No todos los suecos se dedican a la novela policial, los hay que también tienen un interés por las novelas de espías y aunque no gocen de una tradición tan amplia como la novela policial sí que existen ciertos antecedentes, más aún si ampliamos la visión a todo el universo de ficción escandinavo. Está claro que no son como los británicos o norteamericanos, que han hecho de esa novelística algo personal y propio, pero sí que tienen cierto regusto peculiar, como todo lo sueco, pensarán muchos y no voy a quitarles la razón.
Österdahl no trama una novela pura de espías sino que acude a las fuentes, al llamado thriller internacional cuyo padre, Robert Ludlum, tiene una influencia y un peso importantísimo en esta novela. Ludlum diseñó, ejecutó y elevó a la máxima categoría lo que son las llamadas “conspiraciones”; a partir de él, el género ha sufrido numerosos altibajos, pero el poso, la idea general tiene tanto vigor que ha provocado a un sueco a dejar la novela policial y centrarse en describirnos una gran conspiración.
Es verdad que no tiene las mañas literarias de Ludlum y que sus personajes son demasiado previsibles, al igual que la idea conspirativa, parte esencial del relato, pues que exista una conspiración e introducir elementos como Rusia y KGB no es precisamente innovar.
Lo peor es que la idea central no termina de convencer, es demasiado rebuscada y a su alrededor el autor ha querido poner demasiados actores, tantos que muchos no tienen ningún tipo de peso en la trama, lo cual, para ser un thriller, es desperdiciar papel y tinta. Si algo tiene este tipo de novelas es la inmediatez: de pronto está luchado a muerte en unos baños de un pub de Berlín que cogiendo un avión para ir a Sebastopol. Esa es la principal gracia, así el ritmo de thriller pierde mucho y por lo tanto toda la ficción se resiente.
Me ha parecido previsible, más aún cuando atisbas que el final será el que es, lo cual nunca es buena noticia. Sí puedo rescatar que el ambiente en alguna ciudad como San Petesburgo está muy bien trabajado y que cierta parte de la novela tiene su gracia, más por la imaginación del autor que por la narración.
Siento decir que la novela me ha decepcionado, la lectura fue larga y en algunos momentos pesada. Tal vez le sobren un centenar de páginas y le falte mucha más acción. Quiero ser optimista en cuanto al autor, he visto que ha publicado más del mismo personaje, más por ser sueco que por su pluma, así que tras un período de descanso le daré otra oportunidad. A ustedes, mírenlo, la gracia de la novela es observar una mirada sueca sobre el mundo de la geopolítica internacional y en especial sobre los restos del mundo soviético.
No pidas clemencia
Trad.: Carlos del Valle Hernández Plaza & Janés
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