Novela: «La noche sin memoria», de Jordi Ledesma

Salva Alemany

No se me ocurre mejor manera de hacerles entender mi experiencia al leer La noche sin memoria que contarles una ascensión que hice al Ben Nevis, el pico más alto del Reino Unido. Amaneció el día gris y lluvioso con esos tonos que solo existen en Escocia. La niebla impedía ver más allá de mis propias botas, frío, viento, lluvia, nieve. La ascensión se hizo penosa, hasta el punto de preguntarme qué estaba haciendo allí, si merecía la pena continuar con un esfuerzo cuya recompensa parecía inexistente. Al llegar a la cumbre e iniciar la bajada la niebla se disipó, las nubes se abrieron y dejaron paso a un espectáculo sobrecogedor en el que contemplé toda la hermosura de las tierras altas escocesas.

Así es internarse en La noche sin memoria, una experiencia extraña, dura, exigente, que te hace preguntarte si merece la pena. Pero, coño, es Jordi Ledesma, y ya sabemos de lo que es capaz. Intuyo que no es solo una novela importante por lo que cuenta, sino por lo que significa en términos estilísticos para su autor y para el lector. Es un triple salto mortal, sin red, a todo o nada. Es una apuesta por encontrar la voz narrativa definitiva, esa que todos los escritores buscan y muy pocos encuentran, esa que es tan tuya que no puede ser de nadie más.

Al principio uno se siente perdido en su lectura, cegado por un alarde narrativo arriesgado, confundido por un estilo tan diferente al que Jordi nos tenía acostumbrados –aquellos que leyeron Lo que nos queda de la muerte me entenderán-, hasta el punto, lo confieso, de plantearse si merece la pena seguir. Y de pronto, sin saber cómo, la niebla se disipa, la narración comienza a fluir, el estilo ya no nos hace dudar y uno comienza a saborear cada frase, a disfrutar de esa voz que ya es solo de Jordi, porque es Jordi. Tan sorprendente es el fenómeno que vuelvo a releer las primeras páginas y lejos de la impresión de la primera lectura me parecen nuevas y hermosas. Porque La noche sin memoria exige del lector un compromiso, una fe en que lo que deseamos que ocurra sucederá, en que descubriremos a un autor entregándonos el máximo de sí mismo.

La historia que narra La noche sin memoria es la investigación-recreación del asesinato de dos personas, Luda Petrova -rusa de pasado oscuro y futuro luminoso- y Pinilla -yonqui homosexual sin pasado ni futuro-, desaparecidos a manos de una familia adinerada de esas que todo lo quiere porque todo lo puede. Dos seres anónimos que habitaron un mundo que no era el suyo y acabaron pagando por ello. Y el narrador, un escritor drogadicto y desencantado que escucha las voces de esos dos muertos, decide desafiar a su suerte y escribir la historia de ese suceso trágico, de esa sociedad hipócrita y desmemoriada que supo, consintió y calló para enterrar el recuerdo de Luda y Pinilla, creyendo que nadie escarbaría nunca en las conciencias de tantos cómplices.

Así es La noche sin memoria, un paso de gigante para su autor, pero que exige un compromiso por parte de los lectores. Háganme caso, el esfuerzo merece la pena, confíen en Jordi Ledesma, les aseguro que no les defraudará. Es una novela enorme. Al tiempo.

La noche sin memoria
Jordi Ledesma
Alrevés

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