Novela: «Asesinato en el Parque Sinaloa», de Élmer Mendoza

Sergio Torrijos Martínez

“Esa mañana, de la mano de Ger, desayunó todo lo que le sirvió y aunque negó a tomar la llamada de Susana, sintió que el mundo valía por la gente que a uno le consta que está ahí. A las once aceptó cuánto le dolía la cabeza y que transpiraba más de la cuenta, bebió dos tragos dobles de Macallan y después un café para mantener quieto al enemigo.”

“El enemigo”, sí, ese que llevamos dentro y al que hay que mantener quieto. Es peligroso y también el que forma parte indisoluble de nosotros mismos, algo parecido a la violencia y a México, tan entrelazados que ya forman una simbiosis indisoluble. Escasa información recibimos del país azteca, algo de publicidad del vecino del norte, no siempre muy buena, alguna noticia de caída o fuga de un gran narcotraficante, violencia, siempre, y para los amantes del boxeo la nueva hornada de púgiles que emanan, a modo de manantial, de aquel país. Para la ficción ocurre algo similar, recibimos poco, pero cuando viene algo es como un directo del Couchulito Montiel, mejor no pregunten y miren alguna de sus batallas sobre el ring. Así llega el gran Élmer Mendoza, para mí un pedazo de escritor comparable a cualquier otro y con ese tono tan particular y propio que no sólo proviene de su prosa, cargada de perlas, sino también de su entorno, ese México tan vivo que casi se puede tocar a través de las páginas de la novela.

Decía que Élmer Mendoza no sólo es un gran escritor, sin duda el que mejor es capaz de reflejar el estado de la sociedad que narra y también mostrarnos una ficción policíaca de primer orden, sino que también conjuga un cierto toque clásico que marida a la perfección con todo lo que cuenta. Así citar al protagonista, Edgar Zurdo Mendieta, ya tiene esa solera de los grandes personajes del género policial, al igual que Montalbano, Carvalho, Rebus, Bosch, Conde y tantos otros que reflejan lo que de verdad son las novelas policiales.

El Zurdo, un tipo peculiar en muchos sentidos, mantiene al enemigo, la bebida, arrinconado a base de pequeñas dosis de Macallan y a esa fuerza que le despierta un caso de asesinato, lo demás, los narcos, la corrupción, la violencia es parte del atrezzo, pero tan bien contado, tan bien narrado, tan bien manejado que forma como un todo en la narración.

La prosa de Mendoza, un puro ejercicio de intensidad, es como el tequila, fuerte y con regusto, tan mexicana que por momentos hace dudar del verdadero significado de ciertas palabras, se ve mezclada con pequeñas perlas de calidad literaria, sirva como ejemplo:

“Silencio en el que una maldición lástima un tímpano.”

El diálogo interno entre Mendieta y su cuerpo, ambos en lucha, uno por sobrevivir a la adicción que daña el hígado y demás partes del organismo, el otro pendiente de una simple posibilidad de disfrute erótico al que se subyuga todo y que en el fondo tiene ese aura de superviviente si es capaz de procrear, es una auténtica maravilla. Todo eso forma parte de una mezcla entre ficción policial, con tintes muy negros, y en un entorno violento a más no poder. Como pueden imaginar compaginar todo eso y hacerlo de forma acorde al disfrute del lector es todo un logro. Y para culminarlo un final de esos que nadie espera y que tiene una lógica que al lector sorprende.

Prefiero no hablar del argumento, sobra, creo que una nueva novela del autor y con su protagonista fetiche es más que motivo suficiente para acudir a toda prisa a la librería y comprar o robar, lo que su estómago pueda soportar, un ejemplar.

Para quién suscribe, una joyita, no se la pueden perder.

Asesinato en el Parque Sinaloa

Élmer Mendoza
Literatura Random House

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