Decenas de libros y películas han abordado uno de los magnicidios del siglo XX -el de JFK, of course– desde casi todos los ángulos posibles, con especial predilección por aquellos que se centran en las teorías conspiranoicas, quizás las más atractivas para el lector/espectador medio.
Y digo «casi todos los ángulos posibles» porque llega ahora a las librerías una novela que trata el asesinato de Kennedy sin que Kennedy aparezca por ningún lado para centrarse en los cabos sueltos que quedan en todo crimen, esos hilos de los que tirar para llegar al meollo de la cuestión.
Frank Guidry es uno de esos cabos sueltos y lo sabe desde el momento en que conoce por televisión la infausta noticia y la conecta con su presencia cerca del lugar de los hechos una semana antes. Porque Guidry es uno de los fieles colaboradores de Carlos Marcello, capo de la mafia de Nueva Orleans y siempre hace lo que le diga el jefe sin hacerse preguntas. Y sabe por propia experiencia que la mafia no deja cabos sueltos, así que toca huir sin más que lo puesto. Con lo que no cuenta es con que, en su huida, se cruzará con una mujer -Charlotte-, sus dos hijas y su perro que, tras años de rutinaria convivencia, acaban de abandonar a un padre de familia con excesivo gusto por el alcohol.
Así comienza una novela que está entre el road book de toda la vida y el noir más potente que se pueda imaginar, con un Barone -otro de los colaboradores habituales de Marcello- tras los pasos de Guidry como el implacable perro de presa que es. Una novela que se sustenta sobre tres pilares firmes: la transformación paulatina de Frank, la inquebrantable decisión de Charlotte y la violencia profesional de Barone.
A su alrededor, un país poblado de moteles de carretera, un desierto inacabable, hamburguesas y perritos calientes. Tras ellos, una persecución a través de varios estados, desde Houston a Las Vegas y un reguero interminable de cadáveres porque, como decíamos al principio, todo el mundo es susceptible de convertirse en un cabo suelto.
En palabras de Don Winslow: «Esta novela hace que se encuentren dos clásicos estadounidenses: la novela negra y las historias de carretera. Jack Kerouac y James M. Cain se reconocerían en el alma de este libro».
Jack Kerouac y James M. Cain. Yo me permito añadir un tercer nombre, en este caso el de uno de los grandes contemporáneos del noir: Dennis Lehane también se reconocería en esta extraordinaria novela. Una novela que demuestra, una vez más, que trescientas páginas son más que suficientes para desarrollar una trama magnífica.
Carreteras de otoñoLou Berney Harper Collins