo de Pulp Fiction? Es un tipo que se describe a sí mismo como alguien que soluciona problemas. Y tener un cadáver en el asiento del copiloto de tu coche, desde luego, puede considerarse un problema bastante gordo…

El señor Lobo, interpretado por Harvey Keitel en la película de Tarantino, aparecía en pantalla apenas unos minutos, pero dejaba una impronta indeleble en el espectador. Su imagen de ejecutivo resolutivo, frío como un cubito de hielo, dotado de una confianza a prueba de bombas y repleto de recursos con los que resolver cualquier situación; lo convirtieron en todo un icono, con su imagen convertida en póster y camiseta.

La figura del arregla-problemas no es muy habitual en la geografía española; ni en ámbitos empresariales ni en los puramente cinematográficos o literarios. Aquí solemos hablar de “fontaneros”, que somos mucho más de Pepe Gotera y Otilio que del señor Lobo, más propio de la cultura anglosajona.

Por ejemplo, el guionista y director Tony Gilroy creó a un extraordinario personaje especializado en arreglar los problemas de ciertos clientes –y directivos– de un bufete de abogados en una magnífica película, enigmática y muy, muy recomendable: Michael Clayton. En este caso, el encargado de lavar los trapos sucios de los clientes era George Clooney, cuyo puesto en la empresa nadie sabía definir exactamente. No era abogado. No era investigador. Era una perfecta mezcla de ambas figuras. Un tipo discreto y silencioso que cumplía con su trabajo de forma fría y desapasionada, aséptica y rigurosa. Sin hacer más preguntas que las necesarias. Sin juzgar.

El nombre de Tony Gilroy quizá no les diga nada, pero se trata del guionista de las tres primeras –y excepcionales– entregas de la saga de Bourne, otro personaje mítico del neo-noir contemporáneo, espectacular actualización de la figura del espía de toda la vida.

Las grandes corporaciones y conglomerados empresariales necesitan de tipos como Michael Clayton que, sin ocupar una casilla en el organigrama ni ser conocidos dentro o fuera de la organización, les saca las castañas del fuego a sus directivos y clientes más señalados. Y, para ello, utilizará métodos no siempre convencionales.

El periodista y escritor Javier Márquez Sánchez hizo un fascinante acercamiento al personaje del arregla-problemas en sus dos novelas protagonizadas por Eddie Bennet, apodado el Figura: Letal como un solo de Charlie Parker y Afilado como un blues a medianoche; ambas publicadas por Salto de Página.

Javier Márquez nos traslada a un universo que conoce extraordinariamente bien y en el que se me mueve como lenguado en los bajos y arenosos fondos del mar: el Hollywood de los años 50 y 60, Las Vegas, la Costa Oeste y una escena musical en la que Sinatra, Sammy Davis Jr., Dean Martin y el resto del Rat Pack trabajaban lo mismo para los grandes estudios de cine dirigidos por todopoderosos productores que para los casinos de juego manejados por capos de la mafia; más poderosos aún.

Y entre ambos mundos baila Eddie Bennet, un personaje amoral, listo, duro y valiente que se las tendrá que ver con los unos y con los otros. Unos y otros que, en muchas ocasiones, son los mismos. Y todo ello, en el contexto de una América en plena ebullición, en la que todo cambiaba a una velocidad vertiginosa, sin que mucha gente comprendiera lo que estaba pasando, como cantaba Bob Dylan.

Eran los años de los Kennedy y Martin Luther King, cuando la industria del cine empezaba a dar el vuelco que nos regalaría la década prodigiosa de los moteros tranquilos y los toros salvajes tan bien descritos por Peter Biskind en un libro esencial para los amantes del séptimo arte.

Javier Márquez publicó sus dos novelas en 2012 y 2013. Y el poso cinematográfico es tan importante que me resultaba imposible leerlas y no imaginar cómo daría Eddie Bennet en pantalla. Durante tiempo, Javier y yo fantaseábamos con qué actor sería el más indicado para darle vida en una película. Y ambos conveníamos, con el beneplácito del apasionado cinéfilo que también es el escritor Fernando Marías, en que Lee Marvin hubiera sido lo suyo.

Entonces llegó el verano de 2013. Y se estrenó el piloto de una nueva serie. Y todo cambió. Porque desde el primer minuto de Ray Donovan, ya tuve claro que el Sr. Lobo del siglo XXI, el Michael Clayton contemporáneo y un moderno Eddie Bennet confluían en el duro rostro, serio, pétreo, coriáceo y permanentemente malhumorado del actor Liev Schreiber.

Cinco temporadas después, Ray Donovan se ha convertido en una serie de culto cuyos capítulos no provocan trending topics, como los zombis o los juegos de tronos, pero son ávidamente degustados por una fiel y militante legión de seguidores, adictos a las correrías de la familia Donovan.

Porque los Donovan son más, mucho que Ray, auténtico cabeza de familia por más que Mickey, el patriarca, interpretado por un prodigioso Jon Voight, trate de recuperar su puesto.

Los Donovan también son Abby, la esposa de Ray. Y Terry y Bunchy, los hermanos de sangre irlandesa. Y Daryll, el medio hermano afroamericano. Y Bridget y Connor, sus hijos adolescentes. Y Avi y Lena, los colaboradores de Ray en su agencia de Los Ángeles. ¡Menuda familia, la de los Donovan! La de secretos y sorpresas que esconden y atesoran. Pocas de ellas buenas, la verdad sea dicha…

Estrellas del cine, del rap, del rock, del boxeo o del fútbol americano son los clientes más habituales de un Ray que debe vérselas, también, con la policía, el FBI… y su antiguo mentor, Ezra Goldman. Y con marchantes de arte de origen ruso. Con lo que ello conlleva. Y con los viejos amigos de Boston. Que ni son tan viejos… ni tan amigos.

No es fácil la vida de Ray. Como no es fácil la vida de ningún currante que, como tarjeta de presentación, lleve la divisa del Sr. Lobo: Soluciono problemas.

@jesus_lens

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2 comentarios en “El rincón oscuro. Gente que arregla problemas

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