«Pan, educación, libertad», de Petros Márkaris, por Noemí Pastor

pan-educacion-libertad-9788483834923Noemí Pastor

Cuando el retraso tiene su premio

Comencé a leer este libro a finales de 2013, año en el que se publicó en español. Por razones que no vienen al caso, lo dejé apenas empezado y en este verano lo he retomado, disfrutado y terminado. Por raro que parezca, ha tenido mucho interés y mucha gracia leerlo años después y ver cómo la realidad ha transcurrido a veces paralela y a veces tangente a la ficción.

Escribo esto porque Pan, educación, libertad es una novela negro-policial, sí: hay un crimen, un policía que investiga (el comisario Jaritos, antihéroe habitual de Márkaris), una resolución y, entre tanto, un bonito repaso de la situación política, social y económica de Grecia. Todo ello en plan ucronía, claro, porque esta Grecia es una Grecia imaginaria pre Syriza, pre Tsipras, pre Varoufakis, pre referéndum, pre rescates y pre casi todo, que ha abandonado el euro para volver al dracma, al tiempo que España también ha vuelto a la peseta e Italia a la lira, por cierto.

Vías paralelas

A propósito: siempre que leo una novela de Márkaris me sorprendo de cuánto se parece Grecia a España, cuántas cosas han sucedido casi igualitas en ambos países: una transición clarioscura tras una dictadura, unas olimpiadas, un boom del ladrillo, unos años de veloz crecimiento y falsa prosperidad…

“Estoy tan contento –dice Jaritos – que subiría los escalones del edificio de cinco en cinco. Pero nuestro bloque de pisos dispone de ascensor. Y los griegos siempre utilizan el ascensor. Pensándolo bien, lo que nos ha arruinado ha sido precisamente el ascenso rápido.”

También tenemos en común una caída en picado y, como suele suceder en tiempos de pobreza, un auge de la extrema derecha. Sin nombrar a Amanecer Dorado, Márkaris le da un buen repaso:

“Los extremistas de derechas apalean, destrozan, incluso disparan, pero no piensan. (…) La extrema derecha no piensa en términos políticos. Para ellos la política equivale a destrucción.”

Pero advierte del peligro de convertirnos en su réplica:

“A la extrema derecha le resulta fácil destrozarlo todo y a nosotros nos resulta fácil culparlos de todo lo que no nos gusta. Son la explicación cómoda. A veces lo son, pero no siempre.”

En fin, que contra la extrema derecha vivimos mejor. Y no te digo contra la pretérita dictadura.

La novela cuenta cómo los “héroes” de la transición crearon una “casta” infame. Disculpadme por utilizar la palabra ”casta”, tan manida, pero, aunque el texto de Márkaris (o, mejor dicho, la traducción de Ersi Marina Samará Spiliotopulu) no la utilice, seguramente porque en 2013 aún no se había popularizado, es la más adecuada, la que mejor define a esa presunta elite.

Pero hay esperanza: Katerina y Adrianí

Sí, hay esperanza. Ya lo dijo Márkaris en Bilbao en 2011, cuando presentó Con el agua al cuello: para resisitir hay que volver a la década de 1950, a la austeridad de la buena, la auténtica, no la otra, la pervertida; hay que volver a los valores de los pobres, de los campesinos; a la tierra; al sentido común de las gentes como Adrianí.

A quienes no hayás leído ninguna novela del comisario Jaritos (¿hay algún caso en la sala?), os diré que Adrianí es su santa esposa. Mal tratada en las primeras novelas por el narrador (nos la pintaba tonta, siempre enfurruñada, colgada de la programación más estupida de la televisión), empezó a despuntar en El accionista mayoritario y desde entonces no ha hecho sino mejorar, hasta el punto de que, por su sensatez, su sentido pragmático de la existencia y su eficiencia, se ha ganado la admiración de su marido, que en las primeras novelas no hacía sino humillarla.

Jaritos pertenece a una generación de hombres que se sumó a otras muchas en el desprecio a las mujeres, pero se diferenció de las anteriores en que cayeron rendidos de admiración ante sus hijas. Se hicieron feministas… Bueno, sin exagerar; rectifico: Se hicieron menos machistas por ellas, por sus hijas. Les dolió que el mundo no apreciara sus talentos, sus capacidades, el tiempo y el dinero invertidos en su formación, los sacrificios que supusieron los años de universidad… Vivieron la exclusión la falta de oportunidades, no en sus propias carnes, pero sí muy de cerquita y de pronto les dolió la realidad.

Katerina, la hija de Jaritos, representa en Pan, educación, libertad a las nuevas generaciones griegas que llenan de esperanza a Márkaris; nuevas generaciones que llegan también a la policía, en la figura de un agente veinteañero con ojos limpios e inmejorable actitud.

Aviso a navegantes

Para terminar, un parrafito tan ucrónico como probablemente profético y aterrador.

“Hasta hace un año, nosotros los funcionarios nos sentíamos a salvo de cualquier contingencia. Nos permitíamos el lujo de mirar con compasión a los trabajadores despedidos del sector privado. Pero ya nos ha pillado el toro. La Administración va desbocada y llueven los despidos.”

Que no nos pase nada.

 

Pan, educación, libertad
Petros Márkaris
Trad.: Ersi Marina Samará Spiliotopulu
Tusquets
 

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