Touré, como buen africano, es un superviviente nato y solo un tipo así es capaz de soportar y superar las auténticas tropelías a las que Jon Arretxe, su padre literario, le ha ido sometiendo novela tras novela.
La última, convertirle en pastor de ovejas en un pueblo del Pirineo navarro, Orbe, y rodearle de paisanos que no están demasiado en sus cabales -la endogamia es lo que tiene, que mantiene la pureza de la sangre pero presenta ciertos efectos secundarios-. Y como en los pueblos es imposible guardar un secreto, se ha corrido la voz de que, además de brujo, figurante lírico o gigoló, el burkinés es medio detective, así que cuando el burro de un vecino es decapitado con una motosierra -algo que según el autor está basado en hechos reales- a Touré le cae el encargo de averiguar la identidad del asesino del noble y esforzado animal.
Así, más pendiente de encontrar comida con la que llenar la panza que de resolver el caso que le han encargado y auxiliado por su compañero de patera, el senegalés Adama, Touré irá metiéndose en la vida de algunos de sus vecinos, a cual más desquiciado, incluyendo al cura putero del lugar y, casi sin quererlo, irá dando forma a una hipótesis que tal vez no sea acertada pero que le aboca a su única salida posible, en una brutal metamorfosis del personaje que le aleja radicalmente de aquel al que conocimos en sus calles del barrio de San Francisco de Bilbao. Transformación, por cierto, que le sienta genial, que ya está bien de poner la otra mejilla para seguir recibiendo hostias, hombre.
Dice el autor que este es el primer y último rural noir que escribe, aunque yo lo calificaría de novela pastoril a lo bestia -a lo burro, si quisiera hacer un chiste facilón-, con un tramo final que ya lo quisieran en el Texas de Tobe Hooper y un desenlace para el protagonista de la saga que no tengo más remedio que aplaudir con las orejas.
Dice también el autor que cada vez le salen las novelas más cortas. Añadiría yo que cada vez le salen mejor, y No digas nada es una excelente muestra de ello.
No digas nadaJon Arretxe Erein
Magnífica la constatación de Arretxe.
¡ Cada vez es más difícil encontrar novelas negras cortas!
Jon nos lo pone fácil.
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