Jesús Lens Espinosa de los Monteros
Hay libros que comienzan con una imagen. O, como en este caso, con un fotograma. Reconozco que no he hecho por buscarla, pero recuerdo la imagen de un tipo asestándole un golpe a otro, con un piolet en la cabeza. Y el alarido de éste, un viejito con barba de chivo y gafas, cuyo grito estremecedor inundaba el salón de casa. Porque lo vi en la televisión.
¿Puede ser Richard Burton? El hombre que golpeaba con el piolet, quiero decir…
El caso es que cuando leí que Leonardo Padura, cuya novela “La neblina del ayer” es una de las que más he disfrutado en los últimos años y, también, una de las que más he regalado y recomendado a mis amigos, sin temor a equivocarme; había escrito una novela sobre el asesinato de Trostki, me tiré de cabeza por ella. De hecho, la conseguí dedicada por el autor, ¡con lo que me gustan los libros firmados!
Y, sin embargo, he tardado mucho, mucho tiempo en leerla.
Si seguís habitualmente estas reseñas, ya sabéis que muchas veces muestro mis dudas, mi estupefacción y mi extrañeza por tardar mucho, demasiado tiempo, en leer algún libro que debería haber leído antes. Pero el ser lector es anárquico, caprichoso, esquivo y juguetón. Al menos en mi caso.
Y, además, estoy convencido de que las lecturas llegan cuando tienen que llegar y que, si intentas forzarlas, las maleas y te las cargas, les quitas la frescura y el arrebato que deben provocarte.
Así que, cuando por fin cogí “El hombre que amaba a los perros” de la estantería AQEE (¿A Qué Estás Esperando?) lo hice con la pasión de las deudas pendientes, incluso de las venganzas por cobrar.
Es decir, que me leí sus cerca de seiscientas páginas con la avaricia y el ansia de las pulsiones largamente reprimidas.
Y la explosión fue brutal. Ojo: no digo que sea una de esas novelas que la coges y no la puedes soltar o que sea de lectura ágil. Digo que es una novela histórica escrita con una profundidad y un rigor insobornables, con infinidad de planos, personajes y matices que la hacen muy, muy interesante.
Porque la historia del asesinato de Trotski, cuya ejecución piolet en mano solo fue la culminación, el golpe final; es monstruosa. ¡Y eso que yo soy de la generación que vivió cuando la URSS aún existía, el mundo era bipolar y estas historias de traición solían ser habituales!
¿Qué sentirá un lector nacido a partir de los 80 al leer esta historia del estalinismo y el comunismo más frío revanchista y brutal?
– “La verdad y la mentira son demasiado relativas, y en este trabajo que hacemos tú y yo no hay fronteras entre una y otra. Ésta es una guerra oscura y la única verdad que importa es cumplir las órdenes. Da igual si, para llegar a ese momento, nos subimos sobre una montaña de mentiras o verdades”.
Una novela que transcurre en la España de la Guerra Civil, en la Unión Soviética posterior a la Guerra Mundial, en el México de los exiliados y, por fin, en la Cuba de ayer. Y en la de hoy.
Una novela protagonizada por Liev Davídovich Bronstein, conocido como Trotski, y por esa entelequia, por ese gran desconocido llamado Ramón Mercader. Y por las personas que les rodeaban. Y que les hicieron ser como fueron, de Stalin a Caridad, la madre de Ramón y uno de los personajes más trágicos, duros y con empaque que he conocido en mucho tiempo.
Una novela que explica una época, unos personajes y un tiempo ya pasados que podrían parecernos arqueología, pero personajes que vivieron, mintieron, mataron… e hicieron soñar a millones de personas hace apenas un puñado de años.
“El hombre que amaba a los perros”, de Leonardo Padura, una novela tan intensa como necesaria.
El hombre que amaba a los perrosLeonardo Padura
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