Sergio Torrijos Martínez
Glasgow 1973, una ciudad sucia, violenta, industrial, donde la nueva droga, heroína, ha llegado con fuerza y comienza a hacer estragos. No es nuevo el tráfico de drogas, ni mucho menos, ni tampoco el consumo inmoderado de alcohol, pero la nueva droga aparece con tanta fuerza que dibuja todo un panorama nuevo en un mundo ya de por si complicado.
Visto desde nuestro actual punto de vista esas ciudades, Glasgow es sólo un ejemplo, parecen ahora lugares inhóspitos, recuerdan al Nueva York de aquellos años, con esas imágenes de Harleen asolado por las adicciones y plagado de jeringuillas, pero también a mi ciudad, Madrid, que como tantas otras sufrió aquellas lacras. Occidente se ha moderado o al menos lo parece. Todo lo que se mueve por la novela viaja entre alcohol, adicciones y violencia.
De alguna forma parece menos importante la investigación de unos crímenes, que mostrar la ciudad y las costumbres de sus habitantes. La investigación me resulta más como una excusa que el elemento vehicular de la ficción. En todo ese estrato de ficción que una muchacha aparezca muerta es sólo un elemento más de todo el entorno violento que rodea toda la trama. Y dentro de ese entorno lo que nos intenta plasmar el autor se aleja, radicalmente, de un mundo divertido, lo cual también es poco sesgado porque esas ciudades y en ese tiempo eran sucias y malencaradas, pero también enormemente divertidas y vitales. La obra, puro Escocia, tiene ese rasgo común de todo el Tartan Noir y se nota la influencia de Rankin y en especial de esos pub´s repletos de tipos que beben de verdad y que tienen el aroma de los lugares donde se dispensa alcohol de cualquier calidad.
Un policía, Harry McCoy, protagonista principal de la obra es el encargado de investigar la muerte de una muchacha a manos de otro joven. A partir de ahí la propia investigación irá salteándose con la propia historia del protagonista, un hombre con un pasado complicado. Gracias a él vamos recorriendo Glasgow, pubs, clubs y cualquier otro tipo de lugar del que se pueda recabar información. El recorrido de la investigación llevará a insospechados lugares, de los que quién escribe no revelerá nada, pues es una de las principales gracias de la novela.
Es una obra muy clásica, bien organizada, con un protagonista que da mucho juego pues es complejo, con unos secundarios que también aportan tersura a la trama y sobre todo el ambiente que nos muestra está muy logrado.
Puede que algún lector le parezca una novela que juguetea demasiado con el clasicismo, no innova mucho, pero a quién suscribe le ha parecido que una novela como esta demuestra que hay mucho recorrido en el género policíaco.
Como novela me ha parecido buena, tensa, interesante, que te atrapa y te obliga a leerla con rapidez. Te deja también un cierto regusto amargo, pues no se corta a la hora de mostrar la parte más fea del submundo de las adicciones.
Mi recomendación sin paliativos.
Enero sangriento
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Siento nostalgia en pensar que hubiese sido de mi al vivir en esa época