Novela: «Asesinos inocentes», de José Javier Abasolo

Sergio Torrijos Martínez

José Javier Abasolo ha decidido salir de su zona de confort para adentrarse en otros mares, en este caso abandona a su protagonista fetiche, el interesantísimo Goiko y se pasa con armas y bagaje a una ficción totalmente diferente. Deja en manos de un abogado, Markel Zugasti, todo el peso de la trama. Un abogado especialista en temas financieros, de esos que tanto medran en nuestro país, que no bien defienden a corruptos o que ayudan a lavar dinero negro.

Entra así Abasolo en una parte de la ficción muy interesante, intentando dar vida a uno de esos personajes que tan bien se manejan en los claroscuros de nuestro sistema judicial, pero, y este es un gran pero, pese a que lo construye como un auténtico cara dura y sinvergüenza Zugasti no termina de encajar en el papel, tiene demasiados sentimientos honorables como para eso. Creo que es obra del propio autor, que no es capaz de considerar a alguien tan cabrón como lo es en realidad y por ahí el personaje patina. Es cierto que le salva el humor, la socarronería, la chulería incluso, pero en cuanto a personaje sin escrúpulos no termina de convencer.

Zugasti se presenta a sí mismo como un carnívoro en una sociedad herbívora, busca y consigue, con notable éxito, el dinero, motivo fundamental para ser alguien en el mundo moderno, para ello se excusa en sus escasos fundamentos éticos, no haciéndole ascos a vender su alma al mejor postor, pues siempre ha creído que el cielo se debe vivir en la tierra. Abusa de los demás, por sistema y por ser el medio más efectivo de conseguir sus propios fines que empiezan y terminan en el propio Markel Zugasti.

Hasta, siempre hay un hasta, que topa con Karmele, un antiguo amor que se niega a ser tratada con el trato abusivo que acostumbra el abogado, ahí en ese punto arranca la ficción y la dupla de los dos personajes que llevan en volandas, es literal, al lector hasta el último momento.

El asesinato de un hombre de turbios antecedentes por parte del padre de Karmele, será la excusa que inicie la investigación propiamente dicha y será el cuerpo de Karmele, como contraprestación, los honorarios que obtendrá el abogado. Así parece muy banal, muy básico, un poco atrabiliario, pero muy real y más real aún es el tono de humor que se mantiene a lo largo de toda la obra.

Puede que la creación del personaje despiadado como Zugasti no tenga enjundia, pero eso se subsana con humor, a paletadas, no dejándonos con la sonrisa en los labios sino llegando a la carcajada, porque Abasolo tiene un amplio sentido irónico tanto que toda la narración se convierte en un divertido placer. Ya nos tenía acostumbrados a ese divertimento, ahora lo explota aún más. Leer un pequeño pedazo de novela y ya la sonrisa asoma en tus labios y así hasta el final, todo tiene ese tono divertido y tierno a lo largo de toda la narración, por eso, seguramente, el personaje del “despiadado” Zugasti fracase como tal. La risa y el drama conjugan mal, al menos en el universo que nos presenta el autor.

La novela merece nuestra aprobación y la recomendación es obligada. Si quieren pasar un buen rato esta es una gran opción, no se arrepentirán.

Asesinos inocentes

José Javier Abasolo
Erein

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