Novela: «La Ronda», de Francisco Bescós

la rondaRicardo Bosque

Francisco Bescós es uno de los pocos autores de los que puedo decir que me he leído sus obras completas, al menos en lo que respecta a libros de ficción. Vale que no es demasiado mérito por mi parte, que solo son cuatro novelas hasta la fecha, pero qué cuatro novelas…

Empecé por el principio, como debe ser, por El baile de los penitentes, debut literario que le sirvió para ganar el VIII Premio Internacional de Novela Negra Ciudad de Carmona. Continué con la hilarante El costado derecho y luego con la segunda de la serie “Lucía la Grande” (la primera fue la de los penitentes), El porqué del color rojo, acreedora de los premios Novelpol, Pata Negra y Cartagena de Negra y, de rebote y por su contribución a la novela negra no tan urbana, del premio que inauguramos el año pasado en mi querido VillaNoir, el Villanúa Rural Noir (que este año, por cierto, ya tiene sucesor/a cuyo nombre será revelado próximamente, pero eso ya es otra historia). Ahora llega su cuarta novela, La Ronda, y en ella da un salto en calidad que para sí lo quisiera Bob Beamon en longitud.

La Ronda es un policial a ritmo de thriller (exacto: trepidante, frenético, hipnótico…) de cuya trama se puede decir poco o nada por miedo a destripar lo que Bescós nos quiere contar y cuando nos lo quiere contar. Por eso me limitaré a decir que todo parte de las investigaciones independientes de dos muertes más bien anodinas (un indigente y un empleado de mantenimiento de carreteras) que dos inspectores (inspector e inspectora, concretamente) metódicos deciden que pueden esconder más de lo que aparentan. Las dos investigaciones y sus respectivos investigadores, obviamente, tienden a confluir, y ahí es donde nos encontramos con otra de las grandes virtudes de la novela, aparte de su evidente originalidad.

Porque si difícil es construir un personaje con peso, Francisco Bescós crea no uno ni dos, sino hasta tres protagonistas o cuasi protagonistas por los que cualquier autor del género vendería su alma al diablo: Juan Luis Seito, inspector con un peculiar y divertido sentido de la venganza en el que el autor vuelca parte de sus vivencias personales; Dulce O’Rourke, inspectora pija entre los humildes pero no lo suficiente entre las pijas de verdad y con un endiablado carácter que saca a pasear a poco que se le provoca; y la subinspectora Laura Rodrigo, para mí el personaje más divertido y desconcertante de toda la novela, un hacha de la informática y del trabajo de pico y pala e hipocondriaca y versada en temas de salud en su tiempo libre, que no es mucho, por otra parte.

Poco a poco las dos muertes se van complicando en una carrera que no parece tener fin hasta llegar a un desenlace de los de quitarse el sombrero, ya no sé si por su complejidad, por su originalidad, por el sentido del humor que demuestra el autor o por todas las opciones anteriores.

Mucho bueno a destacar de la novela, pero no quiero poner fin a estas líneas sin poner el foco sobre ese capítulo 57, sublime ejercicio narrativo, divertidísimo plano secuencia (en acertada opinión del autor) que constituye una genial parodia de lo que suele ser habitual en el thriller más canónico.

Un consejo final: cuando compren la novela (cosa que van a hacer a poco que valoren mi opinión), pídanse un par de días libres en el curro ya que, siguiendo otro de los tópicos de las fajas promocionales de los mejores thrillers, “cuando abran este libro ya no podrán soltarlo hasta el final”.

La Ronda
Francisco Bescós
Reservoir Books

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