«El guardián invisible”, de Dolores Redondo, por Juan Mari Barasorda

Juan Mari Barasorda

Recuerdo la primera vez que asomado desde una minúscula ventana me quedé contemplando el agua de la montaña precipitarse en el Molino del Infierno (Infernuko Errota), en la muga entre Etxalar y el Baztán. Mi mente de lector policial me llevó indefectiblemente a imaginar un cadáver sumergido en aquel pozo cristalino y tempestuoso a la vez. Un cadáver de tez nívea con la apariencia de la Ophelia en la que el pintor J. E. Millais transmutó a la bellísima Lizzie Siddal, pero una Ophelia asesinada en las entrañas del bosque. La imaginación desbordante del lector policial.

Un paraje mágico como el Baztán se merecía una buena novela policial. No un pequeño relato policial menor como el vivido por el por muchos olvidado Lord Peter Winsey, aquel aristocrático detective nacido de la pluma de una de las damas del crimen británico, Dorothy L. Sayers, que fue el primero de los detectives de la novela policial en investigar en tierras vascas (“The incredible elopement of lord Peter Winsey”, 1931).

Infernuko Errota

Infernuko Errota

Dolores Redondo, que ha iniciado una fulgurante carrera para ser una de “nuestras” damas del crimen, ha cumplido ese objetivo. En El guardián invisible (Editorial Destino), su segunda novela y la primera de una ya enunciada por la editorial como trilogía policial, ha evocado la magia del Baztán y retratado los paisajes maravillosos a los que siempre deseo volver. Arroyos y bosques, calles, puentes y restaurantes transitados por mis botas de monte, piedras y hombres y mujeres que te atrapan el corazón. Y El guardián invisible atrapa también. Atrapa porque es una novela que, en primer lugar, está bien escrita, y en segundo lugar porque se lee de un tirón. El lector, tras pasar en los últimos meses por la tortura de la lectura de algunos éxitos editoriales -británicos y escandinavos, por más señas- que adolecen de ambas (necesarias) virtudes debe agradecer estas cualidades.

El personaje principal nos brinda una faceta que no suele acompañar ni a la novela enigma ni a la novela negra clásica. Amaia Salazar es la inspectora de homicidios de la policía foral navarra, nacida en Elizondo y formada por el FBI en Quantico, que se enfrenta simultáneamente a un asesino en serie y a un pasado familiar que emponzoña sus sueños con las más terribles pesadillas. Y son los fantasmas del pasado de Amaia los que sustentan el hilo conductor de la novela, más incluso que la propia investigación. No es por tanto una novela de detectives, ni una novela negra, pero sí una novela de suspense en la que la intriga policial se va sucediendo como las regatas del río que surca este valle maravilloso.

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En la novela hay tres grandes protagonistas: en primer lugar, el valle del Baztan. Un paisaje tamizado por una lluvia que todo lo empapa. Un paisaje reconocible que el lector imagina como una sucesión de fotografías en blanco y negro. Casi todos mis recuerdos se suceden, curiosamente solo el excelso txuri ta beltz (blanco y negro en euskera), un plato increíble hecho con entrañas de cordero (una receta que me describió con todo lujo de detalles el gran cocinero y fotógrafo Xavier Landa) habrá de esperar para alguna de las próximas entregas de esta ya publicitada como “trilogía del Baztan”.

En segundo lugar, la novela refleja con acierto no solo la perturbada personalidad de Amaia Salazar sino también la de sus hermanas Flora y Rosaura, la de su madre, una mujer inquietante cuya relación con Amaia sustenta en gran parte uno de los tres hilos de suspense que entreteje la novela, y la de su tía Engrasi, la mujer que ejerció como verdadera madre de Amaia, la adivina, la echadora de cartas, la sorgina (bruja). Las víctimas, jóvenes, inocentes (o tal vez no tanto, hasta el punto que en una de ellas se reconoce una pérfida belagile), no gozan del mismo preciso dibujo literario, al igual que los protagonistas varones -el marido de Amaia, sus cuñados, policías, forenses… -. En todo caso, la descripción de los personajes femeninos es excelente y refleja una escritora de criterio.

Y, por último, el guardián invisible, el Basajaun, el señor del bosque, el de la larga melena, el que cuida de los rebaños. También él protagoniza esta novela en la que Dolores Redondo introduce la mitología vasca-navarra como un elemento más de suspense, de intriga, un aderezo para sazonar la novela y que a buen seguro aparecerá en las futuras entregas de esta trilogía. Lo cierto es que la presencia de la mitología se siente en estos valles encantados, desde el profundo bosque de hayas donde habita el basajaun a la cima de las montañas donde habita Mari o a las nerviosas regatas y estruendosos arroyos donde viven las lamiak, mezcla de niñas y salmones, protagonistas del escudo de Bertizarana -Valle de Bertiz- o de la mítica Lamiarrita –la roca de las lamias-, otro lugar mágico: la casa palacio de Arizkun, donde ahora descansan los jesuítas, a un campo de laxoa como el que se describe en la novela y donde empieza el enigmático barrio de Bozate, tierra de los agotes y de fascinantes historias de sangre y persecución.

Dolores-Redondo

Dolores Redondo

También un dulce tiene su cuota de protagonismo: el txantxigorri, un pastelillo típico del Baztán que comparte con el chocolate las vitrinas de Malkorra, la magnífica pastelería de Elizondo. Después de aquellos inquietantes erizos de chocolate que endulzaban la trama de La promesa (la excelente novela de Fiedrich Durrenmatt en la que también el bosque y un asesino casi sobrenatural, “un mago”, daban forma a una trama apasionante) no había habido dulces con nombre propio protagonistas en la novela policial. Cuando en la novela aparece una fotografía del txantxigorri solo me puedo imaginar a Xavier Landa, el fotógrafo gastronómico de “La taberna del fotógrafo” de Irurita plasmando este retrato junto a la inspectora Amaia Salazar.

