La nueva andadura de Bosch, ya es complicado hablar de novedad con un personaje de tanto recorrido, se inició con “Noche sagrada”, en la que el veterano detective, de vuelta de todo, mejor dicho de casi todo, hacía equipo con Renee Ballard, una policía tan exigente y resolutiva como el propio Bosch y que nos introducía aspectos novedosos de las nuevas investigaciones. La nueva, ya no entrecomillo, versión nos permitía seguir disfrutando del personaje y que siguiera contando con alguna forma de legalidad, pues como bien saben los seguidores del inspector, se jubiló, no sin ciertos problemas, pero dejó la placa de policía y pasó a otros menesteres.
Así el dúo Ballard-Bosch se reparten los capítulos y en alguna medida los papeles. Bosch es algo así como el outsider y Ballard la que dirige la función, aunque con un personaje tan poliédrico como el señor del bigote es complicado que no vaya por su cuenta, se guarde información o investigue lo que le dé la gana, como de hecho ocurre.
La obra, siempre divertida de Connelly, es como un largo adiós, como decía la gran película y la no menos afamada novela. Creo, es una opinión sumamente personal, que al autor le cuesta dar por concluida la andadura del personaje, parece que Ballard no termina de funcionarle y que el abogado Haller tampoco y así creo, pronostico más bien, terminará por volver a algún caso antiguo, me puedo apostar algo con quién se atreva.
Pero centrémonos en esta obra. La muerte de un viejo policía, maestro de Bosch, deja en su haber el expediente de un caso sin resolver y claro Hieronymus no puede reprimirse y comienza la trama, que a su vez se entrelaza con un incendio con causa de muerte que investiga Ballard y que a su vez se enreda en otro asesinato, ya saben para los que sean lectores asiduos del angelino que toda la estructura de la obra se va montando como un puzle y que una pieza encaja con la otra, aunque a veces no es así.
La investigación es de primer nivel, como siempre en este autor, y el gusto por el detalle, por ese minúsculo aspecto del caso hace que el lector se interese, sea, de alguna forma parte de todo el proceso policial, lo cual es gran mérito del autor, que repite siempre esa facilidad para involucrar al lector.
Me cuesta criticar a Connelly, no es la mejor de sus novelas pero tampoco la peor, puedo asegurar que es un Connelly de una añada aceptable y que tal vez exagera en las coincidencias, que como todo el mundo sabe y el propio autor lo menciona, no existen.
Leer una obra de este autor es una apuesta segura, son novelas intensas, que se devoran en un momento y que te intrigan hasta el final. El mundo del autor es muy interesante, muy escenográfico, muy de escuela americana aunque a estas alturas ya habría que decir que muy de escuela Connelliniana. Además la serie ha venido a poner cara a algunas de sus creaciones como al actor al que dedica esta obra, Titus Weliver al que sólo le se le puede reprochar que le falta el bigote.
Fuego nocturno
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