Laurentino Vélez-Pelligrini
Todos sabemos que no es posible descontextualizar el género negro clásico de una bien determinada época, los convulsos años 30 y 40, dominados por el Crack del 29 y la experiencia de los totalitarismos, que cambió de raíz la mirada literaria y filosófica sobre la maldad humana. Por esa razón, la sección de interrogatorios ha decido dedicar un espacio a la comprensión de ese periodo y esto a través de una de las personas que más saben sobre el mismo: Enrique Bocanegra.
Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Master por el Centro de Estudios de la Defensa Nacional, Enrique Bocanegra también es coordinador cultural de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España. Ha recibido el XXIX Premio Comillas de Memoria Histórica por su obra, Un espía en la trinchera (Tusquets,2017), una magistral biografía sobre el legendario espía de la NKVD, Kim Philby, en la etapa de la guerra civil española. Autores como Víctor del Árbol ya nos brindaron magníficas ilustraciones literarias sobre el papel de la Unión Soviética durante la guerra de España, sobre todo a través de obras como Un millón de gotas. A lo largo de esta entrevista hablo con Enrique del personaje de Philby y del tiempo que le tocó vivir, que fue también el que conocieron muchos autores de género negro, pero igualmente de las relaciones entre la novela negra y la novela de espionaje. En línea con lo apuntado, un servidor os anuncia la próxima aparición, en la esta misma sección, de una entrevista a Jorge Freire en torno a la figura del escritor húngaro, Arthur Kostler, también espía de la Unión Soviética en España y que pretende ser un complemente a las aportaciones de Enrique Bocanegra.
Dime una cosa, Enrique, ¿por qué ese interés tuyo por el mundo del espionaje?
Me fascina la historia y el espionaje te permite conocer las alcantarillas de la historia. Además hay un factor humano fascinante: un espía es alguien que disimula ser otra persona, que intenta vivir varias vidas a la vez. Los motivos por los que arriesga su vida para hacer eso siempre da lugar a relatos apasionantes.
Dicen que el género negro representa el “subsuelo” de la condición humana, mientras la novela de espionaje lo hace con los bajos fondos del acontecer histórico…
La buena literatura siempre retrata el subsuelo de la condición humana independientemente del género.
Si el “Noir” trata de los crímenes individuales, ¿el género de espionaje nos habla de la maldad del poder y los crímenes de Estado?
La frontera entre el género negro y la novela de espionaje es difusa pero creo que en esta última hay una mayor voluntad de retratar el acontecer histórico como marco en los que se desarrollan los dramas individuales.
Parece que la figura del espía en el sentido estricto es un fenómeno esencialmente contemporáneo que nació con la Gran Guerra, se consolidó al estallar la Segunda Guerra Mundial y que terminó siendo una pieza clave de la ajedrez geopolítico durante la Guerra Fría.
El oficio de espía se pierde en la noche de los tiempos. Phillip Knightley, uno de los mayores expertos en espionaje de la guerra fría, la persona que reveló al mundo las andanzas de Kim Philby, tituló su libro sobre la historia del espionaje El segundo oficio más viejo del mundo ¡toda una declaración de intenciones! Ya en el siglo XVI Fernando el Católico, Felipe II de España o Isabel de Inglaterra organizaron extraordinarios servicios de inteligencia que contaban con agentes dobles, sistemas de cifrados de mensajes, etc., pero podríamos retroceder hasta los romanos o los griegos. Desde que existen colectivos políticos organizados, ya sean estados o imperios, ha existido el espionaje.
Centrémonos ahora en el personaje sobre el que nos brindas el periplo, Kim Philby, que aunque no es la única figura importante del mundo del espionaje, sí aparece como una de las más emblemáticas y legendarias. Dime una cosa, ¿en qué consiste el secreto de su magnetismo?
