ADN de policía
Ya retirado del Departamento de Policía de Los Ángeles (Connelly “le jubiló” en su anterior novela, Del otro lado), Harry Bosch se ha reinventado como detective privado, al tiempo que mata el “gusanillo” de su vocación policial como voluntario a tiempo parcial y sin remuneración en la comisaría de San Fernando, una pequeña localidad próxima.
De modo que, una vez recuperados del estupor que nos produce el sistema laboral y administrativo de los Estados Unidos que permite a un funcionario público jubilado trabajar ¡como funcionario público! (y armado) sin sueldo y con otro empleo privado, podemos sentarnos a disfrutar de la novela, que hace el número diecinueve de las de nuestro Harry, quien comparte aquí protagonismo (cada uno en su diferente medida, claro) como suele hacer en algunas ocasiones, la anterior sin ir más lejos, con el célebre “Abogado del Lincoln”, su rutilante hermanastro Mickey Haller.
Así pues, nos encontramos a Harry asignado a la Brigada de Casos Abiertos en su pequeña comisaría donde, después de resolver algunos otros delitos, se topa con la información relativa a cuatro violaciones cometidas en los últimos años, que Bosch logrará conectar para encontrar un único culpable, impune aún: “El Enmascarado”. Por otra parte, nuestro “jubileta” favorito es contactado a través de un antiguo directivo policial para trabajar al servicio de un anciano magnate industrial que busca, al final de su vida, a un posible heredero fruto de una antigua relación de juventud. El relato del millonario (y el personaje mismo), al que la novela da comienzo con un flashback de la Guerra del Vietnam, absorberá de tal modo a Bosch que tendrá que hacer equilibrios para mantener los principales compromisos contraídos con su nuevo destino policial: cumplir sus turnos en la comisaría y no servirse de medios públicos para sus casos privados. Los recuerdos evocados en Harry por este asunto harán que se implique de un modo tal que hace de esta novela uno de sus casos más personales, entroncándola en cierta medida con Eco negro, la novela que inauguró la serie protagonizada por nuestro genial detective, hace ahora justo veinticinco años.
Para concluir que Michael Connelly es un maestro absoluto del género negro no hace falta que lleguemos al final de esta reseña. Pero sí que convendría hacer hincapié en que, si nuestro autor ya ha demostrado cien veces su maestría en el desarrollo de una historia, en este caso lleva al extremo su brillantez con las dos historias simultáneamente. Bien es verdad que no es la primera vez que lo hace, pero no es menos cierto que en esta novela el peso narrativo de ambas está a la par como nunca antes. Aunque sólo sea por lo que se refiere a la pura narración porque, como decíamos más arriba, el caso del heredero mueve el ánimo de Harry de un modo tan íntimo y personal como no veíamos quizás desde Nueve dragones, bien que por causas muy diferentes.
En cualquier caso, El otro lado del adiós es una nueva muestra de la magnética habilidad de Connelly para captar nuestro interés página tras página y para, a diferencia de muchos autores de nuestro amado “noir”, echar el resto en la caracterización humana de los personajes -empezando por su protagonista- y en la atención dedicada, sin relajar un ápice el ritmo de la narración, a asuntos al margen del estricto relato del caso. Siempre sensible a asuntos de actualidad, como en anteriores títulos, Connelly pone el foco en esta ocasión en la conciencia sobre las agresiones sexuales, el respeto a la diversidad sexual (su compañera en este caso, Bella Lourdes, es lesbiana y lleva una vida estable y respetada junto a su pareja y su hijo); en los recortes por la crisis o en la preocupación por la ideología y los comportamientos de quien ha llegado a ser el último inquilino de la Casa Blanca y su entorno. Y todo ello con el trasfondo de la ciudad de Los Ángeles y su inmensa conurbación, marco habitual y coprotagonista relevante de todas sus novelas.
En el aspecto formal, aunque dentro de la cuidada edición habitual en Alianza de Novelas, sorprende que la traducción de Javier Guerrero, normalmente siempre tan precisa, esté en este volumen plagada de “americanismos”. Las erratas tipográficas son también bastante abundantes; quizás ha faltado un repasito del corrector, si es que quedan… Algo que no debería suceder en un volumen de una editorial y una colección de este nivel (y este precio).
Pero dicho esto, los pequeños defectos apuntados no logran empañar en absoluto la última demostración de oficio literario de uno de los más grandes autores del género negro, que promete seguir dándonos momentos de felicidad lectora. En palabras del viejo Harry, quien termina la novela aceptando trabajar a tiempo completo para su pequeña comisaría: “Mírame a mí, peleando por mantener una placa en el cinturón a mi edad. Se lleva en la sangre”.
A disfrutar, pues… ¡y a esperar a la siguiente!
El lado oscuro del adiósMichael Connelly
Trad.: Javier Guerrero Gimeno Alianza de Novelas
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Comparto contigo el interés de las dos historias paralelas. Si las hubiera querido publicar por separado no le hubieran dejado. Los libros tienen que ser gordos. Comparto contigo el desinterés de las editoriales por no corregir los textos. Y me gustaría compartir contigo el desastroso final del libro, que no de las historias. Blandengue. Bien pensante. Una birria. ¿O no?