Ricardo Bosque
Decía el actor Javier Cámara en una entrevista que cuando llegó desde su pueblo a Madrid con diecinueve años para hacer las pruebas de la Escuela de Arte Dramático, subió al metro y dijo lo que se dice en los pueblos cuando entras en algún sitio: “Buenos días”. De inmediato, la gente que ya estaba en el vagón, se separó de él haciendo un semicírculo y dejando al aspirante a actor sin saber cómo reaccionar. Dos paradas más tarde subía un rumano con un acordeón, también dio los buenos días y también la gente del vagón hizo el semicírculo a su alrededor.
Algo similar a esa sensación de estupor, de confusión, de parecer un paleto abandonado a su suerte en una gran ciudad, es lo que experimenta el joven Ike Tucker cuando llega a Huntington Beach, localidad de la costa californiana famosa por sus playas y sus excepcionales condiciones para la práctica del surf.
Y es que Tucker acaba de salir de un pequeño pueblo en medio del desierto en el que vive con su tío y su abuela y trabaja como mecánico de motos en un pequeño taller. Su vida, monótona, aislada y profundamente aburrida, dará un vuelco cuando un joven llega al pueblo y le da noticias de su hermana, que huyó de la familia años atrás y que, según el recién llegado, fue vista por última vez saliendo de H.B. con tres jóvenes surferos poco recomendables en un viaje a México del que nunca regresó.
Así da comienzo para el joven e ingenuo Tucker un viaje iniciático en el que deberá mezclarse con surferos, moteros y punks -en ocasiones dándose las tres condiciones a la vez- en busca de esos tres tipos que podrían informarle del paradero de su hermana Ellen, a pesar de las recomendaciones continuas de que no resulta conveniente frecuentar determinado ambientes y, todavía menos, intentar contactar con esos tres individuos de los que solo conoce el apellido.
Un viaje que comienza siendo de descubrimiento continuo para convertirse en un auténtico descenso a los infiernos a medida que Tucker va internándose en el mundo de las olas, las drogas, los camellos y las jovencitas siempre dispuestas al sexo con muchachos cachas de cabello largo, rubio y descolorido por el sol. Un viaje en el que el autor de la novela, Kem Nunn, muestra una sorprendente facultad para transmitir la pasión por las olas y el surf incluso a quienes nos limitamos a disfrutar de la playa desde el más cutre de los chiringuitos.
Huntington Beach, publicada en 1984 y editada ahora en castellano por Libros del Asteroide, está considerada como un clásico del género negro y es, para muchos, una de las mejores novelas sobre surf. En mi opinión, y para ser breve y radical, es una jodida maravilla para deleite no sólo de los amantes de la mejor novela negra sino también para aquellos que buscan conectar con la fuente, expresión que se repite a menudo a lo largo de la trama y cuyo significado solo será revelado en las páginas finales.
Huntington BeachKem Nunn Trad.: Inés Marcos Libros del Asteroide