Todo comienza con una pregunta de @Bernie_Gunther -no el personaje de Philip Kerr, evidentemente, sino alguien a quien sigo en Twitter y que utiliza ese apodo- dejada en la cuenta de esta revista en la red del pajarito azul. “Q sabéis de La isla de los cazadores de pájaros? @Revista_C38 recomendable?”.
Sin siquiera pensarlo, adopto la posición de máxima alerta, a cuatro patas, la delantera derecha alzada en el aire y sujetando el ratón con firmeza, las orejas de punta, la mirada fija en la pantalla: esa pregunta acaba de despertar mi propio instinto cazador y quiero saber más de una novela cuyo título me suena pero de la que no he leído nada hasta la fecha, así que retuiteo la pregunta de Bernie, la formulo también en Facebook y, de inmediato, la telaraña negra se pone en marcha, con varias respuestas bastante elogiosas e incluso una reseña de José Ignacio Escribano en su blog The Game’s Afoot que puedes leer aquí.
El cebo está dispuesto y uno es rápido mordiéndolo siempre así que, aprovechando que veo la novela en Amazon a un precio razonable y a un clic de ratón, el libro está en mi Kindle en cuestión de segundos. Y tengo que empezar a leer, a ver lo antes posible qué es eso de los cazadores de pájaros de los que habla el autor escocés Peter May.
Y salvo un breve arranque que no es de mi agrado -ya lo he dicho en otras ocasiones, el exceso innecesario de sangre no va conmigo; los asesinatos que parecen rituales, tampoco, y por ahí parece que puedan ir los tiros, pero solo lo parece-, lo que me encuentro es una novela fascinante, excelentemente estructurada, exquisitamente narrada, de esas que te atrapan sin remedio porque, entre otras cosas, combinan dos elementos irresistibles: el viaje a un escenario desconocido -al menos para un servidor- y el retorno a algo que todos conocemos y en ocasiones añoramos: nuestra infancia.
La novela se inicia con el cruel asesinato de un hombre en una localidad de la isla de Lewis, al norte del norte de Escocia. Como quiera que el sistema informático de la policía -el denominado HOLMES-detecta ciertas similitudes con otro cometido en Edimburgo, el policía que lo ha estado investigando es enviado al lugar de los hechos para determinar si puede tratarse del mismo asesino. Se trata de Finley Macleod -Fionnlagh Macleoid, en su gaélico materno-, nacido en esa misma isla de la que salió dieciocho años atrás y a la que se había prometido no volver jamás.
A partir de aquí, el autor alterna dos momentos temporales y dos narradores para contarnos esta estremecedora historia: el presente, con la investigación policial propiamente dicha narrada en tercera persona, y el pasado de Finley -Fin para los amigos-, contado desde su propio punto de vista y que nos lleva desde sus primeros pasos en la escuela local hasta el momento en que abandonó -creía que definitivamente- la isla. Y es esta parte -en la que conoceremos a los personajes presuntamente implicados en el asesinato del que se ocupa Fin- la que brilla especialmente, con una descripción precisa, detallada, de lo que supone la vida en entornos tan aislados como el que nos sirve de escenario; de una sociedad inmovilista -la infancia de Fin transcurre a finales del siglo XX y nadie diría, a juzgar por los hechos y costumbres de los lugareños, que no estamos cien años antes- en la que la influencia de la presbiteriana Iglesia de Escocia pesa como una losa sobre sus habitantes, con un sabbat que impide cualquier actividad cada domingo; de una infancia llena a partes iguales de gestos crueles, afrentas imperdonables y fidelidades inquebrantables; de una costumbre ancestral con tintes salvajes que da título a la novela y que hay que interpretar como lo que es: un rito iniciático que une como una piña a la docena de hombres que tienen el honor de participar en él cada año.
Una piña, por cierto, de la que resulta imposible escapar, como tampoco se puede dar la espalda a ese pasado en el que se encuentran los pequeños detalles, las complicidades, lo inconfesable y el oscurantismo que explicarán el cómo, quién y porqué del asesinato que sirve de excusa a esta estupenda novela.
Porque -y sin que esto signifique ningún «pero» en absoluto- debo confesar que siempre me quedará la duda de saber si lo que he leído es una novela negra o una muy buena novela costumbrista, pero es que los límites de nuestro género son tan permeables…
La isla de los cazadores de pájarosPeter May
Trad.: Toni Hill Gumbao
Grijalbo Seguir a @ricardo_bosque
Excelente tu reseña, como de costumbre. Agradezco tu mención. Acabo de empezar a leer la segunda novela de esta trilogía The Lewis Man (El hombre sin pasado). La tercera, The Chessmen, todavía no está dispoible en castellano.
Gracias, José Ignacio, por tus palabras y por ponerme en el camino hacia esta novela con tu propia reseña. Por cierto, la segunda también está muy bien, Peter may ha encontrado una buena fórmula para esta trilogía y ya se sabe que cuando algo funciona no hay que tocarlo demasiado
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