En Diez negritos (1933), Agatha Christie rodeaba al lector de ocho sospechosos –el número descendía de capitulo en capitulo– recluidos en una mansión construida en una isla aislada por las mareas. El lector deberá sospechar de todos ellos y descubrir al asesino con las únicas pistas –a veces tramposas– que le ofrece la dama del crimen. Nada conoce más allá de lo que en la mansión sucede, incluso asiste a una cena en el salón donde el veneno ha de ser suministrado necesariamente por alguno de los presentes. La novela transcurre entre la desesperación por encontrar alguna pista y la impaciencia por llegar a la última página.
A un caso criminal similar se enfrentara el lector en Cuando es invierno en el mar del norte (2019), de la escritora Leticia Sánchez Ruiz (Oviedo, 1980) con alguna importante diferencia para el lector o lectora. Estamos nuevamente ante un misterio a desentrañar: el mar ha arrojado a la playa de una localidad costera un cadáver, las mareas solo lo han podido llevar hasta la costa desde un punto, una isla –la isla de Or– en la que esta sita la mansión de los Larfeuil. Entre los moradores y asistentes a una cena celebrada tras el entierro del patriarca de la familia en la casa se encuentra el o la asesina. Los policías que acuden un investigar inician los interrogatorios entre la incomodidad de los familiares y el inspector de turno será una presencia inquietante que nos recordara aquella inolvidable obra de teatro, Llama un inspector, de J. B. Priestley. Sus preguntas, las respuestas de los interrogados, nos recordaran, es verdad, a otros interrogatorios que hemos leído en novelas de la Golden Age, pero hay una voz que nos acompaña narrando la noche de los interrogatorios, la de uno de los miembros de la familia (Guillermo) que comenzará a sospechar de su familia en la misma medida que el lector comenzará a conocer la personalidad y el pasado de sus integrantes. Es este un recurso, la voz de un testigo, que pocas veces utilizó doña Agatha, y a veces lo usó para escondernos al propio criminal, pero Leticia crea una voz literaria rica en matices, en temores y en sospechas, pero sobre todo conmovida por los recuerdos de su infancia y juventud. Los recuerdos de Guillermo guiarán esa noche de pesquisas en compañía de los medidos movimientos de los habitantes de la mansión por cada una de las estancias –descritas con la pulcritud de una obra del teatro de detectives–, de los silencios o de los reproches. Y todo a la espera de encontrar ese secreto familiar –el “skeleton in the closet” que diría Dickens, que habita en todas las familias– que dé respuesta a los interrogantes.
Pero el lector no dispone únicamente de una voz que le guía entre habitaciones o recuerdos. Hay una segunda voz literaria que, también en primera persona, ira alternando, junto con Guillermo, en papel de narradora. Dora, una periodista que sufre la separación de alguien a quien ha amado, investigara quién pudo matar al hombre cuyo cadáver aparece en la playa, un artesano, un pobre hombre ajeno a la familia que vive en la isla. No es la investigación de una detective lo que Dora aporta a la narración, ni siquiera son sospechas las que le guían, son temores, curiosidad y una compasión por un hombre al que no conoció que puede ayudar a acompañar su infelicidad y que le lleva a indagar en su pasado.
Leticia sabe intercalar los capítulos con la dosis suficiente de información como para que el lector tenga la convicción de que, como el mar ha llevado de forma inexorable el cadáver a la playa, la escritora le conducirá a un final en el que todas las preguntas tendrán respuesta y los misterios serán desvelados. No habrá en esta espera impaciencia alguna porque la extensión de la novela –comedida, perfecta para una tarde de lectura placentera– ni el oficio de escritora con un perfecto dominio del lenguaje –que este lector agradece sobremanera frente a alguna novela pasa páginas que ha leído recientemente– que Leticia Sanchez Ruiz ha mostrado por ahora en unas pocas pinceladas. La prosa que cada capítulo nos regala Leticia es, en sí misma, un fantástico descubrimiento para este lector. Casi cada párrafo esconde la frase, la sonoridad y el sentimiento que hace de esta novela un descubrimiento. Los libros luciérnaga, Premio Emilio Alarcos Llorach de 2009 o El Gran Juego, premio Ateneo Joven de Sevilla de 2011, fueron las obras que precedieron a Cuando es invierno en el mar del norte, una novela perfecta para aquellos lectores sempiternos de las damas de la Golden Age (Agatha Christie, Dorothy L. Sayers, Marguery Allingham, Ngaio Marsh…) que deseen pasar la tarde entre un grupo de sospechosos y disfrutar a la vez de la buena literatura.
¿Alguien duda de si se trata de una novela policiaca? Hay un cadáver, muchos sospechosos y un inspector, y una historia que contar. O, mejor dicho, más de una. Porque toda historia tiene un reverso, como el verano con el invierno según las coordenadas del globo terráqueo.
Cuando es invierno en el Mar del Norte