Cuando leáis Los peces solo flotan muertos, José Luis Caballero os va a hacer viajar a la España de los años 70, una España en blanco y negro en la que, sin embargo, algunos ya veían la vida en technicolor.
En el Club Náutico de Barcelona aparece un cadáver flotando. Cuando se descubre que el cadáver es Alberto García Rañé, miembro de una familia de la alta burguesía barcelonesa y tripulante de un velero que va a competir, como el entonces Príncipe Juan Carlos, en las Olimpiadas de Munich, saltan todas las alarmas.
Cristobal Molina, que acaba de abandonar la Marina a raíz de una oscura misión que sigue pasándole factura, es el encargado de la investigación. La jueza asignada al caso es Marta Esteller, la segunda mujer que ha alcanzado este cargo en la judicatura. Ambos tendrán que enfrentarse a las trabas que, desde las más altas instancias, les van a poner para que la élite barcelonesa no se vea envuelta en el asesinato. El inspector Molina cuenta en primera persona el desarrollo de la investigación.
Los peces solo flotan muertos es una novela de contrastes. Frente a una España gris y silenciosa resaltan los verdes y frondosos recuerdos de su estancia en Guinea. Frente al machismo, fuertemente instaurado, resaltan unas mujeres que reclaman su sitio y, lo más importante, frente a la burguesía que llena los clubs y los yates privados, resaltan los suburbios en los que se esconden los secretos más terribles.
La novela es un claro homenaje a las clásicas novelas policiacas. Molina es un cínico que no se deja amedrentar ni por sus superiores ni por nadie, lo que le costará más de un disgusto. El inspector forma parte de la estructura policial del tardofranquismo y en seguida se da cuenta de que, quizás, no se espere de él la resolución del caso.
En los 70 la mujer todavía seguía sometida. Los peces solo flotan muertos, con personajes femeninos muy sólidos, nos recuerda que había tres tipos de mujeres: las que aceptaban en silencio la cultura de la dictadura, las que sobrevivían pareciendo decentes sin serlo y las que intentaban que se las diera el mismo sitio que a los hombres.
Molina, recién incorporado a la policía, descubre a la vez que el lector la Barcelona de aquella década. Sus compañeros, rancios hombres de fuertes principios, le muestran el oscuro mundo que le espera, quizás no tan diferente de la Armada de la que cree, a ratos haber salido.
Es por tanto una novela muy interesante que dibuja una España en la que algunos quieren salir del oscurantismo y otros se sienten cómodos en ella.
Los peces solo flotan muertos José Luis Caballero Roca Editorial