«Expediente Warren», por José Luis Muñoz

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El malayo James Wan no es un novato en su profesión sino un director con oficio y con muchas horas de vuelo aunque ninguna de sus anteriores películas haya sido éxito de crítica o público si exceptuamos sus Saw. Especializado en el cine de suspense, acción y terror, géneros populares por antonomasia, Wan debutó en el 2000 con Stigyam y, desde entonces, no ha parado. Las truculentas dos entregas de Saw le otorgaron cierto prestigio entre los amantes del género. A esas siguieron Silencio desde el mal (2007), Sentencia de muerte (2007), Doggie Heaven (2008), Insidious (2010), The Jibsaw Files (2010), y ya tiene pendiente de estreno otra nueva entrega de Insidious y contratada para el año que viene A todo gas 7. A ritmo de dos películas al año Wan es un estajanovista del cine, lo que puede ser un demérito.

La principal virtud de Expediente Warren es, seguramente, su factura clásica. No cae Wan en lo hiperbólico para narrarnos la historia real de la familia Perron y sus encuentros sobrenaturales en su casa de Rhode Island, y su relación con Ed y Lorraine Warren, investigadores de renombre en el mundo de los fenómenos paranormales que acudieron para ayudarles a limpiar su vivienda encantada, ni en lo gore, ni en los sustos fáciles. En este subgénero dentro del terror que tan fértil ha sido en el terreno de la ficción fílmica (El exorcista de William Friedkin, El resplandor de Stanley Kubrick y Terror en Amytville de Andrew Douglas con su saga correspondiente, y tirando para casa Balaguero y su Darknes o Amenabar y Los otros) Expediente Warren se degusta con creciente interés y la historia atrapa al espectador gracias a una ajustada puesta en escena del director malayo, una gradación en los sobresaltos que connaturales al género, unos cuantos detalles inquietantes que adornan la historia (olor a podrido; la retorcida forma del árbol junto al estanque; las cámaras secretas; los relojes parados a las 3:07) y un aire retro muy conseguido. Sustos, sí, pero los justos, muy medidos, y escasez de hemoglobina, algo que se agradece por los excesos de ella que suele haber en este tipo de cine.

Dos actrices muy dispares, Vera Farmiga, como Lorraine Warren, la vidente capaz de ver fantasmas en esa lóbrega casa y desentrañar su oscuro pasado, lejos de sus papeles sexys de En el aire, por ejemplo, y Lily Taylor, como Caroline Perron, esposa poseída, centran la atención del espectador que se habría ido de la casa encantada a la primera noche de ajetreo fantasmal.

¿Por qué no se van a un hotel?, llega a preguntar Ed Warren (Patrick Wilson) haciéndose eco del espectador.

Porque no tenemos dinero, le contesta un atribulado señor Roger Perron (Ron Livingston), camionero y padre de la asustada familia. La crisis también golpeaba por los años setenta.

Un comentario en “«Expediente Warren», por José Luis Muñoz

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