Reseña: «Yeruldelgger, muertos en la estepa», de Ian Manook

Yeruldelgger, muertos en la estepa_150x230Ricardo Bosque

Creo recordar un eslogan del tardofranquismo, tan vez de cuando Manuel Fraga era ministro de Información y Turismo, que decía algo así como que «viajar forma a la juventud», que no sé yo si se refería a los jóvenes que viajaban por puro vicio o a los que lo hacían para formarse laboralmente en Alemania y alrededores.

Y ese eslogan me viene a la cabeza -tal vez sustituyendo lo de «juventud» por algo así como «al lector de novela negra» mientras disfruto de esos parajes que sólo he visto en los documentales de La 2, a la hora de la siesta. Y lo hago en la mejor compañía posible, la del comisario Yeruldelgger, protagonista de esta primera novela de Ian Manook que ya se ha hecho con premios como el SNCF du Polar, el de las Lectoras de Elle o el de los Lectores Quais du Polar/20 Minutes.

Colérico e impredecible. Astuto y pertinaz como Montalbano o Marlowe, violento y vengativo como Mike Hammer o Harry el Sucio. Así es este policía mongol, orgulloso de serlo, repetuoso con las tradiciones de su pueblo y enemigo de esos nacionalistas que se sienten herederos de Gengis Kan que han hecho de chinos y coreanos el objeto oscuro de su racismo.

Un hombre que perdió a su mujer y a una de sus hijas por culpa de su profesión -no asustarse, no estamos ante el tópico psicodrama que tanto se estila en la novela criminal actual- y que está a punto de perder también a Saraa, su otra hija, dada al coqueteo con alcoholes, drogas varias y nazis de medio pelo que tienen a Adolf como modelo a imitar. A cambio, el policía cuenta con el cariño y el apoyo absoluto de otras dos mujeres, su compañera Oyun y la forense Solongo, así como con el respeto de Gantulga, un pícaro callejero que no duda en colaborar con los anteriores en la resolución del caso que les ocupa, una entrega absoluta basada en el ingenio, el arrojo y la despreocupación que se desarrolla cuando uno vive -literalmente- en las cloacas de una gran ciudad como Ulán Bator, recorrida oir canalizaciones subterráneas que conducen el agua caliente y la calefacción por las entrañas de la gran urbe, el único sitio en el que pueden vivir los miles de sintecho locales cuando las temperaturas se ponen a 40 grados bajo cero.

Porque Yeruldelgger, muertos en la estepa, es una novela que, a pesar de girar en torno a la figura del comisario, cuenta con unos secundarios de lujo que, en buena parte del desarrollo de la novela, roban con descaro el protagonismo al policía para sacar adelante una trama compleja, cuajada de corrupción política, económica y policial, con abundantes giros que tan pronto ralentizan la acción, la espiritualizan con pasajes en los que uno puede esperar que aparezca aquel televisivo Pequeño Saltamontes de principios de los setenta o la aceleran al máximo, desbocándola como los típicos galopes de los históricos guerreros de la región o de los actuales ángeles del infierno que siembran el pánico con el paso de sus estruendosos quads.

Como suele decirse en determinados ambientes culinarios, Ian Manook aúna a la perfección tradición y modernidad en esta novela en la que conviven la ceremonia del té con el uso del iPhone y el iPad, las técnicas de investigación más actuales -Yeruldelgger se queja en ocasiones de que incluso en la aldea más remota del país todo el mundo se cree Horatio Caine- con las artes marciales que sólo pueden aprenderse en perdidos monasterios, las prostitutas perfumadas con falsos aromas franceses con los chamanes garantes de una cultura y tradición atávicas.

Ya se venía a decir en la Odisea y en la Itaca de Kavafis -ah, qué gran disco aquel de Lluis Llach del Viatge a Itaca– que lo importante es el viaje, no el destino. En Yeruldelgger, muertos en la estepa, el destino -o parte del destino, al menos- casi se intuye desde la mitad de la novela. No importa, dejénse llevar por aquellos inquietantes parajes y disfruten hasta la última página, hasta la última estación de esta excelente novela.

 

Yeruldelgger, muertos en la estepa
Ian Manook
Trad.: José Fajardo González
Salamandra Black

3 comentarios en “Reseña: «Yeruldelgger, muertos en la estepa», de Ian Manook

  1. Quan surts per fer el viatge cap a Itaca, has de pregar que el camí sigui llarg…
    Me apetece emprender ese viaje que, por lo que cuentas e igual me equivoco, imagino un paisaje como la taiga por la que se movía Dersu Uzala.
    Un abrazo

  2. Pingback: 20 lecturas criminales de 2016 | Revista Calibre .38

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