Novela: «La muerte en Lagos», de Juan Lueiro

Sergio Torrijos Martínez

“Pero, sin duda alguna, los negocios más concurridos al caer el sol eran los salones de peluquería y belleza. Generalmente, tenían una distribución en tres partes claramente delimitadas. En el porche, colocaban unos bancos en los que las aprendizas hacían los trabajos más sencillos a precios populares. En el interior, había una sala con los sillones de peluquería propiamente dichos, pero en los que se hacía prácticamente de todo. En la trastienda, había uno o varios reservados dedicados a los tratamientos que exigían mayor intimidad. Eran unisex pero hombres y mujeres traían intenciones diferentes. Por ejemplo, las mujeres iban a hacerse unas trenzas, una permanente, un corte de pelo, ponerse extensiones de cabello ajeno, ajustarse una peluca, sacarse una muela y hasta practicarse un legrado de urgencia. Los hombres eran más asiduos a los reservados, especialmente concurridos en cuanto terminaba la retransmisión televisiva de los partidos de fútbol, y demandaban tratamientos más íntimos que siempre incluían muchas especialidades, no siempre relacionadas con su definición.“

Pongo ese extracto a modo de aperitivo para que vean en el lugar donde se ambienta la trama, he puesto el más ligero, pero que da muestras de lo que es morir en Lagos. La ciudad con unos suburbios que asustarían a cualquier habitante de otro suburbio del mundo.

Un blanco muerto es algo tan estrafalario que hasta a la policía, que no es medrosa ni mucho menos, le provoca suspicacia. Que encima el finado sea un alto cargo de la iglesia y que exista un ensañamiento salvaje sobre el cuerpo pues pone un poco más en alerta, pero claro, todo se maneja en clave nigeriana o, mejor dicho, en clave africana, y ese matiz es fundamental, pues sus usos y costumbres no tienen nada que ver con las nuestras o con la de cualquier país de los llamados occidentales.

A partir de ese punto aparecen en escena los personajes principales y la novela se embarga en un poderoso viaje narrativo, no sólo por el escenario sino por la vida, obra y milagros de todos los que asoman y todo es narrado con un buen pulso, teniendo momentos de delicia narrativa. La trama negra merodea por todo el aparato narrativo, sin llegar a ser una novela al uso pero dejando que el tono negro no desaparezca en casi ningún momento.

La novela es una pequeña maravilla, no soy capaz de quitarme de la cabeza escenas y personajes: están tan bien hechos, tan bien mostrados, tan particulares que pedirían alguna aportación más, unos cientos de páginas más. Pero claro, la historia es la que es y no se puede alargar. Es así una novela de personajes más que de acción.

La obra no sólo está confeccionada con gusto sino que tiene momentos espléndidos, la prosa del autor es de calidad y el escenario… Bueno, mejor no me extiendo y les dejo que ustedes obren.

La editorial, Cuadernos del Laberinto, se lo trabaja, esta obra es un ejemplo, seguro que pasaría desapercibida para otras editoriales, aquí le han hecho un hueco y han acertado de pleno, más aún cuando le han colocado un prólogo de Julián Ibáñez que para sus seguidores es casi una llamada a la lectura.

De un verano extraño, como ha sido este, por causas tan variadas que tardaríamos días en hablar de ellas, es la mejor lectura. Con diferencia. Merece muchísimo la pena, incluso se queda corta, pero todo no se puede tener.

Desde aquí mi recomendación más encendida.

La muerte en Lagos

Juan Lueiro
Cuadernos del Laberinto

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