El mejor libro de Leif GW Persson. Premio a la mejor novela de la Asociación de Escritores Suecos de Novela Negra; premio Llave de Cristal a la mejor novela publicada en los países nórdicos y premio a la mejor novela de la Academia de Escritores Daneses de Novela Negra.
Esto es lo que dice la publicidad editorial de la última novela que llega a España del, en mi opinión, mejor escritor nórdico de novela negra de la historia. La referencia a los premios recibidos por El detective moribundo es cuestión indiscutible, un dato puramente objetivo; lo de «el mejor libro de Leif GW Persson» ya entra dentro del terreno de la subjetividad y, obviamente, de las técnicas de marketing más elementales.
¿Es de verdad la mejor novela de Persson? Bueno, para un incondicional del sueco con más sentido del humor de entre todos los conocidos y con el listón tan alto que puso en su trilogía sobre el declive del Estado del Bienestar -las tres excelentes; tal vez la segunda de la serie, Otro tiempo, otra vida, la mejor de ellas y de todas las escritas por este hombre- la cosa es tan complicada como responder a la cruel e improcedente pregunta: «¿Y tú a quién quieres más, a papá o a mamá?»
No entraré, por tanto, en aspectos clasificatorios ni en establecer los puestos que cada uno de los libros de Persson deberían ocupar en mi podio particular. Me limitaré, creo que es lo más justo, a decir que estamos ante otra de las muy buenas novelas de este escritor no tan conocido como merece, eclipsado parcial e injustamente por los más mediáticos Mankell o Larsson. Sí, Stieg, el de la trilogía con cerillas, bidones de gasolina y corrientes de aire a la que Persson, en demostración de su acerado sentido del humor, no puede evitar referirse en la novela que nos ocupa en un par de simpáticas y oportunas puyas dedicadas a sus dos estelares protagonistas, el periodista intachable y la hacker sociópata.
Leif GW Persson encontró un auténtico filón en la antes citada trilogía -en la del estado del Bienestar, no en la de las cerillas- al construir tres novelas corales en las que es difícil encontrar a un personaje que destaque por encima de los otros -si bien en cada uno de los títulos que la componen hay alguien que suele asumir la responsabilidad de cargar con el peso de la narración- pues todos ellos están fantásticamente dibujados, con características propias e intranferibles y con unos rasgos de personalidad tan peculiares que incluso los más despreciables policías de la saga -me refiero al impresentable de Evert Bäckström, por supuesto- tienen su encanto para el lector. Ahí, en las 2000 páginas de la trilogía, nacen, desde luego, el corrupto Bäckström, pero también los más honrados Lars Martin Johansson y su inseparable Bo Jarnebring, el fiel Wiklander y la responsable y encantadora Lisa Mattei, la prometedora Anna Holt… Todos ellos tan inolvidables que Persson, con buen criterio, decide dedicarles luego otras novelas -a modo de un televisivo spin off– en las que puedan destacar individualmente.
Es el caso de los dos títulos anteriores publicados por Grijalbo –Linda, como en el asesinato de Linda y Quien mate al dragón-, ambas escritas para mayor lucimiento del ineficaz, egocéntrico y casposo (aunque también con su puntito entrañable) Bäckström. Ahora llega el momento de la otra cara de la moneda: el carismático, íntegro, intuitivo y brillante Lars Martin Johansson.
Un Lars Martin -el tipo resulta tan entrañable que apetece llamarle por el nombre de pila e incluso tutearle al más puro estilo escandinavo- que no atraviesa su mejor momento en cuestiones de salud: cercano a los setenta y ya jubilado, el estrés, el poco ejercicio físico y unos lamentables hábitos alimenticios le pasan factura en forma de embolia cerebral que le lleva de cabeza al hospital. Un detective, por tanto, moribundo desde las primeras páginas de la novela.
Pero un moribundo que conserva su sentido del humor, la sabiduría policial y su pasión por la búsqueda de la verdad aunque llegar a esta resulte inútil, así que será incapaz, en plena convalecencia, de negarse a investigar – a instancia de su doctora- un crimen ya prescrito: la violación y asesinato de una niña veinticinco años atrás.
La pregunta no es si nuestro enfermo detective averiguará la identidad del criminal -qué menos de un hombre del que se dice que es capaz de ver incluso al otro lado de las esquinas, y quien tuvo, retuvo- sino qué hacer con él, llegado el momento, si no es posible entregarlo a la justicia. ¿Recurrir al visceral «ojo por ojo, diente por diente»? ¿Hacer pública su identidad y que sea lo que dios quiera? ¿Ponerse en contacto con el padre de la víctima, un médico iraní actualmente multimillonario y presidente de una fundación que lucha -literalmente- contra los pederastas?
Persson no necesita recurrir a la acción trepidante o a sorprendentes puntos de giro para mantener intacto el interés del lector desde la primera a la última página a pesar de que ya a mitad de la novela estamos seguros de haber encontrado al culpable -aunque no la respuesta a qué hacer con él-, le basta con servirse de su peculiar modo de narrar, tranquilo, sin prisas, sin estridencias de ningún tipo. Y a Johansson le basta y le sobra con la ayuda de un peculiar grupo integrado por su excompañero y también jubilado Bo Jarnebring, Matilda -la tatuada asistenta que debe velar a diario por su salud- y Max, un chico para todo de veintitrés años, nacido en Rusia, criado en orfanatos de aquel país y con cierta tendencia a la violencia bien entendida. Y claro, cuando haya que ir por la vía legal siempre tendrá a mano a las ahora ascendidas Lisa Mattei o Anna Holt, responsables de la policía nacional y los servicios secretos suecos y dispuestas a echar un cable a su apreciado y añorado jefe.
Por supuesto, tampoco podía faltar en esta historia, si bien de un modo absolutamente testimonial, el bueno de Bäckström, pero es que ese tipo es como esas pesadillas de las que uno es incapaz de escapar por mucho que lo intente. Y es que Persson, en un detalle de humor marca de la casa, hace que sea el inútil policía quien estuviera al frente de la investigación fallida hace veinticinco años y, como guinda al pastel, le reserva un memorable epílogo absolutamente en su línea.
En resumidas cuentas, que sigo sin saber si es la mejor novela de Persson pero estoy convencido de que el papel de Lars Martin en ella y su relación con quienes le rodean la convierten en la más tierna y conmovedora de todas ellas, demostrando que la lágrima no está reñida con el humor ni este con los crímenes más aborrecibles.
Siempre y cuando el que es, en mi opinión, mejor escritor nórdico de novela negra de la historia, esté detrás del teclado, claro.
El detective moribundoLeif GW Persson Trad.: Francisca Jiménez Pozuelo
Grijalbo
Muy buena reseña Ricardo pero no te mojas…..para mí, creo que la he repetido hasta la saciedad, la mejor, sin discusión posible «Quién mate al dragón». Lo que hace Persson en está, aparte de hacer un muy buen trabajo, es decir a todos ¡Eh qué también lo sé hacer bien!
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