ADVERTENCIA: CONTIENE SPOILER
Teresa Suárez
Aunque inspirada en la realidad, Fariña es ficción. Desconozco cuánto hay de la primera y cuanto de la segunda.
Principios de los ochenta. El contrabando de tabaco rubio de batea es un negocio en alza en la comunidad gallega. Un modelo empresarial elaborado, con especial desarrollo de la parte logística (medios de transporte y rutas de distribución) y una efectiva política de sobornos a políticos, jueces y miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado (en esa época numerosos guardias civiles fueron trasladados o sancionados por su implicación con las redes de contrabando), permite que varios clanes familiares (Sito Miñanco, los Charlines, Laureano Oubiña, etc.), agrupados en una especie de cooperativa, se repartan las zonas de descargas y los beneficios.
¿Principales perjudicados del auge del contrabando? La industria, el comercio y sobre todo Hacienda. Los millones que movían los traficantes, sin declarar al fisco, dejaban patente que el famoso eslogan de “Hacienda somos todos” era, como bien sabíamos, una puta mentira.
La ambición de los jóvenes, que suelen pecar de querer saber más que los viejos, hará que el floreciente negocio del contrabando se diversifique. Con el tiempo, al “rubio americano” se añadirán el hachís o chocolate y la cocaína o fariña.
La primera vez que es encarcelado, durante los dos meses que pasa en Carabanchel, Sito Miñanco establece contactos con dos narcotraficantes colombianos y llega a un acuerdo con ellos para introducir, a través de la ría gallega, su cocaína en todo el continente (aunque se libró de las primeras detenciones en la llamada “Operación Nécora”, en 1994 fue detenido en Pozuelo de Alarcón por introducir 2,5 toneladas de cocaína en España en 1990 y condenado a 20 años de prisión por tráfico de drogas).
Sus amigos de infancia no quieren saben nada de la “fariña” y, en su búsqueda de un nuevo socio, Sito contacta con Braulio, hombre de confianza de Vicente Otero, alias Terito. Braulio rechaza la oferta de empleo, el aumento de sueldo y, leal ante todo, revela a su patrón las intenciones de Miñanco.
El gran patriarca de la “familia tabacalera” galega y el resto de cooperativistas piden explicaciones a Sito y éste se revuelve. La promesa de dinero, mucho mucho dinero, desata la avaricia y acaba de golpe con temores y resistencias. Ante la presión del resto Terito cede. Ya nada volverá a ser como antes.
Capítulo cinco, ecuador de la serie. Braulio es brutalmente asesinado. ¿Método empleado? La denominada corbata colombiana que consiste en rajar la garganta del soplón y sacarle la lengua por ella. ¿Motivo? Jorge Luís Ochoa Vásquez, del cártel de Medellín, y Gilberto Rodríguez Orejuela, de los Caballeros de Cali, nuevos socios de Miñanco, no permiten la delación a su alrededor.
Con este salvaje asesinato los traficantes gallegos de cigarrillos, hasta ahora simpáticos y cuasi bonachones, dejan de serlo para convertirse en aprendices de los grandes maestros, los narcos colombianos, que extienden sus redes y las asientan sobre la violencia, el terror y la muerte.
Por eso, si hay algo que sorprende en la serie, es el “buenismo” de Sito Miñanco, personaje principal, quien suele ceder con benevolencia para evitar los enfrentamientos, actúa con extrema tolerancia y siempre, siempre, logra rebajar la gravedad de los conflictos.
¿Que su primera mujer descubre que se la pega y quiere denunciarle a la Guardia Civil? Sito le ofrece una bolsa llena de billetes y ella desaparece, junto con sus hijas, dejando claro que siempre estuvo en contra de las actividades ilegales de su marido.
¿Que sus colegas actúan a sus espaldas y pierden la carga de los colombianos? Ahí está Sito para pagar la deuda y evitar que los maten a todos.
¿Que su despampanante segunda esposa panameña se la pega con el capitán del equipo de fútbol local de su propiedad? Sito le perdona la infidelidad a ella y a él únicamente lo castiga haciéndole chupar banquillo.
¿Que Colombo, el primero de los traficantes encarcelados, cansado del encierro amenaza con hacer un trato con la autoridad? Sito, tras calmar a los nerviosos Charlines quienes, como viene siendo habitual a lo largo de la serie, quieren solucionar el problema a tiros, le envía una clara advertencia incendiando su casa, no sin antes haberse asegurado de que se encontraba vacía.
Vamos, que si acabas la serie y no sientes adoración por Sito Miñanco es que en vez de corazón tienes una patata.
No obstante, mi personaje favorito, como no podía ser de otra manera, es el sargento de la Guardia Civil Darío Castro (¡fantástico Tristán Ulloa!), un “perro” tranquilo e inasequible al desaliento, que rastrea la presa y la sigue ladrando, de forma continua e insistente, pero sin acometer ni morderla, esperando que su “pachorra” empuje a estos correosos capos a cometer un error que les haga perder la jodida retranca que exhiben y facilite su captura.
Bien narrada, bien ambienta y mejor interpretada, Fariña es un producto televisivo que casi roza la excelencia.
¡De lo mejorcito que se ha hecho en España en los últimos tiempos!