Novela: «Sirenas», de Joseph Knox

Sergio Torrijos Martínez

¡¡¡Vaya novela!!!

Hacía tiempo que no me topaba con algo así.

Novela no negra sino negrísima, oscura, con un trasfondo turbio que da mucho que pensar y que, por momentos, tengo que reconocerlo, me ha superado.

No trata sólo de tragedias y de gente chunga, por llamarlo de alguna forma, sino de personas que o se han perdido o están en camino de ello y no se han perdido por cometer hechos, digamos, complejos, sino por caer en un tobogán de perdición que no tiene fin.

La perdición en Sirenas no es un acto social sino voluntario e íntimo. Todo es tan precario que pende no de un hilo sino de una pastilla o de la próxima copa. El protagonista, Aidan Waits, no sólo lucha por un objetivo sino que principalmente lo hace por salvarse de sí mismo. Que tenga que salvar a una muchacha caída en malas manos es simplemente un motivo más que le recuerda que su mundo está en el lado oscuro de la noche y no de una noche de juerga, copas y drogas sino de esa noche tan oscura que contiene personajes sumamente turbios.

La precaria situación de Aidan Waits como policía sin placa y con un expediente disciplinario por robo de drogas es un jalón más en todo ese ambiente terminal de la obra. Su introducción en ambientes nocturnos a modo de infiltrado le llevará al lado más sombrío de la noche, donde nada como pez en el agua, mejor dicho en el fango.

Puede que no me esté explicando correctamente, porque la novela es complicada en todo extremo, no por ello de difícil lectura. Voy a poner un ejemplo para que comprendan en su totalidad de qué ambiente hablo:

“El Bicho era una leyenda urbana hecha carne. En sus tiempos había sido un denodado consumidor de heroína, perfeccionando un estilo que se dio en llamar “canibalización”. Cogía material que ni los más brutos de entre los drogadictos se atrevían a pincharse y siempre encontraba comprador; era el trapero de la escena. El Bicho consideraba que utilizar la jeringa de otro yonqui te daba un subidón extra. Para colmo juntaba los posos de varias jeringuillas y se fabricaba con ellos un nuevo cóctel pinchable… Le llamaban el Bicho porque solía rondar a grupos de chavales mientras ellos se chutaban y, una vez que estaban colocados, les besuqueaba suavemente los brazos hasta dar con la vena donde acababan de pincharse. Entonces les chupaba la herida entre gemidos de placer. Su principal amenaza consistía en ser literalmente contagioso… Se convirtió en figura de culto dentro del ambiente gay… Se hizo famoso asimismo entre la subcultura de los llamados “cazabichos”, gente joven que veía el VIH como un símbolo de estatus y trataba de contraerlo con vigor suicida… El Bicho mantenía relaciones sexuales sin protección con personas para las cuales ser contagiadas por él era una especie de trofeo.”

Y no es sólo un ejemplo, la galería de personajes que circulan por la novela no le andan a la zaga. Todo es turbio y barroco en Sirenas, que refleja un ambiente tan cargado que produce dentera. El caso criminal que trata el protagonista es, para quién suscribe, lo de menos; lo fundamental es el perfecto reflejo de un ambiente que no por ajeno deja de ser interesante.

La novela, como ya he dicho, es impactante, noquea al lector porque le habla de cosas que no parecen reales, más bien de películas de serie B que creemos que son montajes, pero se detecta entre las líneas de la novela que es verdad, que todo lo que cuenta tiene un trasfondo de realidad que no puede dejar de ser más bestia.

Ya he dicho que el ambiente de toda la narración es turbio, pero no sólo en el aspecto externo. Lo fuerte de la novela es el ambiente íntimo de los personajes que cuentan ese mundo personal de forma cruda y, ya de paso, todo lo que les rodea, que es decadente y finalista, puesto que no existe posibilidad de redención. El autor juega con esa caída sin cesar, en cada capítulo, con cada escena, con cada personaje que asoma, todo es crepuscular y al mismo tiempo vivísimo porque por algún arcano motivo todos los personajes se agarran a la vida, aunque sea un cúmulo de fatalismo.

No quiero extenderme más, la novela es para mí la mejor del año y puede que de algunos más, me ha sorprendido absolutamente. Tiene ese componente extraño que hace que a muchos lectores asquee y a otros encandile. Por mi parte no puedo hacer otra cosa que recomendarla, aún reconociendo que tiene defectos como obra de ficción, pero tiene tanta potencia que solventa esos inconvenientes que visto en general parecen minúsculos.

Es un novelón.

Sirenas

Joseph Knox
Trad.: Luis Murillo Fort
Reservoir Books

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