
Teresa Suárez
Tengo un sueño: todas las aficionadas a “lo negro” (sí, me temo que va con doble sentido) y todos los aficionados a lo criminal, saben dónde está Ascuas porque conservan, en el lugar de honor de su estantería particular, un ejemplar de ese libro, que tanto he elogiado y recomendado, titulado La cordura del idiota, ¡segunda novela! de un escritor que habla mucho del “arco de transformación de los personajes” y cuya obsesión es EL RITMO (y no solo de la noche).
De nombre peculiar, Marto, y apellido que invita al chascarrillo entrañable, desde que llegó a mi vida me integré en su familia, lectora claro. Como lo oyen, aunque no sea su prima, ni siquiera lejana, ni me una a él una análoga relación de convivencia afectiva, soy una chica Pariente y estoy divina de la muerte. Vale, vale, no se ensañen; puede que el físico no acompañe, pero actitud me sobra. Curiosidad también.
Por eso, tras una rápida consulta heráldica vía Google, he encontrado que el escudo de tan singular “last name” lo presiden “en campo de gules” (color rojo) y “puestas en palo” (pieza que atraviesa el centro del escudo desde su parte superior hasta la inferior), dos abejas de oro. ¿Vendrá de ahí la importancia que las colmenas tienen en la novela que tantas alegrías está proporcionando a este escritor recién llegado (Premio Novelpol 2020, IV Premio de Novela Cartagena Negra…)?
Poseedor de un talento natural (no pasado por el tamiz de la educación superior), Marto es un bruto (lo de que el tipo es un poco bestia, bueno bastante, da fe lo que escribe) inteligente y verborreico, al que cuesta seguir cuando razona y no digamos cuando habla (¡parece una ametralladora!).
El caso es que su lógica y su soniquete se te meten en la cabeza y cuando un día te encuentras un local cerrado a cal y canto donde un ajado cartel reza “Repara tu deuda. Ley de segunda oportunidad”, de repente te das cuenta de que tu imaginación se acelera e intenta hilvanar una historia a partir de ese letrero tan, tan, Marto Pariente.
Nacido en Madrid, su cuerpo suele transitar por Alovera, un lugar tranquilo de Guadalajara, pero su inquieta mente, en movimiento continuo, campa a sus anchas de un país a otro sin necesidad de teletransporte ni vuelo intercontinental.
Admirador confeso de los buenos besos de James Crumley, sobre todo si son los últimos, de los sheriffs del sur de Jim Thompson, de los pistoleros crepusculares de Clint Eastwood, del humor absurdo de los Coen y de series como True Detective, la primera por supuesto, que con Nic Pizzolatto al teclado, la maravillosa fotografía de Adam Arkapaw y Cary Joji Fukunaga en la dirección ahondan, y no paran, en lo peor de la condición humana, es indudable que las musas de este celtibérico varón son genuinamente americanas como el Winston (Fumar mata).
Tengo un sueño: ese hombre, que me habla y me aturulla, amaga con una nueva novela que llegará a casa por Navidad y, a menos que el diablo lo remedie, amenaza con convertirse el año próximo en seria candidata a todos los premios serios que otorguen, seriamente, la gente seria del género noir. ¿Cómo lo sé? Será por bruja (me lo dicen mucho).
Y ahora me surge una duda…
Cuando un libro no se ha publicado, ¿cómo llamas a lo que escribes sobre él? ¿Pre reseña? ¿Anunciación? ¿Profecía? ¿O tal vez cebar una novela nonata?
En fin…
El caso es que anoche volví a tener un sueño:
Por la hermosa Campiña de Guadalajara,
hacia el éxito seguido de los suyos
– polvo, sudor y HIERRO–
Marto cabalga.
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Se merece todos los premios. Por buen escritor y por buena gente. Ya con su primera novela, «Una bala para Riley» me convenció y me dejó rendida. La segunda me ha noqueado. La tercera… a por el Dashiell Hammett.
Un abrazo.
¡Otra chica Pariente!
Abrazo también para ti Rosa.
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