Hace casi un lustro llegaba a mis manos la primera de las novelas protagonizadas por un tal Palop -Florentino de nombre de pila- firmadas por un tal Pascual Ulpiano -seudónimo de un escritor a quien se podía identificar con cierta facildad en redes sociales-. Palop -obviaremos lo de Florentino-, vengativo como Mike Hammer (sin sus connotaciones fascistoides) y pulpero al más puro estilo Sanantonio, el chulo con placa protagonista de cerca de 200 novelitas del incomparable Frédéric Dard, sacó adelante un total de cuatro casos, a cual más divertidamente violento: Palop juega sucio, Malas noticias, es Palop, Probaréis el frío acero de mi venganza y, por fin, Y cuando acabes con ellos revienta, Palop.
Un mes más tarde de salir a la calle esta última entrega, ya en agosto de 2018, tuve el privilegio de ser invitado a entrevistar, dentro del programa de Cubelles Noir, a Ian Manook, creador del, que yo sepa, primer policía literario ejerciendo en Mongolia, un tal Yeruldelgger, otro individuo violento donde los haya. El autor, francés de origen armenio, con conocimientos de italiano y buena voluntad con la lengua de Cervantes se sentaba a mi lado dispuesto a soportar mi interrogatorio, pero mi escasa habilidad para los idiomas animó al comisario del festival, Xavier Borrell, a pronunciar esas palabras que tantas veces hemos escuchado en las películas: «Por favor, si hay algún traductor en la sala…». Uno, no, dos aparecieron, pero quien enseguida se hizo con la voz cantante fue un joven de aspecto formalito y bien dotado para los idiomas, con un perfecto dominio del francés y del italiano, que hizo que una entrevista que se antojaba complicada fluyera como un buen vino.
Al término de la misma, foto de familia y presentación: «Alberto Valle, Ricardo Bosque; Ricardo Bosque, Alberto Valle».
¿Cómo? ¿El traductor de Manook era Ulpiano, el padre de Palop, a quien imaginaba con cierto aspecto patibulario o, al menos, de macarra de mi barrio de la infancia? Lo que hacen los prejuicios, señor.
Poco después de publicaba en el perfil de uno de mis amigos o amigas en Facebook la foto de alguien firmando un contrato editorial con, creo que se decía, Alrevés. Miré la imagen, las manos del firmante, la camiseta que vestía… A ese tipo lo conozco yo, me dije y acerté, como pude comprobar cuando, meses más tarde se ponía a la venta Soy la venganza de un hombre muerto, en la que Ulpiano se quitaba la máscara y daba un paso al frente con su identidad real.
En su primera novela como Alberto Valle se mantiene el estilo descarnado y violento con el que le conocí en sus historias pulp, pero cambia la forma, mucho más sobria y comedida como exige una obra de cuatrocientas páginas frente a la brevedad de las anteriores. Desaparece el humor chulesco de Palop, que es sustituido por la crudeza de la realidad, por el desánimo, por la caída sin remedio de los personajes hacia un abismo inevitable. Pero se mantiene, se incrementa más bien, el buen hacer literario del autor, que demuestra que es capaz de mucho más que de entretener al personal con sus palabras impresas.
Ya es un tópico eso de que la venganza en un plato que se sirve frío, pero es que lo se que nos presenta en esta compleja trama es algo absolutamente gélido, algo que al protagonista -uno de ellos, porque estamos ante una novela claramente coral- no le importa demorar varias décadas con tal de alcanzar su objetivo en una historia en la que el autor somete a personajes y lectores a un cruel juego de identidades -mucho menos inocente que el de Ulpiano/Valle- en el que nadie parece ser quien dice ser, en el que no hay buenos y malos sino malos y peores, en el que la obsesión se abre paso a codazos entre un presunto Miguel Morera y su implacable perseguidor, el muy cuestionable inspector Guillermo Aranda.
Otro tópico bastante habitual es ese que dice que la ciudad es otra de las protagonistas de la historia. En este caso el tópico se hace realidad, siendo testigos como lectores de la transformación de una Barcelona gris y mediocre del Congreso Eucarístico de 1952 en la brillante y especuladora de los tiempos olímpicos.
Y otro tópico bastante extendido es ese que viene a decir que si te gusta una novela es mejor que no conozcas a su autor por si te llevas una desilusión. Y este, afirmo sin dudarlo, no se cumple aquí: me encantó Ulpiano/Palop, me encantó desenmascarar a su autor y disfruté como hacía tiempo con su primera novela dando la cara.
Soy la venganza de un hombre muertoAlberto Valle Alrevés