Philby fascinó a todos los que le conocieron. En primer lugar, Philby no era el clásico espía que intentaba pasar desapercibido. Muy al contrario, era un líder. Trevor-Roper, uno de los historiadores británicos más importantes del siglo XX, que coincidió con Philby durante la IIª Guerra mundial, dijo que era el mejor agente de su generación y que habría llegado sin lugar a dudas a director del MI6. Phillip Knightley, que le conoció ya en Moscú en la década de los 80, decía que era un seductor, un encantador de serpientes. Otro elemento de Philby fue su extraordinaria longevidad: la carrera de un agente doble normalmente dura de cinco a 10 años. Al cabo de ese tiempo están aniquilados, muchas veces sufriendo adicciones al alcohol o con graves problemas psiquiátricos. La carrera de Philby como agente doble duró 30 años. Yuri Modin, uno de sus enlaces soviéticos decía que era “una roca”. Todos los testimonios hablan de un tipo absolutamente excepcional.
Hablamos de un estudiante de Cambridge, al igual que algunos de sus compañeros de promoción, fascinado por el comunismo, pero ¿en qué estribó el mensaje de la Unión Soviética como para despertar la mala conciencia de estos privilegiados?
En 1929, cuando Philby comienza sus estudios en Cambridge, ser comunista en esta universidad era una rareza. Un lustro después, en 1934, cuando Philby comienza a trabajar para la inteligencia soviética, había cientos de estudiantes comunistas ¿Qué pasó en este período? Por un lado la crisis del 29 puso en cuestión la capacidad del capitalismo para generar riqueza y prosperidad, y por otro lado, y relacionado con lo anterior, el auge del nazismo y el fascismo en la Europa continental (Hitler llega al poder en enero de 1933). En medio de este marasmo político y económico, la Unión Soviética y el comunismo aparecen para muchos de estos jóvenes como la única esperanza para la humanidad y para construir un mundo mejor. No olvidemos de la extraordinaria capacidad propagandística de la Unión Soviética que tenía en ese momento a su disposición a algunos de los artistas más extraordinarios del siglo XX como Eisenstein, Shostakovich o Mayakovsky.
¿La generación de Philby no estuvo también fascinada por el fenómeno totalitario porque a la par del comunismo, los fascismos también tenían una extraordinaria capacidad de captación entre la juventud?
La crisis económica de 1929 provoca una gran crisis en todos los niveles de la sociedad. Parece que las ideologías y las formas sociales que se habían heredado del siglo XIX y que ya habían salido muy tocadas de la Gran Guerra de 1914, ya no respondían a las necesidades de este nuevo tiempo y nuevas ideologías como el fascismo o el comunismo si parecían ofrecer una alternativa.
En la Gran Bretaña de esa misma década había grupos anglo-germánicos de los que formó parte el propio Philby para crear su tapadera, pero me interesa saber el motivo de las ambivalencias que las clases dominantes ingleses expresaron frente al nazismo, sobre todo en un país donde la tradición parlamentaria y democrática estuvo fuertemente imbricada en la identidad nacional.
No fue algo exclusivo de Gran Bretaña. Ahora resulta difícil comprenderlo pero la popularidad de Hitler fue mucho más allá de las fronteras de Alemania durante la década de los años 30. Por ejemplo, durante la II Guerra Mundial Hitler controló casi exclusivamente con apoyo local países como Holanda, Dinamarca, Bélgica e incluso la propia Francia a pesar de que De Gaulle creara a posteriori el mito de la Resistencia. Para muchos conservadores europeos, si fallaban las democracias parlamentarias lo único que impediría el avance del comunismo en el continente sería un líder fuerte como Hitler o Mussolini. Palmiro Togliatti, el gran líder comunista italiano, decía que el fascismo era “la única ideología burguesa capaz de movilizar a las masas”.
Un elemento clave en el periplo de Philby es The Times, que adoptó un posicionamiento ambiguamente “neutro” respecto a la guerra civil, ¿pero cuál era la postura de la prensa británica en general? ¿no se polarizó también y en contradicción con los principios de la política de “no Intervención” ?
