A partir de la colaboración entre el programa de radio «La noche de Adolfo Arjona» de la cadena COPE y que albergaba hasta hace un tiempo un espacio llamado «Crónica negra» y la editorial Sekotia nace una colección de libros en los que recrear la vida de algunos de los más conocidos asesinos en serie de la historia. Vidas ejemplares estas, como las de John Wayne (no el actor, sino aquel que se disfrazaba de Pogo el payaso y entretenía a los niños de día mientras sodomizaba y asesinaba a adolescentes de noche), H. H. Holmes o nuestra vampira barcelonesa Enriqueta Martí entre otros, cada uno de los libros firmado por un autor diferente.
La segunda temporada de la colección arrancaba fuerte, con la vida de Gary Ridgway novelada por Ignacio Barroso Benavente, a la que siguió la de Henri Désiré Landru firmada por David Verdejo. Ahora, de la mano de Ana Bolox, nos llega uno de los casos más curiosos, por improbable, de los últimos años: el de Jean-Claude Romand, ejemplar ciudadano francés que, en enero de 1993, acababa con la vida de su mujer, sus dos hijos y sus padres., todo ello en menos de veinticuatro horas.
Romand era un joven normal y corriente (si acaso con cierta tendencia a la depresión), estudiante de medicina, un tanto introvertido aunque eso no le impidiera salir de copas con los amigos o enamorarse como otro cualquiera. Sin embargo, a partir de los veintiuno, su vida da un giro radical instalándose desde ese momento en la mentira permanente, una ficción que mantiene ante su esposa, sus compañeros de carrera, sus vecinos (que siempre describieron al matrimonio formado por Jean-Claude y Florence como modélico), sus padres…
Administrando los tiempos a la perfección, dosificando convenientemente la información que el lector debe conocer en cada momento, Ana Bolox demuestra su pericia a la hora de llevarnos de la mano desde junio de 1975 (momento en que todo comenzó) hasta la mañana del lunes 11 de enero de 1993 en que un incendio en la casa de los Romand despierta a los vecinos de su sueño y del engaño en el que habían vivido durante tanto tiempo. Quienes no despiertan son Florence, Caroline y Antoine, así como los padres de Jean-Claude, igualmente asesinados en su domicilio situado a pocos kilómetros de la residencia del criminal.
Una lectura fascinante sobre un suceso que sin duda calificaríamos de increíble de no ser porque la policía francesa y la prensa le dieron carta de veracidad y porque el culpable fue condenado en 1996 a cadena perpetua con un cumplimiento mínimo de 22 años en la prisión de Châteauroix (si mis cuentas no fallan, este mismo año podría pisar la calle).
Léanlo. Sorpréndanse.
Jean-Claude RomandAna Bolox Sekotia (Mi expediente favorito)