La trama policial se entreteje entre todos estos elementos. La intriga, el thriller en lenguaje anglosajón, es el resultado de todos ellos. Tal vez este es el mayor pero a oponer a esta primera parte de esta trilogía policial (me pregunto por qué este afán de los editores de “crear” trilogías… Habría que plantearse como denominar a las más de 80 novelas de Agatha Christie) de esta escritora vasca. La intriga sobre el pasado de la inspectora protagonista tapa a la investigación a veces y es cuando el lector policial echa en falta el juego de los sospechosos imposibles, el análisis las pistas sutiles o una mayor profundización en el retrato psicológico del asesino. De alguna manera las propias palabras de la escritora explican mejor lo que quiero decir: “Quería escribir sobre el matriarcado típico de estas tierras. Son las mujeres las que tienen más peso, son ellas las que toman las decisiones. Los crímenes son algo secundario en mi novela, lo importante es la familia. Quería huir del típico policía atormentado y solitario que investiga crímenes atroces y quería ambientar la novela en algún lugar del País Vasco o Navarra.”

Editores de 13 países han comprado ya los derechos de esta trilogía. Los productores de Millenium, de Stieg Larsson, la han adquirido para llevarla al cine. No resulta extraño porque es indudable que existen numerosos puntos en común entre esta novela y las de Camilla Lackberg (bosques, pueblos pequeños con secretos de décadas, mujeres investigadoras, protagonismo de madres). Por doquier se reparten excelentes críticas sobre este primer trabajo literario de Dolores Redondo y todo ello debe ser un acicate para que las dos nuevas entregas superen a esta primera y deparen horas de lectura placentera al lector policial. Mientras tanto, y por las razones expuestas, yo recomiendo su lectura a los amigos, una lectura que permitirá huir de atroces crímenes nórdicos y pasar un buen rato en el sofá. Y esperaré, por supuesto, a la lectura de la nueva entrega, anunciada para este otoño, cuando volveré a recorrer los bosques del Baztán. Puede que esta vez gracias a Dolores Redondo, cuando entre Erratzu y Arizkun me adentre en mi rincón secreto y oscuro, entre la enmarañada vegetación donde recolecto las “trompetas de los muertos”, encuentre un cadáver durmiente sobre el negro manto de las trompetas… O puede que solo sea, una vez más, mi imaginación de lector policial.

El guardián invisible
Dolores Redondo
Editorial Destino

4 comentarios en “«El guardián invisible”, de Dolores Redondo, por Juan Mari Barasorda

  1. Bueno, estoy de acuerdo contigo en todo. Yo tenía previsto reseñar esta novela. Pero tenía la duda de compararla con las novelas nórdicas. El otro día me sacó de mi nube un autor de la misma editorial que compartía la misma impresión que yo. Así que el fin de semana me puse a «ensuciar» ya que o escribo como hablo, comentarios sobre la novela. Pues mira, aquí tengo otro compañero que opina lo mismo. La segunda entrega se espera para el último trimestre o principios de año. Lo digo con margen ya que se están retrasando varias entregas. La cifra que ha vendido Dolores es tremenda. Un abrazo,

    CRUCE

  2. Uno de los méritos de esta novela es que se lee de un tirón. Para mi lo mejor es, sin lugar a dudas, la descripción de los conflictos familiares, esos que marcan nuestra personalidad. Igualmente destacaría las escenas de los crimenes cuya descripción, insertos en paisajes de bosques, lluvia y niebla, los dota de un aire trágico y romántico. No obstante le encuentro bastantes defectos: su excesivo empeño en demostrar que se ha documentado sobre perfiles criminales, técnicas forenses, asesinos en serie, etc; la investigación criminal casi no aparece y, sobre todo, adivinas quien es el asesino muchas páginas antes de llegar a la última. Pero lo que más cargante me resulta es lo de que necesita a su maridito para sentirse segura y lo de que no puede ser feliz del todo porque no se queda embarazada, ambas cosas me huelen a rancio.

  3. Hola compinche ( de la banda digo) : yo he huido de las comparaciones con las novelas nordicas, comparaciones que a un agente literario le pueden venir bien pero que en este caso creo que son innecesarias. Su valor como novela que atrapa es evidente ( y no solo lo digo porque yo como Teresa me la lei de un tiron…conozco a mas gente que le ha pasado lo mismo). En cuanto a los defectos que señala Teresa sin entrar al debate de su existencia dire que los disculpo por todo lo que he dicho. La sinceridad de la autora sobre lo que buscaba con esta novela la engrandece porque creo que consigue lo que buscaba. El marketing es obra de su agente y de la editorial. Espero las nuevas entregas.

  4. Es un cúmulo de clichés y corta pega que produce pasmo; la señora inspectora que necesita un marido que la haga mujer para ser mami. El forense que habla por boca de PD James,literalmente. La madre arquetípica que pretende ser la loca del desván. El asesino ritual que mata por que es malote. El FBI que no puede faltar. Las víctimas en el río con manos oferentes como la Ofelia. Toallitas húmedas, pastelitos, leyendas varias y la resolución del caso que se ve venir desde el principio. Lo bonito es el bosque y el pastelito para dar cuenta de la gastronomía local. Entre fantasmas mezclado con Mentes criminales en el bosque de Tayak. Por supuesto que el marketing es cosa de la editorial…y es lo mejor de todo además de la belleza de los parajes. El segundo libro ya ni se corta y fusila a Thomas Harris a lo bestia en los dos mejores libros, el silencio de los corderos y otro. Total…está todo inventado, para que esforzarse.

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