The Times era un diario oficialista, que representaba los intereses de la clase media y alta afines al proyecto imperial británico, y con hilo directo con el 10 de Downing Street. Para los dirigentes británicos la prioridad era evitar a toda costa una nueva guerra europea, algo que todavía parecía posible en 1936 ya que esperaban que Hitler se conformase con unos leves reajustes en las fronteras del centro de Europa. De ahí surgió la estrategia de poner a España “en cuarentena” para evitar que el conflicto se extendiese por todo el continente. En Londres también causaron un gran impacto y suscitaron un gran rechazo las noticias sobre las matanzas cometidas por los milicianos republicanos que llegaron antes que las noticias de las matanzas cometidas por el otro bando ya que las legaciones diplomáticas y los periodistas extranjeros se encontraban sobre todo en Madrid y Barcelona. Precisamente uno de los que mas informó sobre estos desmanes fue Ernest de Caux, el corresponsal de The Times en España.
¿Dentro del The Times también hay otra gran figura, Georges Steer, que fue el que desveló los hechos de Guernica, pero, ¿cómo era su personalidad?
Pues una figura más del romanticismo de los tiempos de Lord Byron que del siglo XX que le tocó vivir. Y un magnífico escritor cuyas obras sobre la invasión de Etiopía por Mussolini o sobre la guerra civil española mantienen su vigencia aunque quizás tenía un perfil de activista que casaba mal con el distanciamiento que necesita el periodismo. Durante la II Guerra Mundial fue destinado a la India e hizo un gran trabajo en el departamento de Propaganda. Murió en Birmania en 1944 en un accidente de coche.
¿Con la guerra de España se crea el verdadero precedente de los que hoy llamamos “el cuarto poder” y la capacidad de los medios de inclinar la balanza de la opinión pública?
La prensa ya tenía un poder enorme durante la segunda mitad del siglo XIX, especialmente en el mundo anglosajón. Su influencia está detrás de muchas guerras como por ejemplo la de Estados Unidos contra España en 1898.
Parece que Franco tenía interés en ganarse el favor de la opinión pública internacional, pero ¿se puede hablar de él como de un “gran comunicador”?
Franco nunca fue un gran comunicador: no era atractivo físicamente, ni sabía hablar en público, ni disponía de una buena voz. Pero era astuto y se acostumbró a la notoriedad durante las guerras en Marruecos de los años 20 que fueron muy cubiertas por la prensa nacional y parte de la extranjera: escribió artículos en prensa, publicó un libro e incluso participó en una película. Al estallar la guerra civil, tratar con los medios de comunicación no era nada nuevo para el.
Hay una figura fundamental en la campaña de prensa internacional de los “Nacionales” y que es Merry del Val. ¿Qué es lo que le definía?
Merry del Val era hijo de un diplomático y en un entorno dominado por los militares se le podía considerar un experto en relaciones públicas. Además tenía muchas cosas en común con Philby: la edad, ambos eran veinteañeros, la formación en colegios exclusivos de Inglaterra, el oficio de periodista y ese sentimiento tan aristocrático de pertenecer a una élite.
Me sorprende en cambio la caída en desgracia del periodista Luis Bolín, el hombre de confianza de Luca de Tena y de Juan March y que jugó un papel primordial en el “caso Barón Rápide” y la preparación del 18 de julio. ¿Qué pasó, que Franco no se fiaba de él?
Sencillamente que Bolín no fue eficaz ni supo estar en su sitio. Como responsable de la Oficina de Prensa Extranjera debía ocuparse de buscar aliados entre los medios de comunicación internacionales. Pero se le subió el poder a la cabeza y, en vez de seducir, se dedicaba a maltratar sistemáticamente a todos los periodistas extranjeros que se acreditaron ante el bando sublevado, incluidos aquellos que simpatizaban con su causa. En la primavera de 1937 Franco se da cuenta de que la guerra va a ser larga (hasta ese momento pensaban que podía durar pocos meses) y que necesitan mejorar las relaciones públicas por lo que prescinden de él. A pesar de todo, Franco siempre le trató bien y le ofreció cargos en la industria del turismo donde hizo un buen trabajo. Fue uno de los creadores de la red nacional de paradores de turismo.
