Ya he dejado en anteriores ocasiones constancia de cuánto me gustan las novelas de Claudia Piñeiro. A riesgo de ser muy simplista, diré que escribe novelas de dos tipos: unas más extensas y de corte más clásico, como Las viudas de los jueves o Betibú, y otras más breves, más punzantes, sutiles y delicadas, como, por ejemplo, Tuya. Las grietas de Jara pertenece a este segundo tipo.
Sea como sea, en todas sus obras combina las tramas negras con una voluntad de estilo literario nada sobrio, pero tampoco barroco, con unos toques literarios efectivos, elegantes, que en manos de un narrador menos hábil resultarían quizás cargantes, pero que Piñeiro maneja extraordinariamente bien.
Consigue una perfecta armonía entre lo criminal, lo terrestre, el callejero preciso de Buenos Aires, líneas de metro y bus incluidas, el retrato social ácido y, como digo, el tono literario, incluso lírico.
Las grietas de Jara es un thriller moral que recuerda al Woody Allen de Match Point e Irrational Man, aunque, a diferencia de lo que sucede en estas pelis, Piñeiro no nos presenta a gente “normal” que no frecuenta ambientes criminales, de quien no se esperaría que cometiera un crimen y, sin embargo, lo comete. No. Los personajes de Las grietas de Jara, en cambio, son gentes con cierta cercanía, si no al crimen, sí al menos al abuso, a la estafa, al engaño y a la desvergüenza.
El subtítulo, Nadie es inocente, nos da una buena pista de lo que transmite esta novela: todas y todos llevamos un canalla en nuestro interior. A veces sale a flote. A veces no. Todas y todos somos capaces, en algún momento, de saltar al otro lado. A veces ni siquiera sabemos en qué lado estamos. Ni siquiera nos lo cuestionamos, hasta que llega un Jara y nos suelta la pregunta a bocajarro.
Es una tesis que hemos visto desarrollada, con mayor o menor pericia (aquí magistralmente), en multitud de novelas o películas y que yo personalmente no comparto del todo, aunque debo reconocer que narrativamente da muy buenos resultados y crea los mejores personajes, los más interesantes.
Las grietas del título vienen a ser esas resquebrajaduras que tenemos en nuestras vidas. Generalmente las mantenemos a raya, para que no se prolonguen y no sigan ensanchándose ni abriéndose, porque sabemos que, si siguen creciendo, nos harán perder el equilibrio, nos desploraremos y necesitaremos una más que buena reparación para un día volver a alzarnos y recuperar altura.
Sí, claro (sigue diciéndonos Piñeiro a través de su relato y sus personajes), pero resulta que igual no nos importa tanto que la vida se nos resquebraje cuando estamos hartos de ella, cuando estamos asqueados de nuestro día a día y deseando que algo (¿quizás un crimen?) lo haga estallar, para poder escabullirnos corriendo entre los cascotes.
Resulta desasosegante, ¿verdad? Pues eso es lo que me gusta de las novelas.
El protagonista absoluto de Las grietas de Jara es Pablo Simó y lo primero que sabemos de él, lo que inmediatamente se nos revela, es que es un soñador: sueña con otra vida porque no se atreve a ir a por ella. Sueña con construir una torre de once pisos que mira al norte y que, en su despacho de arquitectos actual, nunca podrá llegar a levantar. Y sueña con mujeres que no son la suya.
Pablo Simó es un soñador y un resignado, alguien que se deja manipular. Se deja manipular por su mujer, que le compra toda la ropa y toda del mismo color; se deja manipular por su jefe, que consigue sin ninguna resistencia que cometa infamias varias; se deja manipular porque es mucho más fácil que no dejarse y porque es un tipo vulgar, como tú y como yo, nada que se parezca a héroe capaz de rebelarse contra los aplastantes poderes que lo empujan a la atrocidad.
Las grietas de Jara nos habla, en fin, de las vidas aburridas, predecibles y resignadas, que de repente se revuelven por un golpe de mala suerte. Nos habla de las tragedias como oportunidad, o como el precio que hay que pagar para salir de un agujero mullido. Es un relato que respira cinismo y crueldad. Me gusta.
Como ha sucedido con otras novelas de Claudia Piñeiro, quien este verano pasado de 2018 se significó a favor de la despenalización del aborto en Argentina y mantiene un constante activismo en Twitter, Las grietas de Jara ha sido llevada al cine por Nicolás Gil Lavedra, con Oscar Martínez, Joaquín Furriel, Soledad Villamil y Santiago Segura.
La peli se estrenó en España también durante este pasado verano y no la he visto, pero lo haré en cuanto pueda porque no me cabe duda de que estará a la altura de la novela.
Las grietas de JaraClaudia Piñeiro
Alfaguara
La adaptación cinematográfica era bastante mala. Está ya en Neflix, por si te interesa. La adaptación de Las viudas de los jueves resultó bastante mejor.