Jesús Lens
La última vez que hablé con Paco Camarasa, me había llamado él. Para preguntar por cómo estaba y cómo me iba en estos tiempos de incertidumbre y zozobra. Yo le pregunté por su salud, pero él le quitó importancia a la cosa, pasando a hablar de esos temas que a Paco tanto le gustan: los libros.
Me cuesta hablar en pasado de Paco. Más que nada porque es una persona que siempre estará entre nosotros, los buenos lectores de novela negra. “Esta le habría gustado a Paco”. “Con esta habrían bordado los mejillones, para la presentación en Negra y Criminal”. “¿Qué vino recomendaría Paco para esta otra?”
De aquí en adelante, cuando leamos una buena novela negra, Paco seguirá estando ahí.
Hablo de un librero de raza que forma parte de mi ADN lector. Gracias a él descubrí a autores de los que nunca había oído hablar y, cada mes, la llegada de un paquete de Negra y Criminal me anticipaba el secreto placer de los tesoros por descubrir.
Se ha ido Paco, pero sigue entre nosotros. A la vez, ya estará por ahí arriba, chafardeando con Francisco González Ledesma y con Manolo Vázquez Montalbán, poniéndoles al día de lo que escriben los nuevos cachorros del noir español.
Y fijo que ya ha compartido una bullabesa con Jean Claude Izzo y, el whisky, se lo ha tomado con Hammett, contándole lo de la colección de diferentes ediciones de sus novelas que atesoraban Montse y él en NyC.
Se nos ha ido, Paco. Pero los cientos de lectores y escritores surgidos al calor de su magisterio, su plática y su sentido del humor; le llevamos dentro. Porque todos somos un poco Paco. Paco Camarasa.
Buen viaje, amigo.
Uno de los grandes, de los sabios en eso de la Novela Negra que, desde él, se escribe con mayúsculas. Cierto es Jesús: fue un maestro de lectores, fue un genio de las comunicaciones. Llevó el género a las universidades, a los bares, a las “semanas…”, a las calles. Alguien así no se va, siempre queda en los que le conocieron, como dice Jesús. Ahora me pregunto qué andarán tramando Zeki y Camarasa.