Televisión: «Heridas abiertas»

heridas abiertasTeresa Suárez

Tras años de autolesiones, que la llevaron a pasar una buena temporada en un hospital psiquiátrico, Camille Preaker, periodista del Chicago Daily, regresa a su localidad natal para cubrir los brutales asesinatos de Ann Nash y Natalie Keene, dos chicas de 9 y 10 años.

Se instala en la mansión familiar con su neurótica, fría y exigente madre, a la que hace años que no ve, el marido de ésta y su hija Amma, una hermana a quien Camille ni siquiera conoce.

Para escribir ese artículo con el que todo reportero sueña ganar un Pulitzer, Camille deberá enfrentarse a los habitantes del pueblo, a la presencia castradora de la madre, al recuerdo traumático de su hermana Marian, muerta cuando ella era apenas una niña, y a sus propios demonios.

Acompañan a la turbulenta Camille (¡excelente Amy Adams!) una serie de personajes que no le van a la zaga.

Alan Crellin, marido de Adora, padrastro de Camille y padre biológico de Amma y Marian. Un hombre serio, callado y, en apariencia, obediente.

Con su doble juego de hija perfecta frente a la madre, y su desprecio hacia todos los demás, Amma Crellin, 13 años, medio hermana de Camille, es una inestimable ayuda para que la serie logre su propósito de no dar ni un respiro al espectador.

Y luego está ella: Adora.

Margaret White (Piper Laurie), la fanática religiosa de Carrie (película de 1976 dirigida por Briam de Palma), Ruth Fowler (Sissy Spacek) la madre langosta de In the Bedroom (película de 2001 dirigida por Todd Field) o Mary (Mo’Nique) en Precious (película de 2009 dirigida por Lee Daniels)… Adora Crellin, madre de Camille, terrateniente de la zona, insensible, dura, implacable, sin necesidad de recurrir a la violencia física ni de empuñar arma alguna, forma parte, por derecho propio, del selecto club de progenitoras que desde las pantallas de cine o televisión, nos han hecho, y hacen, estremecer.

¿El padre de una de las víctimas? ¿El hermano de la otra? ¿Un mexicano de paso? El vecindario habla, especula, acusa de forma velada. Todos quieren saber, creen saber, quién mató a las pequeñas y la presencia de la periodista, con su melena pelirroja, su turbadora belleza y un pasado turbio que todos parecen conocer mejor que ella misma, convierten el pueblo en una olla a presión a punto de estallar.

Basada en Sharp Objects, primera novela de la escritora estadounidense Gillian Flynn (autora de Perdida), si hubiera que elegir una sola palabra para definir esta miniserie de TV sería RETORCIDA.

En ninguno de los capítulos encuentras un motivo para la sonrisa. De hecho, cada vez que Camille, el jefe de policía local o el detective de la división de homicidios de Kansas Richard Willis (alias el de Kansas o Toto por el perro del mago de Oz), circulan en coche por las calles de Wind Gap, estado de Missouri, la excelente fotografía de Ronald Plante e Yves Bélanger logra que cada calle, cada transeúnte, cada escena, en vez de cotidianos, resulten tan oscuros, sospechosos y culpables, que vives en un permanente escalofrío.

Heridas abiertas es una serie pensada para incomodar.

Los inquietantes sueños de la protagonista y unos flashbacks poblados de objetos extraños, espeluznantes visiones y sangre, hacen de Heridas abiertas un thriller tan lynchiano, tanto, que el mismísimo David estaría encantado de proclamar su autoría.

Sin duda alguna, una serie adictiva.

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