«Las dos caras de enero», por Teresa Suárez

las_dos_caras_de_enero-cartel-5509Teresa Suárez

«No sé como una película de coches y carreras ha podido emocionarme, pero lo ha hecho. No me gusta conducir, pero Ryan Gosling consigue que parezca algo romántico y hermoso.

No entiendo como una historia en la que unos mafiosos crueles y sin escrúpulos, empeñados en dejar a su paso un reguero de cadáveres sanguinolentos, puede resultar poética, pero lo es. ¡Pura poesía urbana! Es pausada e impetuosa, dulce y salvaje, tierna y muy dura. Me recordó a «Collateral», de Michael Mann, por el aura de tristeza que envuelve a los personajes y que no los abandona hasta su muerte.

Hay escenas tan brutales y desgarradoras, como la de los dos personajes principales en el ascensor, que te encogen el corazón y te hacen removerte incomoda en tu butaca. Pero no se regodea en la pena, ni en el desencuentro, ni juega con falsos sentimentalismos. Al final cada uno sigue con su vida, en esa ciudad o en otra, aunque un poco más tristes y bastante más solos”.

Las palabras anteriores forman parte de mi crítica sobre Drive, una de mis películas favoritas, cuyo guión escribió Hossein Amini, el mismo que ahora se estrena como director con Las dos caras de enero.

Con su agradecimiento, en los títulos de crédito, a Anthony Minghella y Sydney Pollack se ganó mis simpatías porque supone un reconocimiento merecido a quienes mejor han adaptado una novela de Patricia Highsmith al cine: El talento de Mr Ripley, ese personaje con tantas aristas a quien admiro y respeto.

Una atractiva y enamorada pareja norteamericana, un joven, también norteamericano, que trabaja como guía y que vive de estafar a turistas ricas, un marco incomparable, la Acrópolis griega, deseo, celos, mucho alcohol y cigarrillos, son algunos de los ingredientes de esta receta que tanto recuerda al cine con sabor clásico.

No hay carreras, ni gritos, la violencia es contenida y la extrema tensión que se alcanza se refleja en el rostro de los protagonistas y, sobre todo, en la evolución de su comportamiento según avanza la historia.

Relaciones equívocas y abiertas, dilemas morales, personajes imperfectos con numerosos claroscuros que pasan, sin ningún pudor, del sentimentalismo más blando al cinismo más descarado. Patricia, ya lo sabemos, siente debilidad por los malos. Experta espeleóloga acostumbrada a adentrarse en las cavidades más escondidas del alma humana para dejar patente que cualquiera, en circunstancias extremas, es capaz de lo mejor y de lo peor.

Gama cromática de amarillos y tonos tierra para ambientar una historia que se inicia en Atenas, discurre por Creta y finaliza en Estambul. Calor asfixiante, por la época estival, para acompañar a una atmosfera más asfixiante aún por la tensión que va entrelazando la vida de los tres personajes principales.

El universo de Patricia Higsmith magistralmente llevado a la pantalla.

Las notas de Alberto Iglesias hacen el resto.

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