«Tres motivos para morir en Madrid», de Eduardo Vaquerizo, por Sergio Torrijos Martínez

tres-motivos-portadaSergio Torrijos Martínez

¡Guau! Fue lo primero que se me escapó nada más terminar la novela y no es algo que haga muy a menudo.

A la novela se le podrán achacar muchas cosas pero tiene una potencia narrativa de primer orden. Es una afirmación muy rotunda, pero tan cierta como que la novela es suavemente mestiza y que se lee con una rapidez insospechada.

El mestizaje en la ficción es algo que ahora está muy en boga, una mezcla de géneros para dar textura a las novelas. Cuando el editor, un tipo simpático y aragonés, me hizo llegar la idea de reseñar la obra me extrañó: su afición, sus gustos van por un camino un tanto diferente al mío, gusta del terror, de la fantasía un tanto peculiar, pero el título y la sinopsis me hizo reconsiderarlo.

Se apuntaba a la novela policíaca pura y dura pero, claro, en una novela de Saco de Huesos y en dicha editorial pueden pasar muchas cosas y una de ellas es esta obra. He sido capaz de compatibilizar cuatro géneros diferentes -¿alguien da más?- conviviendo entre las páginas de la novela y lo que pudieran ser fuerzas que tiran en diferentes direcciones es algo que el autor ha sabido domar y reconducirlas para que nos lleve en la dirección que él desea. Y eso es de un mérito elevadísimo.

En la novela hay acción, crímenes, sangre, tensión, toquecitos de otras cosas que prefiero no desvelar y que nos hacen apurar la lectura porque no sospechas qué va a ocurrir. De un capítulo a otro puede acontecer cualquier cosa, pero, y en esto tienen que confiar en mí, todo es divertido.

La novela arranca de forma muy abrupta, un autobús lleno de mujeres aparece quemado con una treintena de cadáveres. Falta una mujer, y la inspectora Alia Arredo es la encargada de esclarecer el asunto. Alia está en el proceso final de una enfermedad terminal, lo cual provocará que se encuentre en un estado de salud sumamente precario pero al mismo tiempo, y tal vez gracias a eso, mucho más lúcida. Buscará a la mujer desaparecida, pero no será la única: también un antiguo policía y un empresario de la noche madrileña van en pos de la desaparecida.

La novela tiene un ritmo endiablado, estructurada en capítulos cortos que propician la velocidad en la lectura, a lo que se suma una prosa ágil. Aquí hay un punto que quiero destacar y es la calidad de la prosa, con unos momentos sublimes y cargados de una intencionalidad e intensidad bestial. También con un estilo sumamente personal y para que sirva de ejemplo:

“Amanece despacio, sin ruido. Hay gente que, somnolienta, la mira con aprensión al pasar. Aferrando las llaves de sus coches, los abren, entran con prisa, atrancan los seguros y desaparecen rumbo a sus trabajos. Alia, apoyada en un murete de cemento, rodeada de policías, apenas piensa ya, tan solo disfruta de ese instante de tiempo. Contempla Madrid desde la humilde perspectiva de ese aparcamiento anónimo, mira ese pedazo de ciudad con una extrañeza nueva. Mientras se acaba el café lo siente casi como una obra de arte espontánea, un exabrupto natural que se ha autorganizado de manera intensa desde el lodo primordial. Espontáneamente, sin que nadie lo haya planificado, han nacido y crecido edificios, coches, empresas, rascacielos y luego millones de delicadas vidas que lo habitan todo, soportes tenues de un placer y un dolor sostenido por frágiles esqueletos de sangre y carne.”

Lo cierto, creo que ya se me nota, la novela me ha gustado mucho. Me ha parecido una gratísima sorpresa, más aún cuando apenas sospechas qué ocurrirá en el siguiente capítulo. La tensión se ha mantenido constante, sin abrumar, incluso cuando se llega al final apenas se considera que se haya hecho un esfuerzo por la lectura, que ha sido siempre fluida. Me gustaría recomendar la obra a todos esos lectores que buscan algo nuevo, que prefieren salirse del cauce habitual, este es un camino con muchas novedades en el sendero, con recovecos diferentes y que nos demuestra una cosa: que cuando la ficción es buena se lee con placer.

Es una muy buena lectura para el verano.

 

Tres motivos para morir en Madrid
Eduardo Vaquerizo
Saco de Huesos

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