Sergio Torrijos Martínez
Tercera entrega de la saga del inspector Wisting, más popular por la serie de televisión que por sus libros, lo cual nos debería reflexionar sobre nuestros hábitos culturales, aunque ese sería un debate, ya muy manido, para otro lugar.
Si bien decía que el escritor noruego eludía los caminos más transitados y volvía a lo que había sido la novela policíaca tradicional nórdica, pues ya pueden olvidar esa afirmación.
En esta obra aparece el viejo mantra del asesino en serie, el FBI, la maldad de seres crueles, bien es cierto que con matices, y se marida con una reflexión sobre la soledad de ciertas personas en una sociedad occidental como puede ser la de Noruega.
Con estos elementos no parece que la obra ofrezca muchas novedades, y es muy cierto, pero hay que asegurar que las mañas literarias del autor consiguen, si no despertar asombro, si despertar interés. El autor, de nombre impronunciable, tiene mano para esto de la ficción y recreando la acción, desde dos polos va consiguiendo que el lector se vaya interesando por conocer el resultado final de todo ese artificio. Es cierto que se ayuda de una prosa rápida e incisiva y en una organización, en forma de capítulos escuetos, para así conseguir que el ritmo no decrezca.
Como obra de ficción es de un consumo rápido y sin excesivas complicaciones, más cerca del libro de bolsillo clásico que de una novela con poso. Me recuerda a algunos guiones de cine y puede que el germen tenga mucho que ver con el mercado audiovisual.
La acción está por encima de la reflexión y lo que es una parte interesante de la obra, como es la vida en soledad de ciertas personas, se deja a un lado, cuando existía probablemente algo mucho más interesante en ese campo. De hecho parece que la idea inicial iba por ese camino pero la acción, la sugerencia de esos crímenes horrendos y repetitivos desplazó ese inicial sendero, que por desgracia queda en el tintero y se da únicamente unos leves esbozos.
Esa tendencia de la novela policial escandinava hacia formas más comerciales le resta mucha credibilidad. Es cierto que cuentan con autores que tienen buena mano, son capaces de levantar y mantener una ficción con gracia, pero para quién suscribe es un camino que acerca a esas novelas a kioskos de prensa más que a las librerías. La conjugación de esos dos elementos es muy compleja y pocos son los que tienen tanto talento e invención como para casar ambos mundos.
Viendo la trayectoria del autor la obra me parece un paso hacia la ganancia económica más que hacia la expresión de una problemática. También es posible que sea una obra de transición entre un tema mayor y otro. Me gustaría pensar que el autor volverá a la senda iniciada en sus dos primeras novelas, ya veremos.
Para los lectores que no busquen más que una buena novela de lance es una obra interesante, para aquellos que ya se hallen saturados de asesinos en serie y demás parafernalia pues no se la recomiendo.
El usurpador
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