Aunque es un tema tangencial en tu ensayo también mencionas a figuras como Pla, de quien se decía que era un agente del SIFNE, y de Buñuel, que ejercía como “contacto” de la República. Josep Guixá, en su obra Espías de Franco, desmitificó a Pla, al que presentó como mero conspirador de salón, pero ¿qué podemos decir de Buñuel? Yo tampoco le imagino haciendo ese papel…
Tanto Buñuel como Pla hablaban idiomas (francés, etc), habían residido durante varios años fuera de España y sabían moverse por el extranjero. Eso hacía que fuesen perfectos para cumplir pequeñas labores como hacer de correos, elaborar informes, etc. Por lo que sabemos ninguno de los dos cumplió labores de mayor importancia.
¿Philby se convierte en un agente de la NKVD, consiguiendo infiltrarse en el bando nacional como corresponsal de The Times, pero ¿qué hay de verdad y de leyenda en todo su periplo?
Philby comienza a colaborar con el servicio secreto soviético en el verano de 1934. A principios de 1937 llega a Sevilla como periodista freelance pero en realidad ha sido enviado por sus maestros soviéticos. Después de tres meses regresa a Londres y gracias a sus contactos familiares (su padre era colaborador en The Times) consigue que le publiquen un largo artículo (“In Franco´s Spain”) que le permite conseguir la corresponsalía del diario en el bando sublevado. Su inteligencia y buenas maneras, además de ser el representante en España de uno de los diarios mas importantes del mundo, le abre las puertas de la Oficina de Prensa Extranjera. Estas buenas relaciones culminan cuando es condecorado en persona por Franco en el palacio de la Isla en Burgos en marzo de 1938.
También hay otra figura importante, Koestler, que fue el que se encargó de demostrar la participación de los nazis en la guerra civil y la vulneración de la política de “No intervención”. ¿Cuál era su relación con Philby?
Ambos coincidieron en Sevilla entre febrero y mayo de 1937 pero no entraron en contacto ya que Koestler estaba en la cárcel modelo. No sabemos si posteriormente llegaron a conocerse en persona pero Philby le menciona en sus memorias como modelo de algo que él despreciaba: el típico excomunista arrepentido que hacía una carrera literaria a base de denunciar su antigua ideología. Philby creía que si eras un comunista de verdad lo seguías siendo hasta el final.
¿Cuál fue el papel y el objetivo real de los servicios secretos soviéticos y de figuras como Orlov, su máximo jefe en España, a lo largo de la guerra civil?
La guerra civil española coincide en el tiempo con las grandes purgas en la Unión Soviética, es decir, la liquidación de todos los opositores y la toma del poder absoluto por parte de Stalin. Esta lucha se trasladó a España. Para Orlov y para el servicio secreto soviético en la península los enemigos no eran solo los militares sublevados y sus aliados alemanes e italianos sino también todos aquellos movimientos de izquierda, a los que genéricamente denominaban como “los trotskistas”, que habían acudido a España para apoyar a la República pero que se negaban a someterse a Stalin. Sin lugar a dudas esta actividad contribuyó a debilitar a la República.
Cuando el historiador Ángel Viñas escribió su famoso ensayo sobre el “oro de Moscú”, se rompieron muchos mitos sobre el papel de la URSS en el apoyo a la Segunda República y se desvelaron los oscuros entresijos del estalisnismo. Me preguntó en qué temas queda por profundizar, ahora con la Era post-comunista.
Bueno, hasta donde yo sé, la inteligencia militar rusa (GRU) nunca ha abierto sus archivos. Empezando por ahí ya tenemos un trabajo enorme por delante.
¿Cómo es que el propio Philby no cayó bajo la garras de la purga en los peores tiempos del estalinismo? ¿Qué ocurrió que Moscú no le consideraba suficientemente relevante?
