Ostras para Dimitri, Alacranes en su tinta, Pájaros quemados… Juan Bas nos tenía acostumbrados a que abrir uno de sus libros fuera el acto previo y necesario para pasar unas horas con la sonrisa a punto de convertirse en carcajada mientras, aprovechando que el Nervión pasa por Bilbao, sacudía a diestro y siniestro como quien no quiere la cosa.
Este planteamiento salta en pedazos con su última novela, El refugio de los canallas, de la que dice la sinopsis editorial es su obra más madura. Me lo ponen en bandeja: no sé si la más madura pero sí la más dura, sin duda.
Porque pocas risas se pueden hacer -salvo que estés Vaya semanita o seas Borja Cobeaga y, casi siempre, a toro pasado- con un asunto que atenazó a la sociedad vasca y española durante décadas, un mal llamado en tiempos de eufemismos políticos “conflicto” que no era sino el fruto del odio inoculado en varias generaciones de vascos y españoles con una inconsciencia endogámica que ahora parece podemos empezar a aparcar en el fondo de un cajón.
Valiéndose de personajes por todos conocidos a pesar de que el autor los semioculte bajo otros nombres -Julián Arnedo, Fernando Gómez, Gonzalo Veredas o esa Tigresa con la que muchos habríamos tenido sueños húmedos de no ser por su carácter sanguinario y a quien Bas convierte en pantera-, la novela plasma un retrato doloroso que recorre varias décadas, con increíbles -o no tanto, según se piense- intercambios de fluidos entre protagonistas condenados a odiarse desde la cuna, en un viaje por el terror que arranca en los años cuarenta y tiene su final inevitable en un anuncio -largo tiempo aplazado- de cese definitivo de la actividad armada, algo que según el autor -con el que coincido plenamente- estaba cantado desde que otro terrorismo “superior” tuvo su primera gran intervención mediática un 11 de septiembre aunque la que nos afectara de lleno tuviera lugar otro 11, esta vez de marzo:
“Este atentado descomunal marcó el auténtico comienzo del siglo XXI y del cambio del mundo. Estableció los nuevos parámetros del miedo y de la inseguridad global y dio réditos al poder con la gestión de ese miedo. Después fue Madrid con la masacre de Atocha y más tarde la de Londres. La amenaza mundial del integrismo islámico no solo continúa una década después, sino que crece y se va más de las manos. Esta enorme dimensión de hechos y fuerzas arrinconó y empequeñeció aún más, por comparación y desplazamiento, la guerra de pacotilla de nuestros pequeños patriotas, su menesteroso terrorismo de andar por casa y el ideario de lema de camiseta, amén de poner de manifiesto el tiempo histórico que le correspondía y de lo que provino, el siglo XIX y el carlismo”.
Las comparaciones son siempre odiosas, pero en esta caso serán además inevitables e injustas entre esta excelente novela de Juan Bas y el superventas de Aramburu. No se engañen, tal vez traten el mismo tema, pero el modo de hacerlo es muy diferente.
Y no me pregunten que a quién quiero más: la respuesta sería la misma que a lo de si a papá o a mamá.
El refugio de los canallasJuan Bas
Alrevés