Quinta novela de Noelia Lorenzo Pino y cuarta de una serie que ya se ha consolidado como una de las más solventes (y esperadas en cuanto a nuevas novelas) del panorama criminal español, la protagonizada por el suboficial Jon Ander Macua y la agente Eider Chassereau.
A lo largo de la serie, no solo hemos tenido ocasión de resolver junto a ellos unos cuantos casos sino que les hemos visto crecer (y no solo en cuanto a su edad), algo fundamental cuando nos enfrentamos a una serie, ya que esta debe ser dinámica y ofrecernos la posibilidad de conocer la evolución de los personajes fijos.
Noelia lo consigue. De hecho, lo borda (no he podido evitar el chiste malo en relación a su pasado en el mundo de la moda) y ha logrado crear una plantilla perfectamente creíble de la que hemos podido conocer no solo el modo en que cada uno de ellos se enfrenta a su trabajo sino también las vicisitudes que les depara su vida personal y familiar. Que, por cierto, son muchas y muy variadas, en ese sentido no nos aburriremos.
Y tampoco lo haremos, por supuesto, es en el aspecto fundamental, en el meollo de sus novelas, con unos casos lo suficientemente complejos como para mantenernos al pie del cañón a lo largo de todas sus novelas y, desde luego, con unas tramas perfectamente dosificadas de principio a fin de las mismas.
Su última entrega, La estrella de quince puntas, no es una excepción sino la confirmación de su autora como una de las mejores narradoras de novela negra en España, con un estupendo oído para los diálogos y gran habilidad para mantener el interés del lector a lo largo de toda la historia que nos quiere contar.
Que es compleja, como complejas son las familias, en este caso una de alta alcurnia residente en una lujosísima urbanización cerca de Bilbao. Una familia de la que iremos conociendo los orígenes de su fortuna y sus desavenencias a partir del asesinato de varias mujeres que, inopinadamente, termina por salpicarles.
Como curiosidad (y punto adicional para la autora) que hasta las últimas páginas, hasta que ella decide poner todas las cartas sobre la mesa, he sido incapaz de lo que siempre pretende todo lector de una novela policiaca: resolver el caso antes que los profesionales encargados del asunto.
Como curiosidad añadida, esa estrella de quince puntas que da título a la novela y que, a partir de ahora, hará que mis baños en el mar sean menos placenteros.
Como me ocurrió de niño tras ver Tiburón.
La estrella de quince puntasNoelia Lorenzo Pino Erein
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