Televisión: «The Handmaid’s Tale (El cuento de la criada)»

Teresa Suárez

“Con su mirada.

Alabado sea”

 

Era tanto el miedo a nuevos ataques terroristas que cedimos gustosos parte de nuestras libertades. El recorte de derechos aumentaba y el control cada vez abarcaba más aspectos de nuestra vida cotidiana.

Aun así no lo vimos venir… ¿Cómo no lo vimos venir?

En un momento en el que el terrorismo indiscriminado y brutal es capaz de golpear en cualquier parte del mundo, El cuento de la criada, de Margaret Atwood (Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2008), más que como ficción distópica y feminista se lee como una realidad factible, amenazante y cercana, ya instalada en el presente de muchas mujeres y con restos de un pasado que amenaza regresar, con toda su virulencia, a la vida de las restantes.

“Bendito sea el fruto.

El Señor permita que madure”.

 

No nacían niños. Se hablaba de castigo divino. Instauraron una teocracia represiva cuyos líderes, los comandantes, basándose en una interpretación sui géneris de las sagradas escrituras, impartían una justicia divina muy laxa para los de su casta y altamente represiva para todos los demás. En Gilead se aplica la ley del embudo.

Fuera de la élite dirigente, los hombres se dividen en Ojos (ningún estado totalitario puede mantenerse sin una policía secreta oficial, con poder absoluto sobre la vida del individuo, encargada de descubrir y aplastar cualquier signo de disidencia), fuerza represora dirigida y oprimidos. Quienes no se avenían al papel que les había correspondido amanecían ahorcados en el muro.

Para las mujeres, como siempre, fue mucho peor. Despedidas en masa, se les negó el acceso al empleo, se les prohibió ser titulares de cuentas bancarias, conducir y manifestarse.

Aunque algunas participaron activamente en la elaboración de las nuevas leyes (“conozco la ley, ayude a redactarla”), y la victoria solo fue posible gracias a la connivencia de muchas otras, todas fueron relegadas a un papel secundario y, fuese cual fuese su estatus anterior, se convirtieron en esclavas.

Al común de los ciudadanos se les permitía tener una esposa. Los comandantes poseían una sirvienta para limpiar, una criada para parir y una consorte para criar. Para el sexo, aunque sea pecado, podían elegir, a su antojo, entre cualquiera de ellas. “¿Quiénes son estas mujeres? Hay sociólogas, profesoras universitarias. Con algunas puedes tener una buena conversación si es eso lo que quieres”, responde impertérrito el comandante Fred Waterford a su criada Defred (nombre temporal que se les aplica y que indica propiedad del hombre al que sirve), cuando la lleva al Jezabel, club clandestino y exclusivo donde los próceres de la patria acuden para dar rienda suelta a sus más bajos instintos.

Dada su importancia para la supervivencia y perpetuación del sistema, las mujeres fértiles, las criadas, fueron recluidas en un centro de adiestramiento y su formación se encomendó a las llamadas “tías”. Además de un conocimiento riguroso de la ley y de cuál es su papel en esta nueva sociedad, se les enseña cómo vestir, caminar, mirar, saludar, cuando hablar, qué responder y, especialmente, la práctica de “la ceremonia” rito en el que, colocada entre las piernas de la esposa oficial, la criada es inseminada por el comandante a quien pertenece para asegurar la continuación de su linaje. Una formalidad que, en tanto no se quede preñada del amo, le garantiza una solemne violación mensual en toda regla.

Mientras que las sirvientas visten de gris y las esposas de verde apagado, las criadas cubren su cuerpo con largas capas de un rojo llamativo y, como símbolo de sumisión, caminan, siempre en parejas, con la cabeza gacha y el rostro escondido tras un enorme tocado blanco que solo les permite mirar de frente. ”Si no querían un ejército, no habernos vestido de uniforme”.

Sí, porque esa disciplina férrea, lograda a base de duros castigos físicos (ablación del clítoris o lapidación), crea un grupo homogéneo en apariencia sumiso pero en el cual, por saber que el destino de una es el de todas, nace una conciencia colectiva (“no te rindas”) que alimenta la resistencia interior, a ser anulada moral y psíquicamente, y empuja a la lucha diaria por recuperar pequeños reductos de libertad que, finalmente, conduzcan al final de un sistema que las arrincona y humilla.

¿Es un distopía El cuento de la criada?

En España, durante la dictadura franquista, el espacio femenino: “se reducía a la familia, donde cumplirían el imprescindible papel de “proporcionar hijos a la Patria”. Se diseñó un prototipo de mujer, un modelo expuesto desde la escuela, la propia Iglesia y los medios de comunicación: “debía ir convenientemente vestida, es decir, con mangas largas o al codo, sin escotes, con faldas holgadas que no señalaran los detalles del cuerpo ni acapararan atenciones indebidas. La ropa no podía ser corta y mucho menos transparentarse. Las mujeres jóvenes no debían salir solas ni ir acompañadas de hombres que no fueran de la familia”. El franquismo consideraba a la mujer “como un ser inferior espiritual e intelectualmente que tenía una vocación inequívoca de ama de casa y madre”.

Debido al sistema de tutela masculina vigente en su país, las saudíes necesitan autorización previa del tutor (padre, marido, o en ausencia de estos cualquier otro varón que tenga su custodia) para sacarse el pasaporte, viajar al extranjero, estudiar en la universidad, adquirir ciertos bienes o casarse.

En Irán, donde  la política no es independiente de la religión y el país se rige por la sharía, las mujeres viven bajo el estricto control del Estado. Para poder casarse necesitan la aprobación del padre; para viajar la del padre o marido. Un hombre puede tener hasta cuatro esposas permanentes (e incontable cantidad de esposas temporales), pero si una mujer tiene una relación extramatrimonial es condenada a muerte. La denominada Policía de la moral vigila cada día las calles de las principales ciudades para controlar a aquellas mujeres que no cumplen con los estándares islámicos.

¿Es ficción El cuento de la criada?

Gran discurso el de Elisabeth Moss, protagonista de The Handmaid’s Tale (Mejor serie de Drama en TV), al recoger el Globo de Oro 2018 a la Mejor actriz de drama en TV: ”Margaret Atwood, esto es para ti y para todas las mujeres que vinieron antes y después de ti que fueron lo suficientemente valientes para hablar claro en contra de la intolerancia y la injusticia y para luchar por la igualdad y la libertad en este mundo”.

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3 comentarios en “Televisión: «The Handmaid’s Tale (El cuento de la criada)»

  1. Sí la novela me gustó mucho, la serie no le fue a la zaga. Formidables ambas: texto original y adaptación televisiva. Dicen que están rodando la 2° temporada de la serie; no sé si quizás sea querer estirar demasiado el chicle.
    Yo en mi blog reseñé hace pocos meses la novela. Ahora, Teresa, con tu reseña de la serie ya tengo todo el universo de «El cuento de la criada» completo.
    Muy buena entrada. Me ha encantado leerla.
    Un beso

    • Gracias Juan Carlos. Yo no he leído la novela. Si he leído Alias Grace, de la misma autora, y te puedo decir que la novela es excepcional pero la serie, por simplista, no me ha gustado nada. Un saludo.

  2. Me parece repulsivo este tipos de tratamientos en organuzaciones secctaristas de la iglesia yo pertenezco a una y no permitimosceste tipo de abusos al igual que la degradacion u la discriminacion fundacion italiana tomas b

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