Para situar al lector de la época en la que se mueve la novela, nada mejor que un somero resumen que hace el autor:
“Los Estados Unidos le ganaron a la Unión Soviética el tramo decisivo de la carrera espacial y lograron poner un hombre en la luna justo a tiempo, pero ni así pudieron esquivar la tormenta: en el norte todo saltaba por los aires con los hippies, Woodstock y lo que vino después. Estaba en su apogeo la pasión vietnamita, esa ópera trágica cantada a capela por el dúo más mortífero de entonces, integrado por Richard Nixon y Henry Kissinger. Murallas adentro del Kremlin, el camarada Brézhnev se paseaba ufano con el pecho cargado de medallas y, desde lejos, Mao le sonreía aunque se negaba a cepillarse los dientes. El mundo era bastante redondo.”
¿Se puede tener mayor capacidad de concreción? ¿Decir más en menos espacio?
Si alguien peca de juventud y no le suenan de nada algunos datos, ¡¡¡uff!!! Imposible explicarlo, ¡¡cómo pasan los años!!, les podré decir que era plena guerra fría y el mundo era mucho más caótico que ahora y mucho más divertido, también creo que más libre.
La acción nos lleva a Uruguay donde, como en toda América del sur, la lucha por la hegemonía, tanto ideológica como real, sólo acaba de comenzar y el pequeño país es el primer ejemplo de la acción que va a trazar la Casa Blanca y que concluirá con un buen número de dictaduras, a cual peor.
En Uruguay se produce un secuestro, un cónsul del vecino Brasil y un norteamericano, miembro de la CIA, Dan Mitrione, a cargo de los tupamaros, un grupo que lucha contra la oligarquía en el poder y de paso su acción ayuda a que las formas democráticas, al uso en ese momento, dejen de ser importantes y se pase a otra forma de regir los designios de los uruguayos.
Para narrarnos todos los hechos, pues no son pocos y los implicados numerosos, Butazzoni, usa del narrador omnisciente y basa la ficción, con mucha carga de realidad, en tres patas: el propio Mitrione, Randall Lassiter, un espía norteamericano, y Eduardo, un simple peón en el aparato clandestino de los tupamaros. El autor también aprovecha para narrar, con detalle, hechos, razonamientos, pensamientos, ideas surgidas tanto en el lado estadounidense como en el propio palacio presidencial de Montevideo.
Víctima, guerrillero y espía que llega al país con muy poca información salvo la de acometer una misión de alto efecto, nos muestran ese lado oscuro de la historia, como las personas implicadas son apenas briznas de hierba en medio de una marejada y son utilizadas como peones en un juego mucho mayor y a veces siniestro. La eficacia del narrador, con unas mañas asombrosas, no para de enfrentarnos a la realidad y a un mundo de acciones cotidianas que poseen un alto grado de relevancia en cuanto a los hechos globales, pues de alguna forma esas acciones tan comunes acarrean una larga lista de insospechadas consecuencias. De otro lado las lealtades, fundamentales para entender la propia idiosincrasia de los protagonistas, son tan etéreas como dudosas, pues todo puede, y de hecho lo tiene, una segunda o tercera versión, como se puede demostrar en lo que vive el espía Lassiter:
“Luka dijo que la prioridad era Mitrione, de modo que es razonable pensar exactamente lo contrario; pues también ha asegurado que en Montevideo creen que él es un experto en seguridad corporativa, lo que sea que signifique eso. Un breve baile de máscaras sin muchas sorpresas. En general esos son los códigos que se manejan en los sótanos de la compañía, con frases llenas de sobreentendidos y circunloquios en los que a un oxímoron le sigue otro, todo aderezado con vaguedades y mentiras. Con eso hay que lidiar ahora.”
Y ya para adelanto de lo que ocurrirá en todo el cono sur del continente americano; sirva como ejemplo y como le relatan al propio Lassiter su idea de una misión de espionaje:
“—No te hagas el bobo —susurra D’Onofrio—. No fuimos allí a enseñarles nada nuevo a los policías de ese país, sino a lograr que hicieran lo que tienen que hacer. Compromiso y acción. Eso queda después para siempre. Hay que colocarle a cada uno su propia mochila. Y cuanto más pesada sea la mochila, y cuanto más sucia esté y más feo huela, mejor para nosotros. ¿Qué más voy a decirte? En mi pueblo a eso se le llama construir lealtades. ¿Se entiende?”
En el fondo de toda la narración late la violencia que se desatará, muchas decisiones que se tomaron fueron erráticas, sin un poso de reflexión y como tales ofrecieron consecuencias insospechadas.
Como novela, basada en hechos reales, es una obra muy conseguida, intensa y efectiva puede que se deje de lado trabajar más la ficción pero con el entramado histórico y las mañas del autor se sostiene todo el artificio.
La novela es muy recomendable, puede que algo dura sin haber sangre ni vísceras ni violencia en exceso, lo que narra nos muestra que existían fuerzas ocultas que no iban a vacilar en usar todos los medios para lograr sus objetivos. No se la pierdan.
Una historia americana
Fernando ButazzoniAlfaguara
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Insinuar que los Túpamaros fueron responsables de la dictadura militar del ’73… Vaya pedazo de imbécil el autor de este artículo.