Philby no visitó la Unión Sovietica hasta 1963, por lo que estaba muy lejos de Moscú en los peores momentos de las purgas. No solo estaba demasiado lejos del centro de poder como para ser una amenaza sino que además era un agente muy prometedor, expectativas que terminó cumpliendo, por lo que dudo mucho que se plantearán liquidarlo. En cambio sí fueron ejecutadas personas muy cercanas a el, como Theodor Mally, un exsacerdote húngaro que le sirvió de instructor en Londres y con el que tuvo una relación personal muy cercana.
Haces en tu obra una descripción descorazonadora del fin de la guerra y sobre todo de la derrota de la República, pero ¿cuál fue el estado de ánimo de Philby, que sin embargo siguió como corresponsal de The Times en el bando nacional hasta el término de la contienda?
1939 fue un año terrible para Philby. El mismo contó en alguna ocasión que el día que las tropas de Franco entraron en Madrid fue uno de los peores de su vida. Pero mucho peor fue lo que ocurrió unos meses después, a finales de agosto, cuando Molotov y Ribbentrop firmaron el pacto que convertía a la Alemania nazi y a la Unión Soviética en aliados. Philby y los demás miembros del círculo de Cambridge se hicieron comunistas para luchar contra los nazis y ahora resulta que estaban trabajando para ellos. Sin lugar a dudas debió de ser el peor momento de la carrera de Philby como agente soviético.
¿Qué falta por contar sobre la guerra civil española y sus protagonistas, sobre todo extranjeros?
Siempre habrá cosas que contar de la guerra civil. Hay acontecimientos históricos, como la Revolución francesa o la de Octubre o la guerra civil española, que no se agotan nunca y siempre ofrecen nuevos ángulos. Pero en concreto sobre la guerra civil a mi me gustaría saber qué ocurrió realmente con Andrés Nin o con José Robles Pazos, el traductor de John Dos Passos.
John Le Carré se inspiró en Philby para escribir El topo, tú has trabajado sobre datos objetivos. ¿Qué hay de real o de inverosímil en el espía de ficción?
Bill Haydon, el personaje de El topo en la novela de John Le Carré, es una fabulación del propio Philby con algunos toques de Guy Burgess, como el origen aristocrático o su carácter de depredador sexual tanto con hombres como con mujeres. Es un personaje perfectamente verosímil, no en balde Le Carré fue agente del MI6 antes de dedicarse a escribir.
Tu libro, Un espía en la trinchera, es en un principio un ensayo de investigación historiográfica y biográfica, pero veo que el estilo con que cuentas las cosas es muy narrativo, a veces da la impresión que se está leyendo una novela…
Yo creo que hay que ser muy escrupuloso con los datos y al mismo tiempo hace falta una voluntad permanente para seducir al lector. Los ingleses dicen que la Historia es un género literario cuya forma no debe ser incompatible con la belleza o con una buena narración. En cualquier caso yo no soy historiador, sino periodista, y nada me gusta más que una buena historia.
¿Qué hay de “Noir” en la novela de espionaje?
Precisamente la oscuridad. No solo en los paisajes y en las tramas sino también en los personajes y en las pasiones que les motivan.
La Guerra Fría constituyó la ambientación dominante en las novelas de espionaje durante muchas décadas, de la misma manera que el “Noir” clásico estuvo impregnado por el contexto de la crisis económica de los años 30, pero ¿hoy cuáles podrían o deberían ser las grandes problemáticas de ambos géneros?
Todavía es pronto para saber cómo se articulará la narrativa de la novela de espionaje durante los próximos años, pero veo difícil que ninguna obra de ficción pueda superar todo lo que ha rodeado a la elección del último presidente de los Estados Unidos, una trama en la que parecen mezclarse el Ku-Klux-Klan con millonarios excéntricos de Wall Street y el espionaje ruso. Creo que en los próximos años va a tener más trabajo la no-ficción que la ficción.
Con ese bagaje que tienes, ¿cuándo te vas a decidir a escribir una novela?
Jajaja. En cualquier momento.
Pues te animo a que lo hagas…