Mis últimas reseñas sobre autores patrios (si alguien no se identifica con ese adjetivo, por favor que elija otro con el que se sienta más cómodo) han cabreado a unos y alegrado a otros, aunque estos últimos, todo hay que decirlo, ante la aplastante diferencia numérica han optado por demostrar su conformidad con mis palabras en voz baja, casi en un susurro, acobardados por el aluvión de insultos que me han llovido por las citadas reseñas. Lo entiendo.
Casi acusada de malinchismo (rechazo de lo propio y admiración ciega por todo lo venido del extranjero), mi admiración por Jordi Ledesma demostrará que mi presunta preferencia por los autores galos, ingleses o americanos (nórdicos poco), no es tal.
Sí, porque el señor Ledesma, con tan solo una novela, me ha conquistado. Bueno él no, su ardua, enmarañada y dura prosa (esta aclaración va para esos “académicos de lo noir” que tan pronto me acusan de confundir entre escritor y narrador como me instan a “saber leer”).
Me adentro en el universo de Jordi Ledesma a través de La noche sin memoria, un relato en el que Luda Petrova y Pinilla, “los únicos que en él tienen nombre”, se resisten al olvido de los habitantes de una localidad costera, empeñada en guardar silencio colectivo sobre unos sucesos cuyo recuerdo altera la somnolencia profunda y prolongada, casi patológica, en la que se halla sumida la villa desde que la incontrolada explosión turística cambio para siempre su fisonomía y los sueños de cuantos la vivieron (“Cuando contemplo el arenal ancho, lo hago con pena. El viento sublevado remueve el mar que mece el paisaje con su cadencia perpetua. Lanzo los ojos hasta el otro lado del puerto y en el camino veo presencias cabizbajas que llegaron a pensar que harían toneladas de riqueza. Fueron pocos los que lo consiguieron”).
¿Desolador comienzo eh? Pues eso no es nada.
La Ciudad, el pueblo, los burgueses, los señoritos… es mucho lo que no tiene nombre en esta novela, pero la condición de innominado no los protege de la autopsia que Jordi Ledesma practica a lugares, usos, costumbres, personas e instituciones. Y lo hace a pelo, sin anestesia.
Con un estilo descarnado, sorprendente y extraño, sin apenas diálogos, con extensos párrafos que parecen pedir a gritos un punto y aparte para evitar la deserción del lector poco motivado, un verbo afilado y un denso lenguaje metafórico, tan rudo a veces como sutil otras, Ledesma disecciona, sin piedad, el pensar, el sentir y los silencios de vecinos, conocidos y desconocidos.
Quienes aguanten el tirón y sean capaces de saltar el muro que supone la forma, accederán al contenido y, cuando lo hagan, el impacto que provocará en ellos será de tal calibre que caerán rendidos a los pies de Ledesma, como me ha ocurrido a mí.
A través largos soliloquios, el narrador va destapando todas las miserias que cada uno de los personajes, incluido él mismo, esconden en su interior.
En la marcha de “los sin nombre” veremos pasar al narrador (“Los novelistas nos alimentamos de romper la discreción de las almas, de abrirlas en canal para divulgar los temores y secretos que corren como sabia negra por cada arteria”), al Buruba (que “llegaba a todas partes buscando algo que retratar con su vista daltónica, algo que meter en su réflex de segunda mano”), al Dúmper (“un tío alto y fondón como su bramido enérgico”), al Harki (“el alto sueldo que llegó a cobrar se debía a cuanto callaba, más que a sus dotes protectoras”), a la Sicóloga (“se halla estúpida cuando se atreve a recordarse. No encuentra sonrisas en la memoria, si las hay o las hubo, son tan escasas y quietas que en el recuerdo tienen la brevedad de un fotograma”), al Policía (“les hizo de detective de algunos asuntillos que podría haber hecho cualquiera (…) Les hizo eso y de mono de feria”) y al hijo mayor del señorito (“Se volvió a sentir miserable, otra vez (…) con la certeza de que todo su acopio de vida y poderes no valían para complacer a una mujer ni durante veinte segundos”).
¡Triste cabalgata de muertos en vida!
Encabezan el desfile Pinilla, homosexual oficial del pueblo (“su sexualidad, expuesta en público por él mismo ante todos sin pudor ni complejos, se convirtió en una especie de rasgo progresista que a los menos conservadores hacia hasta gracia tener en la villa”) y Luda Petrova, quienes, desde su olvido, hace años que acompañan al escritor sin que él pueda verlos ni tocarlos, tan solo oírlos.
¿Es novela negra La noche sin memoria? Ni lo sé ni me importa. Que lo digan los entendidos.
Más allá de etiquetas, La noche sin memoria…
Es crítica social auténtica, no de bote.
