No ficción: «Escrito en negro (Una tarde con la canalla)» de Martín Olmos

Noemí Pastor

Más de una tarde, en realidad

Martín Olmos, autor de Escrito en negro, lo es también de la sección del mismo título del periódico El Correo, donde semanalmente todos los domingos, en las páginas de Culturas y Sociedad, ha ido publicando durante más de cinco años estos mismos 42 relatos de 42 crímenes (y pico) que componen el volumen.

También los tiene publicados en su blog (martinolmos.wordpress.com) y resulta que también se encarga él mismo de las ilustraciones. De hecho, comenzó a trabajar en El Correo como ilustrador de textos ajenos.

Escrito en negro se llevó el premio Rodolfo Walsh a la mejor obra de no ficción en la Semana Negra de Gijón de 2015. Además, gracias a este libro, Martín Olmos fue proclamado ganador del Premio Euskadi de Literatura del mismo año.

Y yo me alegro de que 2015 fuera un buen año para alguien, porque para mí fue un año de mierda. Ya sé, señoras y señores lectores, que esto a ustedes no les interesa, pero me apetecía escribirlo.

El morbito

Digámoslo de una vez: a la gente le gustan (nos gustan) los sucesos. Es una predilección, una querencia, que no tiene prestigio alguno, que todavía se considera ramplona y plebeya, y se tilda de morbosa como si eso fuera un insulto.

Pero el morbo del crimen siempre funciona y cada vez somos más quienes salimos del armario en este sentido. Así, por ejemplo, en este verano de 2017 en el que escribo esta reseña, el suplemento semanal del diario El País, ha incorporado una sección fija, inserta en páginas de color rojo sangre fresca, dedicada a crímenes recientes de la historia de España.

Los criminales de Olmos, en cambio, son más pretéritos y variados: desde el carnicero de Milwaukee a Benito Musolini (la parte dedicada a reyes y caudillos es, sin duda, mi favorita), pasando por la fauna verduguil española de la época tenebrosa del garrote vil, las marquesas legendarias del cancionero popular infantil y los mártires de la cristiandad, asunto que, no por piadoso, deja de tener su lado gore.

Hasta saca a pasear por ahí a James Ellroy, a quien Olmos nombra en una entrevista al hablar de sus referencias literarias, y nos transmite ráfagas de los crímenes bestiales de Patricia Highsmith y de los retratos macheteros de Camilo José Cela.

Realidad aumentada

Dice mi admirado Régis Jauffret que la literatura llega allá donde no llega la realidad. La literatura es, pues, la realidad prolongada, aumentada, adornada, estilizada, destilada, afilada, irisada, y eso hace Martín Olmos con estos crímenes reales, entendiendo ‘crimen’ en toda la extensión de su significado; y lo mismo para ‘real’.

Olmos se gasta una prosa arrebatadora que me ha hecho enamorarme un poquito más del español literario clásico. Sin apenas recurrir al mal gusto ni al chiste fácil, desprende gotitas de humor negro y ácido, sutil, enfriado por la distancia temporal (y a veces también geográfica) con los hechos que narra.

Las frases son musicales y coloridas y sorprende una y otra vez con comparaciones atinadas de las que provocan una risita (¡qué buenos momentos en el transporte público!) y a la vez te hacen exclamar qué bueno es este Olmos, qué metáfora más genial, qué rabia que no se me haya ocurrido antes a mí.

Olmos desciende al detalle y se nota que se documenta. Se documenta, además, mucho y bien, pero no convierte la erudición en fárrago ni en puritito relleno. Selecciona el dato más chusco, el que mejor conviene al relato.

Y cuela en el texto, como descuidadamente, como quien no quiere la cosa, valoraciones, juicios y opiniones propios. A mí es lo que me gusta. No quiero para nada un relato aséptico por dos buenas razones. Primero, porque nunca se consigue; ninguna elección es inocente. Y segunda, porque coincido con Emmanuel Carrère cuando dice que, si eres Truman Capote y te acercas bastante a esa asepsia total, tienes un punto de inmoralidad, porque presentas como realidad objetiva lo que jamás lo es. Por eso prefiero que Martín Olmos se moje. Y se moja. Delicada, fugaz y veladamente, tanto que casi ni se aprecia, pero se moja.

Materia prima para rato

Quienes hemos disfrutado con Escrito en negro estamos de enhorabuena, pues Olmos piensa seguir con la serie en El Correo y, según declara en una entrevista, guarda en la nevera referencias de crímenes actuales y espera a que se enfríen para empezar a escribir sobre ellos.

Además, en el fanzine digital Chopsuey (www.chopsuey.es) tiene publicado lo que él mismo define como “una novela popular, mezcla de gángsters y tipo Marcial Lafuente Estefanía”.

Pues nada, que ustedes lo disfruten.

 
Escrito en negro (Una tarde con la canalla)
Martín Olmos
Pepitas de calabaza
 

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