La muerte de Emiliano Etxebarria, comerciante de una tienda de ultramarinos -por cierto que bonita la palabra y que en desuso ha caído-, es el inicio de la novela. Emiliano tiene un fin cruel y en la investigación se descubre que era el escritor de novelas del oeste Colt Duncan. La investigación se llevará a cabo desde dos frentes: por un lado un juez, Estepan Azkarate y, por otro, Asier Uribe. Ambos abordaran la investigación acompañados de sendas figuras femeninas y aunque partirán de diferente punto llegarán a la misma encrucijada.
La novela no es una historia clásica de investigación, existe la investigación pero no será lo más importante: lo que mueve al autor, desde mi humilde opinión, es mostrarnos el pensamiento que existe entre literatura popular y la llamada literatura de verdad. Por un lado la novela negra, policíaca, aventuras o la del oeste y, por otro, la poesía o la literatura considerada seria. El desprecio de unos por los otros y, en el medio, una serie de géneros y de maneras de narrar la ficción opuestos o al menos así nos lo quieren hacer creer. Abasolo no es neutral en ese juego, de sobra sabemos en que bando milita y lo que hace es hacerles la cama a los contrarios, lo cual no está nada mal. Su idea se resumiría en que existe demasiada imbecilidad en torno a géneros literarios y lo que importa en el fondo es el lector y su disfrute, algo que se suele olvidar con demasiada facilidad.
La literatura no nació para exaltar el alma o sublimarla, tampoco lo hizo el arte con ese propósito, todo fue mucho más sencillo, más elemental y nació como utensilio para la distracción. A partir de ahí se utilizó de muy diferente manera, se politizó, se cargó de ideología, se hicieron mil cosas más, al final lo que tenemos es lo mismo que cuando se creo, un elemento para el disfrute. En ese sentido más amplio está la literatura llamada popular y que bebe de muy diferentes fuentes, desde la cinematográfica hasta la tradición oral o incluso periodística. Acercar las letras al lector es sumamente importante y el argumento para realizarlo debe ser tenido en cuenta siempre y cuando ejecute la última y más importante acción, que es encontrar un lector.
Por eso hablar de género popular es casi un insulto. Parece ser que los que no hayan leído a Proust no tienen ni idea de literatura. Pues va a ser que no.
Abasolo trata todo esto de una manera mucho más amena que un servidor. Lo ejecuta con cierta ironía, con humor y con un toque de mala leche encomiable. Lo cierto es que, por momentos, ha conseguido arrancarme más que una sonrisa. Leerle en las peripecias de los personajes por medio de Bilbao y vacilar a los lectores sobre cosas ha sido todo un placer. En resumen, me parece muy juguetón este Abasolo y más aún cuando se atreve con una novela del oeste, a su modo y manera pero del oeste. Recordando una literatura que tuvo infinidad de adeptos y no digamos ya en su versión cinematográfica, donde todavía sigue levantando pasiones.
Es muy fácil leer a este escritor, tiene el arte de la sencillez y con poco es capaz de montar una historia, hacerla creíble y llevarla junto a nosotros a donde quiera. Tampoco se pretendía otra cosa que disfrutar y eso deben tenerlo en cuenta los posibles lectores. Les animo a leer la obra, no se arrepentirán.
Una del OesteJosé Javier Abasolo
Erein