Novela: «El caso Newton», de Anton Arriola

Manu López Marañón

Retoma Anton Arriola (Durango, 1967) a su personaje Ander Azurmendi, el ex párroco de Berango que protagonizaba una sui generis investigación criminal en El negro y la gata, para, a través suyo, narrar las no pocas peripecias que ocurren en su última novela: El caso Newton. El amigo del alma de Azurmendi, Jaime Ellacuría –el recordado Kundera– solo tendrá alguna intervención episódica en el trepidante thriller histórico (o religioso, como ustedes prefieran) que ahora nos ocupa.

Siendo el Priorato de Sion columna vertebral de El caso Newton resulta obligado hablar un poco de él. Arriola ambienta su novela en 2001, poco después del atentado contra la Torres Gemelas en Nueva York. En El Código Da Vinci, novela escrita en 2003 y que vendió más de 80 millones de ejemplares en todo el mundo, se hacía creer que Jesucristo y María Magdalena fueron pareja de hecho y cómo tuvieron descendencia. El Priorato de Sion habría surgido como una orden secreta encargada de conservar las pruebas que acreditaban la existencia del linaje engendrado por Jesús y Magdalena. Leonardo da Vinci, Botticelli, Newton y Víctor Hugo pertenecieron a esa sociedad y cumplieron con su compromiso sembrando sus obras de símbolos que aludían a esa historia. Así, el apóstol que ocupó la derecha de Cristo en La Última Cena de Leonardo no era otro que María Magdalena.

Conociendo el nivel de autoexigencia de Anton Arriola pero ignorando si ha leído o no El código Da Vinci, la sensación que a mí me produce su libro es que para escribirlo se ha documentado escrupulosamente en fuentes anteriores a la publicación del best seller de Dan Brown. Arriola no desconoce la existencia de libros como The holy blood and the holy grail (editado en 1982 en España bajo el título El enigma sagrado), un fantasioso trabajo presentado como «histórico» y en el que se especula sobre la pasión de Cristo, o, por citar otra fuente, The templar revelation, de Picknett y Prince, publicado en 1997 y que ahondaba en la relaciones entre Jesucristo, Juan Bautista y María Magdalena.

Los autores de El enigma sagrado –Leigh, Baigent y Lincoln– demandaron a Brown por plagio, un hipotético riesgo que el autor vasco aborta en su origen documentándose con afanes exclusivamente informativos (y no creativos) para desarrollar una ficción –la suya– enteramente original y con la previsión añadida de situarla dos años antes de la aparición de aquel execrable (por lo literario) código Da Vinci. Ni Brown ni Arriola son los primeros en recurrir a sucesos más o menos reales deformándolos para sus argumentos. Otras muestras de mixtificaciones que dan lugar a obras literarias las tenemos, sin ir más lejos, en el mejor cuentista de la lengua castellana. Porque… ¿qué otra cosa sino embustes geniales de Jorge Luis Borges son relatos como La secta del Fénix, El Congreso o Tema del traidor y del héroe?

Dando por sentada la existencia del Priorato de Sion (esconde Arriola una carta importante que sólo enseña en la Nota final del libro), el autor demuestra ser mejor narrador que tantos otros que cultivan el thriller en cualquiera de sus variedades, tanto en España como en el extranjero. Donde encontramos tosquedad y chapucería, El caso Newton muestra solvencia narrativa y un ajustado entrecruce de historias; donde solemos encontrar pedantería y personajes esquemáticos, hallamos ahora la dosis justa y necesaria de datos, así como unos personajes que no desdeñan la introversión; donde no hay una mínima dosificación de verosimilitud y sobran trucos efectistas –y no digamos aclaraciones destinadas a un lector absolutamente necio–, tenemos cuidados detalles de ambientación en aras de una narratividad creíble que sabe rehuir de cualquier molesto subrayado. En definitiva, ante tanto bodrio camuflado con afeites y disfraces, con ese aire verbenero como de trompa de sábado rebozada en cocaína, en El caso Newton estamos ante una trama –ficticia de principio a final– urdida por un escritor que domina y dosifica su documentación… Y con una misión principal: entretener a sus lectores. ¿Alguien da más?

A la desaparición de una primera edición de El elogio de la locura de Erasmo de Rotterdam, guardado en su biblioteca particular por Arcadio Ariza, profesor de historia del pensamiento en la Universidad de Deusto, sigue el descubrimiento de cómo ese mismo Ariza se trajo de un viaje al Trinity College de Cambridge el manuscrito original de Philosophae Naturalis Principia Mathematica, la obra más importante de Isaac Newton en la que, por ejemplo, desarrolló la ley de la gravitación universal. Este manuscrito parece haber sido sustraído de la casa de Ariza, hospitalizado tras caérsele encima, por accidente, una estantería abarrotada de volúmenes.

Dos meses después del 11S, Bilbao está siendo sacudido por una serie de atentados contra monumentos e instituciones relevantes. La voladura del Sagrado Corazón y el posterior incendio de la biblioteca de Bidebarrieta llevan la firma del PSP (Partido Socialista del Proletariado), que apoya sus acciones con citas del Stultitiae Laus de Erasmo (como «Muera la religión. Necedad de los Dioses») aparecidas, previo pago, en los diarios vascos.

Ander Azurmendi, profesor de antropología, es llamado por el rector de la Universidad de Deusto para que viaje a Cambridge y se entreviste allí con Ajay Kapoor, un Nobel de Economía y Master del Trinity. Kapoor busca aclarar el asunto de la desaparición del manuscrito para no dañar la reputación de la Universidad de Cambridge. A partir de este momento el investigador Azurmendi se ve metido en una intriga en la que la recuperación del manuscrito de Newton convocará a fuerzas tan antagónicas como el Priorato de Sion y el Vaticano –regido entonces por el papa Wojtyla–, cuyos agentes no dudan en matar para conseguir sus fines. Asesinatos, violaciones, una «máquina» serbia de torturar y acuchillar llamada Branko y ese cura de sempiterna sotana roída –el inolvidable prelado Arietti, de la Congragación para la Doctrina de la Fe– se conjuntan para tener al lector, hasta el desenlace, con el corazón en un vilo.

El caso Newton
Anton Arriola
Erein

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