Televisión: «River», miniserie de TV (2015)

Teresa Suárez

Un policía, bastante gruñón, y su compañera, bastante más dicharachera que él, hacen guardia frente a una tienda. Las largas horas de vigilancia nocturna pesan cada vez más en el ánimo de ambos.

Ella, que conoce a su pareja como si le hubiera parido, viéndolo cada vez más taciturno, enciende la radio y cuando suena Y Love To Love, by Tina Charles, sube el volumen y comienza a cantar a pleno pulmón, arrancando una sonrisa a su sombrío colega.

En mitad de la canción un coche aparca al otro lado de la calle y el conductor entra en la tienda. El detective lo mira fijo, baja de su coche, se acerca, cauteloso, al vehículo sospechoso y comprueba que está abollado en uno de los laterales. No lo duda y, haciendo caso omiso de su compañera que le ruega prudencia, ordena a ésta que pida socorro e inicia una persecución que terminará con un resultado catastrófico.

Cuando llegan los refuerzos, bronca de la jefa, -¿por qué no pediste ayuda?- el policía responde –lo hicimos-. La jefa asombrada -¿Qué lo hicisteis? ¿Quiénes?- El mira a su compañera y, cuando esta gira sobre sus talones para marcharse, vemos el enorme boquete que luce (la bala entró por la frente y salió por la nuca) en su cabeza ensangrentada.

Él se llama John River y en ocasiones, más a menudo de lo que le gustaría, ve muertos.

La prensa, sin perdón y siempre a la caza y captura del mejor titular (“Un policía persigue a un individuo hasta su muerte”), cabrea enormemente al Comisario Jefe quien, deseando quitarse de en medio a ese agente que tantos quebraderos de cabeza le proporciona, lo manda directamente, si o si, a la psiquiatra oficial con el ferviente anhelo de que la evaluación que ésta realice le permita expulsar del Cuerpo al maldito River de una vez por todas.

Y el brillante John  a lo suyo. Hablando con los pesados de los muertos que se le aparecen cuando les da la gana y, exigentes y porculeros, le dan la brasa con frases cripticas o confesiones del tipo “yo no lo hice”, que le impiden conciliar el sueño.

El Comisario piensa que River está loco. Su jefa directa también lo cree, pero el elevado porcentaje de resolución de casos (más del ochenta por ciento) le impide darle la baja. Su nuevo compañero empieza a sospechar que River está chalado. Los locos casi están seguros de que River es uno de los suyos… ¡Hasta el propio River duda de su cordura!

Cuando John  River, hasta el moño, deja escapar exabruptos y, cabreado, le grita al muerto de turno -No pienso hablar contigo-, siempre hay cerca algún vivo que, extrañado, se queda mirando a ese tipo enorme, ligeramente encorvado y raro, que habla solo, y, mosqueados, cruzan disimuladamente de acera.

River es una miniserie de televisión (seis episodios) bien escrita, bien ambientada, con buenos diálogos, ritmo trepidante, excelente música y con un protagonista que lo borda.

Stellan John Skarsgård, actor sueco de cine, televisión y teatro, con su 1,91 de estatura, sus bien llevados 69 años, su pelo rubio tirando a blanco, sus ojos claros y su seductora sonrisa, proporciona a River el mejor aspecto que su creador pudiera soñar.

Este vikingo, venido de las tierras del Norte, parece haber sido puesto sobre la tierra por Dios con el mandato de “ser fecundo y multiplicarse”. Tuvo seis hijos con su primera mujer y otros dos con su segunda esposa, veinticinco años más joven que Stellan (se ve que la primera ya no era capaz de seguirle el ritmo de procreación a este semental nórdico).

Aunque cuatro de su retoños (Alexander, Gustaf, Bill y Valter, todos ellos altos y rubios como la cerveza) son actores como papa, hasta ahora ninguno de ellos ha logrado eclipsarlo.

Habitual en las películas de Lars Von Trien (Nymphomaniac, Melancolía, en la cual comparte cartel con su hijo Alexander, Dogville y Rompiendo las olas), en 2019 ganó el Globo de Oro al Mejor Actor Secundario por su magnífica interpretación de Boris Shcherbina en la magnífica mini serie de TV Chernobyl que, si no han visto, les recomiendo encarecidamente.

Atractivo, simpático, buen actor…

Vamos, que este hombre de nombre tan extraño, queriendo o sin querer, enamora

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