Hay novelas redondas. Esta, desde luego, es una de ellas.
Comenzando por lo externo, lo que nos encontramos a simple vista cuando visitamos nuestra librería habitual: un título atractivo y sonoro y una portada -pocas veces se habla de ellas, pero aquí quiero destacar el fantástico trabajo del diseñador Iosu Palacios– que resume a la perfección lo que nos vamos a encontrar en su interior, con su Pontiac descapotable, su detectivo de duro aspecto y cigarrillo en mano, sus luminosos de Las Vegas, su John Wayne… Imágenes que nos remiten a los años 50 y a la capital estadounidense del vicio, aunque la novela arranque en mayo de 1998 y con la presencia de un detective setentón que enseguida se encarga de demostrarnos que, quien tuvo, retuvo.
El detective en cuestión es Eddie Bennett, conocido en sus años mozos como Eddie el Figura o como el Gato, y no tardarán ustedes en averiguar el porqué del segundo apodo. Como tampoco tardaremos en viajar a los años en los que se ganó dichos apelativos, los tiempos en los que acostumbraba a trabajar como solucionador de problemas -que no detective- después de haber pasado por una guerra mundial y servido a algunos conocidos mafiosos de la costa Este.
En 1955, Bennett vive en una suite del hotel Flamingo de Las Vegas y recibe el encargo de firmar -un mero trámite- un informe con el que cerrar la muerte de una joven aspirante a actriz. Todos dicen que se trata de un suicidio, acaso de un accidente, algo con lo que, evidentemente, Bennett no estará del todo de acuerdo.
Y ahí comienza una investigación en la que no falta ninguno de los elementos clásicos del género: detective -o solucionador de problemas, como prefieran- atractivo y razonablemente cínico, mujeres de curvas que inducen al pecado, alcohol, puños americanos, buena música, gente importante en el mundo del crimen a la que conviene no pisar, bares y diners típicamente americanos con sus hamburguesas y sus filetes del tamaño de una boina…
Pero añade Márquez otro elemento sumamente atractivo, el de la presencia en la trama de un buen número de personajes reales, desde los Frank Sinatra, Dean Martin y Jerry Lewis -el organillero y el mono, adivinen ustedes quién es quién- a los John Wayne y Pilar Palette -la tercera esposa del vaquero más famoso del cine-, Susan Hayward, Dick Powell o Lingwood G. Dunn, quien fuera director de efectos visuales de El conquistador de Mongolia, uno de los más estrepitosos fracasos del excéntrico y millonario productor Howard Hughes.
Y sin ser este un elemento original -el de la presencia en una trama de tanta celebridad, algo a lo que nos acostumbró Stuart Kaminsky con su detective Toby Peters-, lo que de verdad distingue en este aspecto a la novela de Márquez es la perfecta imbricación que consigue entre esos personajes que sabemos reales y los que presumimos ficticios, hasta el punto de que resulta difícil distinguir a unos de otros.
Si a todo ello le añadimos la leyenda que rodea al rodaje de la anteriormente citada El conquistador de Mongolia –indiscutible fuente de placer para los cinéfilos más conspiranoicos-, unos diálogos inteligentes y una trama en la que todo encaja a la perfección, tenemos lo dicho al principio, una novela francamente redonda que esperamos sea la primera de una larga serie.
Letal como un solo de Charlie Parker
Javier Márquez Sánchez
Salto de Página
Es una buen libro. A los que nos gusta el cine ya sabíamos de la leyenda de «El conquistador de Mongolia» una de las películas malditas de «Hollywood».
Lo comentaba en la reseña de Jesús, el nombre de cada capítulo podría ser el de la novela.
Creo que todas las historias pueden tener continuación, pero el autor deja la puerta más bien cerrada…Eso sí, como funcione el boca a boca, la tendrá que abrir de par a en par.
Una lectura muy recomendada y una grata sorpresa.
Sólo un pero, a BCNegra llegó muy justa, Javier podía haber vendido más, en un día que se llevaban hasta los floreros…
Un beso a mis chicos
CRUCE
Se agradece, compañeros, de verdad.
Un placer de lectura, Javier. Y esperando de veras que haya más
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