Novela: «Alcohol de 99º», de Manu López Marañón

Teresa Suárez

Abrí el libro por una página cualquiera y leí dos párrafos al azar…

La primera impresión no fue buena. Para qué negarlo.

Años ochenta. Barrios periféricos de las grandes urbes. Jóvenes de extrarradio, provenientes de familias desestructuradas, abocados, desde que echaron los dientes, a una vida de carencias económicas y afectivas. Sin estudios, sin dinero, privados de futuro, inexorablemente terminan recalando en el delito, la droga y la cárcel, no necesariamente en ese orden. Toda una pléyade de marginados condenados a vivir deprisa y morir jóvenes a secas (lo de “dejar un hermoso cadáver”, aunque la frase de marras nunca saliera de sus labios, se queda para James Dean).

Preparada, como estaba, para enfrentarme con una historia de quinquis, el lenguaje me aturdió sobremanera y provocó mi rechazo. Lo intenté dos veces con idéntico resultado. Hablé de esa inicial impresión a un amigo y, para comprobar si la compartía, le leí uno de los pasajes: “El día que convirtió el parque en su hogar, Artur paladeó el sabor de una infancia hurtada. Merendó los barquillos y dio un paseo que acabó en la pérgola. Atardecía y aun contaba sus columnas de ladrillo, saltando a la pata coja entre los crucigramas que trazaban los baldosines desprendidos. Receptivo a esta decrepitud (lustrada por el césped que circundaba las galerías con ímpetu de pleamar) no quiso apurar el tesoro y, forzándose, se alejó en línea recta”.

¡Le encantó!

El detalle de la descripción, que apenas deja espacio para la imaginación, le recordaba, dijo, a Fortunata y Jacinta, novela en la que Galdós, narrador omnisciente, describe contexto, situaciones y personajes con la precisión de un relojero. Más tarde, avanzada la lectura, comprobé por mí misma que la búsqueda permanente del realismo en la expresión, empleando para ello coloquialismos y vulgarismos en los diálogos de los personajes, acrecentaba dicha semejanza.

En un periodo como el actual, dominado por los 140 caracteres tuiteros, no es ésta una novela fácil. Al principio exige tesón, mucho, y tener a mano un buen diccionario.

Por su minuciosidad, riqueza descriptiva, verbosidad y falta de contención en el adorno, si tuviera que encuadrar este Alcohol de 99º dentro de un estilo arquitectónico concreto sería el Plateresco.

¿Plateresco aplicado a literatura de yonquis?

¿Chocante? Mucho.

¿Contradictorio? Puede.

¿Instructivo? Desde luego.

Un laberinto de palabras que parecen confabularse para poner a prueba la capacidad del lector para (entre tanto vocablo exótico, rebuscado o casi en desuso) desentrañar una relato entretenido, bien hilvanado y mejor resuelto que, no obstante, en algunos momentos pierde cercanía y se difumina bajo el paso de la potente voz del narrador.

Pero bajo tanto adorno estilístico late una ficción, muy bien contada, de gente que no encuentra su lugar en el mundo. Abandono, soledad, tristeza y el delito como nexo que amalgama a estos desarrapados que vagan por la tierra de la desesperanza. Recreados, diseccionados, expuestos, con una escrupulosidad que sorprende viniendo de la mano de un señor serio de Bilbao educado en colegio de curas, aunque el destino parece confabularse en su contra, los protagonistas de la historia no dejan de pelear con uñas y dientes, en ocasiones literalmente, para disfrutar un trozo de la tarta de la prosperidad que otros devoran sin pararse a apreciarla.

El autor retrata lugares, cuestiona situaciones heredadas o impuestas y, sin llegar a juzgarlos, crea destinos trágicos para unos personajes que, atrapados en sus propias circunstancias, no pueden evitar despertar en el lector cierta tristeza y añoranza por los sueños rotos y las ilusiones perdidas.

“Aunque mis ojos ya no puedan ver ese puro destello,

que en mi juventud me deslumbraba;

aunque ya nada pueda devolver

la hora del esplendor en la hierba

de la gloria en las flores,

no hay que afligirse.

Porque la belleza siempre subsiste en el recuerdo”, Esplendor en la hierba, William Wordsworth

 

Post-data: actualmente en barbecho, Artur, Asís, El Piro, Fredi, Luli, Dora y el flaco Fabián, buscan editor que relance su carrera delictiva e impida que su peripecia vital se pierda en el olvido de los personajes que, sobrados de méritos para perdurar, necesitan más tiempo para calar entre el público más exigente que jamás se arredra ante las dificultades. Espero que no tarden en encontrarlo.

 

Alcohol de 99º
Manu López Marañón
Ediciones Oblícuas

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