Novela: «Plato de mal gusto», de Álvaro Aguilera Fauró

Sergio Torrijos Martínez

Puede que sorprenda la ubicación de la acción, el madrileño y castizo barrio de Aluche, pues no es muy común asentar una novela en esa populosa barriada. Más aún, al comentar a vecinos del barrio la idea del autor, automáticamente se obtiene una sonrisa que va desde la primigenia incredulidad a la sonrisa cómplice, lo cual despista más, parece que ese barrio tuviera algo turbio en sus entrañas que favorezca el entramado criminal en la ficción.

Si sorprende la ubicación física de la trama, ya no extraña que el protagonista, Palacios, sea un asesino a sueldo, ni que sus relaciones vayan bastante más allá de un grupo de amigos/vecinos de modesto vivir, ya que nada más comenzar a rascar en la superficie comienzan a asomar historias de otro tiempo y de otros países. Todo ya en un nivel que puede competir con cualquier thriller internacional, eso sí, sin perder nunca las raíces españolas o mejor dicho madrileñas o mejor dicho… Como no podía ser de otra forma, su último trabajo tiene unas consecuencias inesperadas y hay sangre, traición, muerte y dinero.

La mezcla así de ficción y localismo está bien conseguida, tanto que los ricos son de estilo patrio, cercanos al ladrillo y a turbios manejos, los malos son de andar por casa, tan cabrones como puede ser una traición cercana y con la mala leche propia de la tierra.

Todo bien mezclado, perfectamente marinado con una trama que no cesa de crecer en intensidad a lo largo de todo el relato y descubriendo al lector la buena cantidad de variantes que puede tener toda historia, aquí se explota en su totalidad, pues el autor, jugando con las mismas cartas, no busca naipes salvadores ni tampoco se saca ases de la manga, consigue mantener la atención y la tensión de forma continuada. Lo cabal de todo el artificio reside en una sólida historia bien pensada desde el comienzo y ejecutada con una rotunda sinceridad.

La novela tiene ese toque personal que puede dar un autor con mucho que decir, con reflexiones y frases sumamente acertadas, sirva como ejemplo:

“La ciudad dormía un sueño reservado a los taxistas, los empleados municipales de la limpieza y los trasnochadores irredentos de un barrio poco propicio a trasnochar, a la limpieza y a la proliferación de taxis.”

O:

“Allí sólo quedaban recuerdos. Y los recuerdos, ya se sabe, son un lobo con piel de cordero o una hiena triste que devora las carnes moribundas de la memoria al menor descuido.”

Álvaro Aguilera observa con mirada lúcida su entorno y sobre su realidad asienta la ficción, todo lo que narra tiene ese poso de verdad, todo es mucho menos prosaico y más vasto, también más negro. Entra así en ese territorio negro por excelencia que es la vida diaria, donde lo común tiene más “noir” que cuatro consejos de administración de sendas multinacionales y las puñaladas son más reales, llegan hasta el hueso.

Debo recomendar esta novela a todos nuestros lectores, es intensa, como debe ser, y te engancha sin permitir abandonarla, pues posee ese tamaño ideal para narrar una buena historia y conseguir que no decaiga el interés. Espero y deseo que el autor se prodigue más en el género.

 

Plato de mal gusto

Álvaro Aguilera Fauró
Akal

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