Televisión: «Ratched»

Teresa Suárez

El 1 de septiembre de 1939 Alemania invadió Polonia iniciando con ello el mayor y más sangriento conflicto bélico de la historia, la Segunda Guerra Mundial, que duró hasta 1945 y cuyo coste en vidas humanas fue enorme.

Finalizada la conflagración, los hombres vuelven a casa y a las mujeres, sostén de fábricas, familias y naciones mientras los varones batallaban, ahora se les pide, se les exige, que renuncien a esa libertad e independencia, apenas saboreadas, y regresen a sus hogares para convertirse en el descanso del guerrero, en buenas madres y esposas. Muchas lo hicieron, no les quedó más remedio, pero otras no. Sencillamente no podían.

En 1947, recién terminada la guerra, Mildred Ratched, soltera, sin familia y enfermera de profesión, se traslada a Lucia, un pequeño pueblo de 985 habitantes situado en el norte de California, para intentar conseguir trabajo en el Lucia State Hospital, un centro psiquiátrico pionero en la aplicación de nuevas técnicas para el tratamiento de la enfermedad mental. Mildred que, por razones diversas, necesita ese empleo, hará lo que sea para lograrlo.

Tal y como se indica al comienzo de cada uno de los ocho episodios que componen la serie, el personaje de la Ratched que Ryan Murphy ha creado para la televisión está basado en aquella otra Ratched primigenia (la interpretación de Louise Fletcher le valió el Oscar a la Mejor Actriz en 1976) que el director checo Milos Forman introdujo en su laureada película Alguien voló sobre el nido del cuco con la misión de castigar, atormentar y, finalmente, doblegar a Randle McMurphy (Jack Nicholson en estado de gracia), transformando a ese espíritu indómito, con marcada tendencia a la insubordinación y al desorden, en un pacífico animal de rebaño.

Aunque se supone, por tanto, que la severa, agria y cruel enfermera Ratched de Forman es el futuro de la Ratched de Murphy, una vez vista la serie, cuesta imaginar que ambas son la misma persona en diferentes espacios temporales.

El 12 de febrero de 1947, tras años de austeridad y tristeza, un jovencísimo Christian Dior presenta en Paris su primera colección de ropa: una nueva silueta femenina, el New Look (cinturas estrechas, faldas amplias, largas y ahuecadas con enaguas, hombros estrechos, escotes amplios), que cambió para siempre el panorama de la moda. Mujeres de todo el mundo, que no podían permitirse “el arte de agradar” que vendía Dior, se confeccionaban en casa imitaciones de esos maravillosos creaciones que las revistas reproducían. La Mildred de Ryan Murphy, guapa, contenida y muy elegante, es una de ellas.

Cuando llega a Lucia, Mildred Ratched no pasa desapercibida. Tampoco lo intenta.

Conduce un impresionante Ford Coupe verde mint y viste llamativos vestidos en los que a la paleta expresionista (bermellón, naranja vibrante, amarillo mostaza), Murphy contrapone el turquesa intenso, por momentos verde, del uniforme de las enfermeras y los tonos pastel de las dependencias hospitalarias.

Con el uso agresivo del color, casi delirante, al igual que mucho antes hicieran el grupo de artistas que integraron El Jinete Azul, Murphy dota a cada tonalidad de un simbolismo que, más allá del bien y del mal, intenta retratar el espíritu de Ratched, su verdadera esencia.

Y es que si hay algo que caracteriza a esta nueva Mildred Ratched es su compleja personalidad que se nutre de todas esas Mildred que le ha tocado interpretar a lo largo de su vida.

La Mildred niña, huérfana, criada en hogares de acogida donde, invariablemente, fue víctima de abusos y maltrato sin que el sistema hiciera nada por ella.

La Mildred joven, pobre para pagarse los estudios pero con una auténtica vocación por ayudar a los demás, que encontró su lugar atendiendo a los soldados heridos en la guerra y volvió a perderse cuando fue expulsada del hospital.

La Mildred mujer que, tras alguna experiencia desastrosa con varones, cuando descubre que le gustan las mujeres (acabará teniendo una relación con Gwendolyn Briggs, ayudante del Gobernador del Estado, interpretada por Cynthia Nixon) debe controlar sus impulsos porque en esa época la homosexualidad, además de ilegal en Estado Unidos, era considerada una perversión que solo con el tratamiento adecuado (en el Lucia State Hospital se aplica la hidroterapia, consistente en introducir a las lesbianas en bañeras, con cerrojos metálicos para que no puedan escapar, donde son sometidas a baños fríos y calientes) podía curarse.

Esa misma Ratched, un ángel de la misericordia, en el sentido literal del término, para las lesbianas (las ayuda a escapar del centro psiquiátrico), es también un ángel de la misericordia o ángel de la muerte, en el sentido criminológico del término, es decir, una asesina en serie, disfrazada de cuidadora, que reviste sus crímenes de actos de piedad (aliviar el dolor de la victima) pero que, en realidad, encuentra placer jugando a ser Dios y decidiendo quien vive y quien muere.

Por eso, frente a su rostro imperturbable, frente a su máscara de perfección absoluta, aturdido por esas explosiones de luz y color, el espectador duda y no tiene claro si Mildred hace lo que hace por ayudar o es una maldad insana lo que late en lo más profundo de su interior, un interior donde reina el negro, la ausencia total de color.

Bajo una estética espectacular, en Ratched se esconde un thriller en el que temas como la enfermedad mental, la manipulación política de su tratamiento, la pena de muerte o la represión de la sexualidad que no se adapta a la norma establecida de cada momento, forman un conjunto al que resulta imposible resistirse.

En la atracción que esta Ratched ejerce sobre el espectador tiene mucho que ver la actriz protagonista, Sarah Catharine Paulson, a quien Ryan Murphy conoce de sobra gracias a sus colaboraciones en la serie American Horror Story (acabo de empezar Roanoke, la sexta temporada).

Si tuviera que elegir un momento, un solo momento, de Ratched, me quedaría, sin dudarlo, con el charlestón que el Dr. Hanover, totalmente colocado, baila con la enfermera Betsy Bucket (¡maravillosa Judy Davis!), uno de mis personajes favoritos. ¡Sencillamente genial!

Ratched es una obra degenerada que ningún amante del arte se debería perder.

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