«Manos sucias», de Carlos Quílez, por Jokin Ibáñez

manossucias_altaJokin Ibáñez

Hace ya bastantes años, un artículo de Carlos Pérez Merinero llamó mi atención (cito de memoria): «la novela negra es reaccionaria porque siempre gana el bueno, o la poli, y volvemos, al final de la historia, a un estado de cosas acorde con el establishment«.

Y hace relativamente bien poco, en el estudio biográfico sobre Jim Thompson, Arte salvaje, de Robert Polito, encuentro lo siguiente: «La ficción criminal, al margen de lo violenta, macabra o sórdida que pueda llegar a ser, constituye por lo general —y paradójicamente— un género conservador y reconfortante».

Actualmente vivimos un momento dulce para nuestro género favorito. Las novelas inundan las librerías, los festivales surgen como hongos en toda la península, tenemos numerosos escritores de género… Está claro, de la cantidad sale la calidad. Pero… ¿es novela negra, como la entendíamos anclados en los ochenta? ¿O es sólo novela policiaca, como la que leíamos en los sesenta? ¿O sencillamente es un thriller? ¡Qué más da si solo queremos leer y pasar un buen rato!

Pero si deseamos escarbar y saber cómo es la sociedad actual, o cómo era la sociedad de hace diez años ¿qué hacemos?

La novela que compramos en la librería y que nos disponemos a leer ¿debe reestablecer el equilibrio social para que nuestras mentes se sientan en paz consigo mismas? ¿O debe tratar sobre la realidad que nos abruma, ser un perfecto reflejo de nuestra sociedad y dedicarse a golpear conciencias?

Son preguntas que lanzamos al aire. Queda pendiente la discusión (señor director de la revista .38: ¿podemos abrir una sección de debate en la web?).

Todo este discursito previo viene a cuento porque la novela que tenemos entre manos me ha gustado mucho, muchísimo: Manos sucias, del periodista Carlos Quílez, un periodista devenido novelista para relatar la realidad, la real, la que no sale o no quiere salir en los periódicos, radios y televisiones.

Esta realidad social, política y económica que vivimos en nuestro país en el momento actual está inmersa, desde hace algunos años, en una crisis que afecta a la aldea global; falta trabajo, falta dinero, pero ciertos tipejos se pasean por encima del bien y del mal. Hay dinero revoloteando en una zona prohibida al común de los mortales, revoloteando en la política, en las relaciones empresariales y sus tentáculos también políticos, en los clubes de fútbol, en… Cantidades industriales de billetes que no podemos siquiera imaginar. Políticos corruptos, empresarios sin escrúpulos y estructuras financieras inmersos en el lodo (esto lo decimos nosotros, que no tenemos un euro, ya que seguro que a estos personajes no les parece un lodazal, sino un paraíso ¿verdad?). Pues de todo esto es lo que trata esta novela. Y en este momento siento gran atracción por el tema. Y creo que es el momento de explotarlo, y también creo que debieran existir más novelas tratándolo y denunciándolo. ¡Adelante!, que hay tela para cortar durante bastante rato.

Con una trama compleja para el lector medio, algo necesario para no perder la atención y poder extrapolarla a la realidad imperante, Quílez maneja distintos personajes de diversos cuerpos policiales y estamentos judiciales en lucha contra la corrupción, a saber:

-Don Santos Javier Ridruejo, teniente fiscal de la Fiscalía Especial contra la Delincuencia Económica y contra la Corrupción.

-El inspector Andreu García Muñoz, segundo jefe del grupo de delitos Económicos y contra la Corrupción de la División de Investigación Criminal de los Mossos d’Esquadra.

-Sargento Luis Vílchez, jefe del grupo EDOA, Equipo contra la Delincuencia Organizada y Antidrogas de la Guardia Civil adscrito a la Unidad Orgánica de Policía Judicial de la comandancia.

-Enric Vilagut, inspector de los Mossos, responsable del enlace de Interpol en Madrid.

-Comisario Pardina, comisario jefe de Blanqueo de Capitales de la UDEF.

-Y el subinspector de los Mossos, Dídac Mumbrú.

Todos ellos acompañados y mezclados, con guiños inteligentes, con periodistas, entre la que destaca la prota de dos novelas anteriores, Patricia Bucana, y su machaca becaria, Elsa Ejea, que, al igual que su jefa lo hace con mossos, se relaciona hábilmente con guardias civiles.

Y, como protagonista estrella, un tal Luis Cárdenas, tesorero del partido en el Gobierno. ¿Les suena de algo?

Para el lector, la novela puede considerarse dividida en dos grandes partes. Obviamos el nudo de la misma ya que este se recoge en la larga presentación del tema (¿hemos dicho que se habla de corrupción?), visto desde distintos puntos judiciales, periodísticos y policiales, aderezado con intrigas y venganzas políticas y empresariales. La segunda parte, donde la acción se va acelerando a marchas forzadas, impidiendo abandonar la lectura, estalla en uno de los finales más personales y realistas que he visto últimamente (está claro que estas terminaciones sí son de mi gusto). Seguramente que a Carlos Quílez le pasará factura. Seguiremos informando y abriremos un debate sobre los mejores finales de la historia del género.

Como siempre, el amigo Carlos Quílez nos ha dado una novela perfectamente documentada, o eso nos parece a los pardillos que solamente leemos algunos periódicos que no siempre nos cuentan la verdad.

Aleteando alicorta (que levante el dedo el que sepa el porqué) sobre el desarrollo de la novela, una banda sonora que me ha acompañado durante muchos años, más de cuarenta, rasgando mi dolor con sus dedos, cantando mi vida con sus palabras…

 
Manos sucias
Carlos Quílez
Alrevés


4 comentarios en “«Manos sucias», de Carlos Quílez, por Jokin Ibáñez

  1. Me apunto a la idea solicitada aquí de un apartado de discusión sobre el papel de la novela policíaca.
    Estoy de acuerdo con la opinión expresada por Merinero y Polito sobre dicha novela. Añado, además, que más de un lector babea leyendo lo mal que está la sociedad según la novela policíaca y luego no pasa nada. Nada. ¿Nos enseña la novela policíaca cómo está la sociedad a los que son desahuciados, a los que ganan 400 euros, a los que se tienen que ir al extranjero, a los que están en las cárceles acusados (las pruebas nunca se ven) de pertenecer a grupos anarquistas. Creo que, aunque ya lo he manifestado en otras ocasiones, debemos insistir en esto, parafraseando a Marx: la novela policíaca ha interpretado el mundo, ahora se trata de transformarlo.

    • Hola, Enrique. Abriremos un foro de debate y discusión desde Facebook, que parece más ágil, aunque también escueto. Vamos a intentarlo desde allí, a ver cómo nos sale.

      • Pues intentarlo aquellas y aquellos que tengáis cuenta en Facebook, yo no. Estoy incluso borrarme de Twitter, pues esto de las «redes sociales» no son sociales ni mucho menos, pueden que sean redes que atrapan como a los peces.

      • Se me ocurre que una alternativa a eso de las «redes sociales» podría ser una discusión en una de esas múltiples semanas «negras» que existen por la geografía peninsular. Ya se que a una red presencial, con bares por medio y verdaderamente SOCIAL, no podrán acudir compañeras de otros lugares lejanos, pero siempre se puede abrir unas de esas videoconferencias que están tan de moda, siempre y cuando esas compañeras lejanas muestren a las cámaras que están con su cervecita, su vinito o sus líquidos preferidos.
        La idea ahí está, aún a pesar de que dichas semanas no son de mi agrado. Pero iría.

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