Es una sorprendente historia narrada de una manera más sorprendente aún.
Es, sobre todo, un hermoso poema, sin rima, que habla de la repugnancia que, en ocasiones, siente el ser humano cuando se da cuenta de que su vida está vacía.
La noche sin memoriaJordi Ledesma Alrevés
La cuestión de encuadrar una obra de creación dentro de un género, ¡ardua cuestión! Que sí es o no es novela negra, a mi entender, al igual que a ti, poco me importa. Creo que lo esencial es la forma que el autor dé a su obra y, por lo que te he leído en la reseña, ésta es de la buena. Ya sólo esto me animaría a abordar la novela de Jordi Ledesma. Si además hay asuntos importantes en ella, me lanzo a zambullirme decididamente.
Muchas gracias por tu magnífica reseña, Teresa
Un beso
Gracias a ti por leer la reseña. Y si, lee a Jordi Ledesma porque es magnífico.
Un saludo.
¿Y la novela de qué va, además de abusar de adjetivos antes del sustantivo, ideal para señoras mayores ? En las otras reseñas de las que presume con tanto orgullo contaba absolutamente todo…En suma: le ha gustado, vale, pero a los lectores de sus reseñas atrevidas y destripadoras nos parece poco. ¿la trama? ¿los personajes? ¿solo trocitos muy intensos de la novela y rodilleras? Se ve que cuando algo le da gusto se porta usted de una forma muy poco atrevida y sumisa. No presuma de insultos anteriores. Atrevida mola más. No me veo leyendo algo tan arcano y aburrido…y lleno de adjetivos. Molaba más cuando estaba enfadada. Ledesma merece algo más que una reseña blanda y romántica. Ánimo. Lo puede hacer mejor, señora mayor.
¿Moriarty?
A estas edades me va a permitir, caballero, que presuma no tanto de los insultos que me dedican, cuya originalidad, todo hay que decirlo, deja mucho que desear (gorda, fea, vieja o un “señora” pronunciado en tono despectivo, son adjetivos que puede que me definan a mí pero, sobre todo, definen a quien los pronuncia o escribe), sino de estos haters tan “infulosos” que me han salido, entre los que usted se encuentra, que no dudan en esconder su identidad tras el nombre de ilustres personajes a los que ya quisieran parecerse “ni tantito así”.
Me temo que “sus formas” lejos de acercarlo al célebre oponente de Holmes solo dan para Dr. Evil en una mala peli de Austin Powers.
¿Qué no hablo del argumento? Creo que sí pero, por si su media neurona estaba de vacaciones, se lo resumo: un novelista, politoxicómano, regresa al pueblo donde nació para investigar qué ocurrió con dos personas, un homosexual y una rusa, cuya desaparición parece no importar a nadie, decidido a convertirlos en los personajes de su nueva novela. Siente que se lo debe para hacer justicia.
Lo de que “destripo” las novelas lo dirá usted, porque siempre soy muy cuidadosa con no revelar datosrelevantes pero, como dice el refrán, “donde no hay mata, no hay patata” y hay novelas tan planas, tanto, que si no comentas las características de los personajes no hay nada que reseñar.No es el caso de Jordi Ledesma.
Y sí, me ha gustado tanto esta novela, tanto, que la recomiendo de manera fehaciente, feroz y convencida. La recomiendo porque quiero, porque puedo y, aún a riesgo de resultar cansina, porque me da la gana.
Dicho eso, si usted la hubiera o hubiese leído, sabría que es inevitable centrarse en la manera de narrar del escritor porque es novedosa, original, entretenida y absorbente.
¿Qué tanto adjetivo le aburre y no le invita a leer? ¡Pooobreee! Tal vez deba asumir que el estilo narrativo de este escritor, tan elaborado,está fuera de su alcance.
¿Qué Jordi Ledesma se merece más que una reseña romántica (me encanta que la defina así)?Bueno, si tengo ocasión, le preguntaré a Jordi que le parece.
Y no se preocupe, cuando vuelva a reseñar una novela de esas que le gustan a usted (si hombre, esas que cuentan las andanzas de machirulos de manual) le prometo que intentaré ser insumisa y tan atrevida, o más, que siempre (guiño, guiño).
Un saludo Dr. Maligno.
Moryarty, no da una. A decir verdad su comentario suena bastante a escritor/a resentido/a.
Coincido en todo con el artículo. Esta es la segunda novela que leo de Jordi Ledesma. Arcano y aburrido para nada. Es brillante a la hora de elegir esos adjetivos, de los cuales antes del sustantivo ni uno ni medio.
Lea la novela y podrá hablar de ella. Seguro que aprende algo.
Hola Carmen, totalmente de acuerdo con usted. Como señoras mayores aficionadas a ellos (guiño) sigamos buscando adjetivos para Jordi Ledesma.
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