Novela: «Los secretos de San Gervasio», de Carlos Pujol

Sergio Torrijos Martínez

Nada más comenzar la lectura me vinieron a la mente aquellas tardes, en la memoria siempre las asocio al otoño, en las que después del instituto las entretenía con la lectura de alguna aventura del gran hombre, Sherlock Holmes, y ese ambiente tan británico que tenía toda la narración. La bruma de Londres, el olor a tabaco de pipa, el sonido de los carruajes pasando por Baker Street y cuando el tedio atacaba esa jeringuilla que representaba la cruz de una mente demasiado brillante.

Dice Andrés Trapiello, prologuista de la novela, que el autor ha creado una delicia en forma de novela, y es complicado sumarle algún sustantivo a frase tan acertada. La obra retrata e incluso se adentra en el universo holmesiano, bueno, mejor dicho, juguetea de forma atrevida con él. Un personaje tan marcado, tan literario y tan brutal es complicado de emular y el autor lo hace con mucho gusto. Y todo comienza en la capital británica y una visita, para nada innovadora, a deshoras de unos personajes singulares que tienen como misión encargar un asunto al “mejor detective del mundo” para que con sus dotes lo desentrañe. Lo anómalo comienza cuando se extrae a Holmes de Londres y acude a Barcelona, más concretamente a San Gervasio.

Es cierto que no es la primera vez que Holmes sale de suelo inglés, puede que su aventura más famosa esté ubicada en Suiza, pero claro, todo es opinable, la gracia con que aborda el autor ese encuentro entre el mundo absolutamente británico de Holmes y una España castiza es de tronío, tanto que el bueno del inglés termina aficionándose a la siesta.

Todo en la obra está enfocado al disfrute del lector amante del detective inglés y así las costumbres, las referencias y demás usos que aparecen en las obras originales funcionan a modo de guiño al lector que, si es entregado, disfruta como si todo el artificio de ficción hubiera salido de la pluma de Conan Doyle.

La trama de investigación es más débil, Pujol no termina de concretar un asunto resoluble, de ahí el fracaso del gran detective y hace destacar al bueno del escritor que creó a semejante monstruo literario, que siempre acertaba en esas tramas y en esa forma de abordar y resolver casos.

Como he dicho, la obra es de absoluta recomendación. Se disfruta de principio a fin, hasta en la derrota de Sherlock Holmes y sobre todo en los atinados comentarios del ínclito Watson. Una obra destinada a satisfacer al lector holmesiano y al propio escritor, que parece claro se declara amante del investigador.

Para los que no han tenido el placer se lo sugiero y que lo haga antes de terminar la saga de Holmes, pues así comprenderá el gusto con que se ha creado toda la obra de ficción.

Los secretos de San Gervasio

Carlos Pujol
Menoscuarto

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